Sobre salidas razonables y otras cosas

Por Juan Boliviano.

Ciudadano alarmado

Ya se ha llegado al extremo de la torpeza, del abuso, de la violencia cerril, del atropello a las leyes, del fraude, de la corrupción generalizada y de la estulticia, y confieso que no tengo la menor idea de cuál puede ser una razonable salida para la penosa situación en que está Bolivia. Nunca un gobierno comprometió tanto la integridad de la Nación.



Comienzo a poner en duda eso de la “Bolivia eterna”. Y que no me vengan con pamplinas de que estoy desquiciado o que soy un agorero del mal, porque sabemos que los nuevos defensores de la patria, los que ahora se muestran como los adalides del cambio y de la unidad  nacional, son los mismos que antes proclamaban el inminente gobierno mundial, el de la “gran patria socialista” encaminada al comunismo, haciendo desaparecer las identidades nacionales.

Cuando los zurdos del mundo procuraban, con toda fuerza, expandir el imperio soviético, no existía el Movimiento al Socialismo. Éste nació, justo antes de la caída del Muro de Berlín, sobre la base de los cocaleros del Chapare, muy fácilmente capturados por un nuevo y disparatado proyecto de izquierda, que desembocó en el “socialismo del siglo XXI”, inventado para el desenfrenado sátrapa de Caracas por Heinz Dieterich Steffan, y muy difundido desde el 30 de enero de 2005.

En Bolivia, el modelo populista aparentemente está dirigido por indígenas redimidos, por exponentes de la clase media empobrecida, por trabajadores “explotados” y por “pensadores” bolivianos blancoides y mestizos (Quintana, Llorente, Rada, San Miguel, Yaksic, Peredo, Villegas y hasta el ahora caído Santos Ramírez). No hay tal. Hay una variopinta colección de agitadores extranjeros dominantes y con gran poder, enviados por Chávez y Castro. Hay, también, aventureros europeos que proclaman políticas tan entupidas que no se atreven a proponerlas en sus propios países. Son los que “asesoran” en política exterior (está claro que el pintoresco canciller Choquehuanca, con consejos o sin  ellos, sigue metiendo la pata) y los del extremismo español –asesores para mal redactar la nueva constitución- junto al apoyo del inefable y elemental Rodríguez Zapatero, cautivado desde el inicio por la “chompa” a rayas de Evo Morales. Finalmente, están los escribas desbocados jugando a la revolución fuera de su país, como un Stefanoni –insultativo él- y el “genio” Chávez peruano “refugiado” en Bolivia

Pero la cuestión es más seria, ¿a dónde apunta realmente este curioso experimento en Bolivia?  Ciertamente hay un designio perverso, como resultado del odio irracional y obsesivo a los Estados Unidos, que une a Fidel Castro y Hugo Chávez y, por tanto, a cualquier cosa que huela a capitalismo. Es cierto que, para que esto haya llegado a este punto, se dieron también las condiciones creadas por los gobiernos tradicionales –“insensibles e satisfechos”, parafraseando al desaparecido líder sindical boliviano Juan Lechín- que no supieron resolver los problemas de la exclusión y estuvieron  lejos de labrar un nuevo futuro con libertad.

Por otra parte, Fidel Castro, ya en el ocaso de la vida de su anciana dictadura marxista –no me vengan con la tontería izquierdista de que ésta no es una dictadura, porque el gobierno de La Habana se organiza de abajo hacia arriba, según la cháchara de los stalinistas de los años sesenta- vio la tabla salvadora de los petrodólares venezolanos, malgastados por un insano presidente: el mesiánico, ignaro, inmoral, soberbio y desquiciado Hugo Chávez Frías.

En Bolivia ya habían aparecido dos fenómenos: uno producto del otro. Prosperó el narcotráfico, especialmente de cocaína que se obtiene de la planta de coca cultivada principalmente en las faldas de Los Andes bolivianos y peruanos, erigiendo el poderoso imperio de los “cartels”. Los “narcos”, siguiendo su patrón de conducta, incitaron a que se establezca en el país un gobierno dócil, y pusieron como líder al ambicioso dirigente de los cocaleros (los que cultivan la coca) que rápidamente, bajo el amparo económico y organizativo de la mafia narcotraficante, creó una alternativa política, basada en tres elementos (después se uniría al “socialismo del siglo XXI” de Hugo Chávez):

1.  Un larvario y emocional indigenismo, predominantemente aymara, con esencia en un furioso racismo que movía a las masas, especialmente a los campesinos   del Occidente del país.

2.  Los errores y ceguera de la clase política, y

3. El aliento recibido para compartir el resentimiento de las izquierdistas, de los chavistas, de los guerrilleros activos y jubilados, con el también resentido dirigente cocalero del Chapare, con los Estados Unidos: Evo Morales, éste por la cooperación del gobierno norteamericano en la lucha contra el tráfico ilegal de drogas, específicamente  en la limitación del cultivo de la coca en su feudo: el Chapare.

Hay más: han aparecido demasiados indicios de que las FARC están vinculadas con el narcotráfico y que, por su parte, Chávez las apoya. Estos –se denuncia con temor- han destacado a sus terroristas al Chapare en Bolivia. No serían los únicos que conforman una verdadera brigada internacional; los hay de todas las especies de extremistas: cubanos, brasileños de la línea desaforada de Marco Aurelio García, argentinos –piqueteros y barras bravas- alentados por la tan aporreada señora Kirchner, etarras, senderistas, etc.

Todo lo anterior se desarrolla en un complicado cuadro político latinoamericano. Chávez se empeñó en intervenir en los procesos electorales en Bolivia y Ecuador, donde tuvo éxito: Evo Morales y Rafael Correa fueron electos; en cambio, no le fue bien en México y Perú. Una ventaja que el  populismo avizoraba era el avance de la izquierda que había asumido el poder en varios países. Chávez quería –y aún se propone a ello- alinearlos en su corriente populista continental, procurando un logro que Fidel Castro con pudo con el “foquismo”.

Por supuesto que el designio populista de Chávez iba a tener obstáculos. No tomó en cuenta que el Brasil, no abandonaría lo que estima es su “destino manifiesto”: ser el líder de América Latina, y que, pese a los petrodólares venezolanos, no secundaría un liderazgo de Chávez. Inácio “Lula” da Silva  mostró su pragmatismo y, aunque no siempre fue coherente, confirmando su política oportunista de acercamientos y distanciamientos con el movimiento populista continental integrado por Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y recientemente Honduras, El Salvador y Paraguay. Por supuesto que tampoco abandonó su sinuosa actitud, con consejos paternales a Evo Morales.

Chávez, no consiguió el anhelado alineamiento del gobierno del Frente Amplio de Uruguay, empeñado en resolver sus propios problemas. La preocupación de Tabaré Vásquez es que su Frente repita su triunfo electoral,  pese a las pugnas internas con los envejecidos “tupamaros”, así como tomar distancia de la Argentina de Kisrchner que alentó los criminales bloqueos de puentes que unen a los dos países por piqueteros adeptos al gobierno. Tampoco Chávez consiguió, en primera instancia, el alineamiento del gobierno chileno, el de la concertación, el de la agobiada señora Michelle Bachelet, la que, para recuperarse de su constante hundimiento político, salió de la mano de Hugo Chávez con una condenable demagogia a precipitar a UNASUR en una aventura investigativa en Bolivia, que ya le ha estallado en las manos por el parcializado e infame informe encomendado al terrorista argentino Rodolfo Mattarollo sobre los sucesos sangrientos del Departamento de Pando, cometiendo la tropelía de dar por muertos a refugiados bolivianos vivos que huyeron al Brasil luego de una salvaje persecución comandada por un ministro corrupto.

Las cosas se han complicado. Hasta hace unos días, para Chávez y Morales era natural y fácil despotricar contra el gobierno de los Estados Unidos presidido por George W. Bush. Este era el enemigo a vencer, a retirar de la circulación, Los populistas esperaban “con los dedos cruzados” que Barack Obama triunfe en las elecciones presidenciales del pasado noviembre, lo que sucedió. Creían que el nuevo presidente, por su raza, iba a cambiarlo todo, que iba a renunciar al liderazgo de su país y que abandonaría una tradición de política exterior debilitando al sistema interamericano, quedando sin reacción y aislado de los asuntos continentales. En fin, esperaban que el presidente Obama, dejaría espacio libre para la expansión del populismo, cada vez más agresivo. Inclusive, el presidente de Bolivia, ya desafiante y testarudo, propuso que se dé un ultimátum al nuevo gobierno del señor Obama para que suspenda el bloqueo económico a Cuba.

La percepción de que esto sucedería, estuvo signada, especialmente en el gobierno boliviano, por el desconocimiento de la realidad internacional –las prácticas animistas de adivinación del canciller Choquehuanca obviamente fallaron. Y vino el balde de agua fría: La señora Hillary Clinton, la nueva secretaria de estado, advirtió a los populistas cerriles que no seguiría cediendo terreno a Chávez –al que empequeñeció en importancia- ni a nuestro folklórico gobierno.

Si el presidente, sus ministros, los parlamentarios oficialistas, los dirigentes del MAS comprendieran que se acercan cambios importantes en el mundo, que la crisis nos encontrará mal preparados por el despilfarro y la incuria con que administran el estado, procurarían una salida razonable a lo que ellos mismos crearon: inseguridad, indolencia, intolerancia, ineptitud, negación de las libertades democráticas, obstinación en los desatinos, rectificarían su oscuro camino. Sin embargo, todo indica que, empecinados y engolosinados, los populistas seguirán aferrándose al poder, así esto signifique atropellar, destruir y tolerar una creciente corrupción (ya explotaron dos escándalos mayúsculos por el contrabando del  ministro Quintana y por la coima millonaria para el presidente de YPFB, Santos Ramírez que, para hacerse de esa presidencia como instrumento de enriquecimiento, renunció a su condición de senador de la república).

Lo que hay que temer, entonces, es que el gobierno del MAS, agobiado por la censura a sus evidentes atropellos y tropelías, reaccione primitivamente, respondiendo a su naturaleza poco civilizada. Ya tuvimos muchos muertos. Los apoyos cacareados por Chávez y Castro, acompañados con mayor timidez por la cuestionada señora Cristina Fernpandez de Kirchner y la agobiada señora Bachelet, o de un Ortega enfermo de cuerpo y de inmoralidad manifiesta, a la larga, no impedirán que termine este sistema corrupto, negador de la libertad, avasallador de derechos y de las instituciones republicanas.

Pero sus intentos fallidos de dominación salvaje pueden desatar la salida más terrible: el enfrentamiento fraticida generalizado. Lo sensato, por ahora, no está a la vista y que no la alcanzo a imaginar.