La dimensión profunda de la corrupción

image Todo parece indicar que a nadie conviene que las investigaciones vayan más allá del aspecto más externo del asunto

Editorial Los Tiempos.

El escandaloso caso de corrupción en YPFB ha puesto a todo el país ante una realidad cuyas monstruosas características están a punto de ser ocultadas tras un denso manto de elementos accesorios que sólo conducen a banalizar tan importante asunto.



Por la manera como está siendo tratado el tema, todo parece conducir a que se lo reduzca a la mala calaña de un individuo y, en el peor de los casos, de sus más estrechos allegados. Siendo así de simple el caso, su solución no tendría porqué ser más compleja. Bastaría encarcelarlo, y asunto resuelto.

Sin embargo, resulta evidente, aunque no para los “investigadores”, que todo lo hecho por Santos Ramírez no es la causa de un mal, sino sólo la consecuencia de uno mucho mayor del que el acusado y sus actos no son más que una muy previsible manifestación. Lo que corresponde, pues, es ir al fondo del asunto y no distraerse sólo con su forma externa.

Y al hacerlo resulta imposible desconocer que tras todos y cada uno de los actos realizados en YPFB desde la malhadada “nacionalización” está todo un conjunto de disposiciones adoptadas por el Gobierno, entre ellas dos Decretos Supremos, precisamente para eximir a quien asuma el rol de mandamás de la empresa, sea éste quien fuera, de los procedimientos legales de fiscalización.

Ese sólo hecho, entre muchos otros, es razón suficiente para que no deba ser Santos Ramírez el principal inculpado, pues él no es más que el último eslabón, y por puro azar el más débil, de una larga y sólida cadena meticulosamente construida con el único propósito de que la élite burocrática que se hizo del poder en Bolivia, y no sólo uno de sus miembros, pueda actuar libre del “estrobo de la ley”.

Un segundo elemento de fondo, tan importante como el anterior, es que éste, como todo caso de corrupción, es un ovillo que tiene dos puntas. Cuál es una de ellas y cómo interviene en la red tejida, está muy claro. Pero… ¿y la otra? Los empresarios que corrompen son actores tan protagónicos como los funcionarios corrompidos y resulta imposible desatar la maraña si se cierra los ojos a tan obvia realidad. Investigar seriamente lo que pasa en Bolivia pondría sin duda en aprietos a muchos empresarios de nuestro país y a no pocos parlamentarios que no son del MAS.

Siendo esos dos de los principales elementos de fondo, resulta inevitable preguntar: ¿Estarán los “investigadores”, tanto los del oficialismo como los de la oposición, dispuestos a ir más allá de lo estrictamente necesario para que el asunto se entierre con discreción? ¿No tendrán, a pesar de sus aparentes diferencias políticas, suficientes intereses comunes para coincidir en la conveniencia de que todo se resuelva mediante un “chivo expiatorio” cuyo sacrificio resulte tan útil a unos como a otros?