El País de las Maravillas

image Jimena Costa Benavides* en La Razón.

La inflación de expectativas generada por la nueva CPE habrá hecho creer a muchos que “El País de las Maravillas” empezaba el 25 de enero. Otros —más informados— están seguros de que el cambio empieza no con el voto sino con la promulgación, o sea, como el 15 de febrero cuando Exeni entregará los resultados oficiales. Otros —más realistas— saben que los cambios no se verán hasta que se empiece a implementar el mamotreto final y que la implementación no será precisamente una bicoca. Otros más, piensan que la CPE no es tan importante porque se la cambiará de aquí a poco. Otros muchos piensan que ésta es inaplicable, de modo que nunca estuvimos más lejos de cualquier maravilla.



Sin embargo, aunque no tengamos “País de las Maravillas”, tenemos nuestra propia Alicia que, confundida en medio de todo, declara cosas contradictorias, desconfía de gil y mil, agrede al que puede, se siente por momentos gigante y por momentos muy pequeña, y en esos momentos de debilidad se queja mucho de cuanto la discriminan, pero al final está muy feliz porque es el principal personaje del cuento. No sabe bien qué pasa a su alrededor, no entiende bien dónde está, pero corre, avanza y en el camino prueba, mete la pata, necesita del conejo.

Tenemos nuestra Reina de Corazones, que todo el tiempo amenaza con: “¡que le corten la cabeza a los prefectos!”, “¡que le corten la cabeza a los oligarcas!”, “¡que le corten la cabeza al Cardenal!, “¡que le corten!”, “¡que le corten!”, “¡que le corten!”…, no para nada aprendió a matar. 50%+1 y piedra libre para cortar cabezas.

Tenemos nuestro Conejo Blanco, que corre por todas partes: de Cobija a Porvenir, a Riberalta, apurado, mirando el reloj para ver cuánto tiempo le queda, confunde a Alicia, Alicia se pierde por tratar de encontrarlo, pero Alicia parece no tener nada qué hacer en el cuento sin un conejo a quién perseguir, por eso el conejo blanco es tan importante.

Tenemos nuestro Gato de Chesire, que prefiere ser invisible, no se presenta a las convocatorias de las comisiones del Congreso, no se lo ve sino en alguna que otra parrillada y sólo apareció recientemente para desmentir las acusaciones de cobro de diezmos. Seguro, inmediatamente se le presenta a Alicia, volverá a desaparecer como los 33 camiones.

Hay varias orugas que no se sabe bien qué fuman, pero, eso sí, repiten siempre la consigna: Ley Dignidad, Bono Juancito Pinto, los recursos de los hidrocarburos para los bolivianos, refundación de YPFB, refundación de la fundición de Vinto, refundición.

Los gemelos Tweedledum y Tweedledee siempre encuentran la forma de denigrar e insultar al adversario, ya sea por su pasado gonista, mirista, adenista, bolivarista, stronguista, impresionista, dadaísta, revisionista, o lo que fuese, y a buen ritmo insultan, adjetivan, agreden, dándole a la pobre Alicia un muy mal ejemplo.

Lamentablemente, tenemos varios sombrereros locos y demasiadas comadrejas, todos bien locos, que festejan no sólo los no cumpleaños, sino las no victorias, los no triunfos, los no apoyo sin amedrentamiento. Dicen incoherencias, el poder se les subió a la cabeza junto con el té, le preparan la mesa a Alicia, y viven rompiendo tazas, pero nada más.

No es “El País de las Maravillas”, pero digamos que nadie querrá migrar hasta ver el final del cuento.

*Jimena Costa B.
es analista .