Más de 11.000 cruceños viven en las calles

Ayuda. El centro Ebenezer da opción de recuperarse a hombres y mujeres adictos a las drogas y que son parte de los 11.000 que deambulan por plazas, canales y calles.

image Fe. Durante el día estudian la palabra de Dios. Antes de las comidas cantan y agradecen a Jesucristo por los alimentos



El Deber

Christian Peña y Lillo H.

Parece un búnker por fuera. Barda alta, alambrada y con puertas metálicas. Hasta hace poco fue un centro privado de diversiones nocturnas (tiene piscina y una gran pista de baile), pero desde hace poco más de un año es el centro de acogida municipal Ebenezer, situado en inmediaciones de la radial 26 y quinto anillo, a donde llegan indigentes y drogodependientes en busca de ayuda.

De acuerdo con los datos de esta organización, se estima que en la urbe cruceña hay más de 11.000 drogodependientes en las calles. Las cifras son una proyección basada en el censo realizado en un 35% de las denominadas zonas rojas. Víctor Hugo Estortof, al que los ‘alumnos’ llaman cariñosamente papi, es uno de los encargados del proyecto, que tiene el único centro de rehabilitación para mujeres adictas. “Aquí recibimos a todos, las puertas están siempre abiertas”, cuenta el hombre de ojos claros, poco cabello y bigote canoso.

Estortof sufrió por las drogas, pero ahora ayuda a rehabilitarse a los que quieren cambiar de vida. “Les damos mucho amor, porque recibimos lo mismo de Jesucristo”, afirma.

El hombre trabaja junto con Ramón Parra, un español ex adicto a las drogas, que ahora es asesor en proyectos especiales del alcalde Percy Fernández.

A este centro, que se mantiene con el apoyo de algunas empresas (básicamente en la provisión de alimentos) y con recursos ediles, llegan aquellos adictos que son parte de los 11.000 que deambulan por plazas, canales y calles.

Ruth Vallejos, una joven de 25 años, fue retirada del desagüe que está a lo largo del segundo anillo a principios de noviembre de 2008. Ella decidió quedarse (está en Ebenezer desde hace cinco meses), pero muchos otros vuelven al mundo de los ‘topos’, donde cometen delitos para conseguir dinero y financiar su adicción.

En el lugar, por el cual la comuna paga un alquiler mensual de $us 500, hay una psicóloga, una trabajadora social y varios guías, que se rehabilitaron de las drogas y ahora buscan que otros consigan salir de ese mundo.

Uno de ellos es Richard Canelas Oliva, encargado de rescatar a la gente en situación de calle. Él recorre las zonas rojas urbanas para convencerlos de que acepten la ayuda gratuita.

Los funcionarios del centro esperan trasladarse a nuevas instalaciones que la comuna anunció que construirá hasta fin de año, para lo cual presupuestó Bs 1,5 millones.

    Tres historias, un mismo problema    

Róger Solares (51)

En la droga desde los 27 años

Comenzó a consumir droga desde los 24 años. Deambuló por Equipetrol, la avenida San Martín y en los canales de drenaje ubicados cerca del hotel Los Tajibos.

“Uno realmente está muerto en vida”, reconoce el hombre, que tiene un bigote frondoso, y que, debido a su adicción, vivió cerca de un año en los ductos del canal Isuto, en medio de niños, mujeres y ancianos abandonados.

“Vivir allí es terrible”, sentencia Róger que califica los desagües como el único sitio de refugio para los indigentes  en busca de cobijo.

Según Róger, en cada barrio capitalino existe un vendedor de droga.

Ruth Vallejos (25)

Vivía en los canales de drenaje

Es migrante de Cochabamba, tiene tres hijas (que viven con su madre) y fue retirada del canal de drenaje del segundo anillo a principios de noviembre de 2008.

“No sé cómo me trajeron al hogar, estaba drogada”, cuenta la joven, de cabellos oscuros y tez morena, cuyos ojos se humedecen al derramar lágrimas cuando recuerda y cuenta la vida que llevó en las calles por su adicción, desde los 14 años.

“Robaba y algunas veces tomaba con los borrachos y los hacía dormir; era pildorita”, reconoce Ruth y dice que la gente los ve como basura, “por eso y por el miedo nos escondemos en el canal”.

Germán Denker (59)

Vendedor de droga

Sus rasgos físicos no lo delatan, por el contrario ocultan su verdadera edad. Los 36 años que consumió droga han dejado huellas en su cuerpo y ahora busca recuperarse. “Luego de la muerte de mi pareja (también drogadicta) me sentí solo, por eso vine voluntariamente”, cuenta Germán, que fue uno de los vendedores de droga en la zona de la Pampa de la Isla. “Estuve en la Granja de Espejos dos veces y una vez en Palmasola. No soy un angelito”, reconoce Denker, que ahora predica la palabra de Dios y pide atacar a los productores de droga, antes que a los consumidores. 

«Cambié con Cristo»

Ramón Parra / Asesor del Alcalde

– ¿Usted fue drogodependiente?

– Sí. Yo llegué a Bolivia (soy español) huyendo de la heroína y, pese a mis buenas intenciones, volví a caer; empecé a inyectarme cocaína, pero conocí a Cristo y logré cambiar mi vida. Asesoro al alcalde, lo que no es tan importante como ayudar a las personas que lo necesitan.

– ¿Cómo encontrar una solución a este problema?

– Esta gente tiene problemas, pero también son un problema. La sociedad tiene que reprender estas conductas antisociales y esa represión nos ayuda a rescatar a los adictos. Estas zonas se deben intervenir con patrullajes.

– ¿Se debe cerrar el canal?

– Obviamente o hacer algún trabajo arquitectónico adecuado para que los desagües no sean ‘condominios’ de lujo. Dan ganas de quedarse a vivir.

  En números  

615

Los niños en las calles

Esta cifra es del censo de Ebenezer. Los datos son del 35% de las zonas rojas. Hay 380 niños fijos en las calles y 235 que van y vienen