¿Cuánto me cobra por un diablito?

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Como si fuera un nido de cigüeñas, cientos de cables se conectan al tendido de luz eléctrica de la capital mexicana para piratear la corriente

Foto: Joaquim Ibarz



HISTORIAS DEL MUNDO

DIABLITOS PIRATAS

MEXICO  (CORRESPONSAL LA VANGUARDIA)

        “¿Cuánto me cobra por un diablito?”

“Trescientos pesos, señora. Nadie se lo hace más barato”.

Rosalía Vélez acepta sin regatear. Tras recibir la cantidad convenida, con velocidad inusitada el especialista hace una conexión pirata a la red eléctrica desde el modesto puesto de venta de paletas (helados) de su clienta. Es lo que en México se conoce como diablito,  Al igual que Rosalía, en el mercado popular de Tacuba hay otros 320 pequeños comerciantes que, con descaro y total impunidad, roban la luz eléctrica.

El pequeño transformador al que se conectó el puesto de Rosalía, que lo sostiene un poste erigido en mitad del mercado, está cubierto por centenares de diablitos, tantos que desde lejos parece un nido de cigüeñas. Rosalía está contenta con el pago de los 300 pesos (unos 18 euros).  Sin papeleos, sin trámites engorrosos, en un plis plas, ya dispone de luz eléctrica ¡y sin  tener que pagar un recibo!

«No, por aquí no ha venido nadie del ayuntamiento o de la compañía (Luz y Fuerza del Centro, LyFC, el monopolio estatal que distribuye la energía en Ciudad de México y estados colindantes) a decirnos algo por las conexiones», comentó un vendedor de películas pornográficas, que en su puesto tenía cuatro  televisores para visionar su material..

LyFC reconoce que el robo de energía ya la rebasó; el año pasado supuso pérdidas superiores a mil millones de euros en el Distrito Federal. La cantidad que se pierde -16 mil gigawatts-hora- equivale a la mitad del total de la energía eléctrica que se entrega a industrias y usuarios particulares.

Cinco de cada diez bombillas o aparatos eléctricos que se encienden en la zona centro del país, lo hacen con energía robada, reconoce LyFC. Bandas organizadas, que exigen rentas mensuales por “mantenimiento”, han convertido el robo de luz en un negocio que golpea a los clientes que pagan los recibos. Algunas veces son los propios trabajadores de la compañía los que hacen las conexiones piratas y cobran cada mes una tarifa especial.

Tradicionalmente, quienes recurrían a los diablitos eran los comerciantes callejeros, atracciones de feria, vecinos de barrios populares a los que aún no llegaba la luz. Ante la impunidad existente, se han sumado al robo centenares de miles de personas hacen conexiones piratas. En los pocos casos en que la compañía quiso regularizar el servicio, las barriadas se convirtieron en fortines a las que no pudo entrar ni un policía. No hay autoridad  responsable. El ayuntamiento dice no tener facultades legales para remover a los ambulantes o acusarlos por el robo de luz.

La cultura del no pago se ha extendido a barrios enteros, en especial en los de la periferia. En un recorrido por algunos de los 100 puntos críticos de “robo masivo de energía” detectados por LyFC, vimos verdaderas telarañas de cables, en las que se mezclan más de 100 diablitos que cuelgan de un mismo poste. Eso explica que la compañía sólo facture el 65’3 % del consumo, el resto es robado. En el año 2000, LyFC perdía el 22.6%  de la energía por robo; en 2006 ya ascendió a 34.7%.

De enero a octubre de 2007, la empresa ingresó unos 2.100 millones de euros, pero sus costos de operación ascendieron a más del doble. Este año, LyFC tendrá un déficit de 2.500 millones de euros. En los últimos cinco años perdió 7.300 millones de euros. La energía eléctrica es cara (el doble que en EE.UU.) y de mala calidad, con oscilaciones de voltaje que dañan los aparatos domésticos.

La instalación masiva de diablitos provoca apagones y supone un riesgo para la población. El subdirector de distribución de LyFC, Oscar Luce González, señaló que los cinco millones y medio de clientes de la compañía sufren bruscas variaciones en el voltaje de la energía y la suspensión temporal del servicio cuando se queman los transformadores o revientan los cables por sobrecarga, provocada o no por las conexiones piratas.

JOAQUIM IBARZ