Clara Rojas cuenta sus peleas con Ingrid

Familia de Ingrid Betancourt “ocultó pruebas de vida de Clara rojas para mantener protagonismo”

La familia de la ex candidata presidencial colombo francesa, Ingrid Betancourt, ocultó durante dos meses una prueba de supervivencia de su compañera de cautiverio Clara Rojas para preservar el protagonismo de la primera, reveló Rojas en entrevista divulgada este lunes.

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¿Por qué sigue callando lo que pasó?

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Foto: Héctor Fabio Zamora / EL TIEMPO

Clara Rojas fue secuestrada junto a la ex candidata presidencial Íngrid Betancourt el 23 de febrero del 2002, cuando viajaban hacia San Vicente del Caguán.

En charla con María Isabel Rueda, Clara Rojas afirma que está dispuesta a perdonar a Íngrid Betancourt y deja claro que la historia del padre de Emmanuel solo se la contará a su hijo.

¿Cómo está Emmanuel? ¡Colombia entera vive pendiente de ese ‘niño milagro’!

Divino.

¿Ya tiene edad para saber que en este país hay unos hombres muy malos que se llaman las Farc?

No. Todavía está muy chiquito.

Después de Semana Santa sale su libro ‘Cautiva’. En él usted hace una especie de reclamo general hacia sus compañeros de cautiverio. Sugiere que la maltrataron y la aislaron. ¿Por qué, si ellos también estaban secuestrados y debían ser solidarios?

Vivíamos bajo un ambiente muy tenso. Trato de entender que estábamos bajo una presencia militar muy fuerte, muchos tenían problemas de salud, sus propios dolores personales, estábamos hacinados. Nos juntan en el peor de los sitios, un campamento muy cerrado, rodeado por una valla muy estrecha, donde la posibilidad de movernos era mínima. La situación era muy difícil de afrontar y de pronto las personas que estaban junto a mi no tenían esa capacidad emocional que les permitiera ser más abiertos. Además, estaban en choque con la figura de Íngrid, eso nadie lo puede discutir, y resulta que yo hago parte de eso.

Permítame ser muy directa: ¿no era de esperar que entre el grupo que la acompañaba en ese horror que estaban viviendo, no cayera bien que usted hubiera concebido un niño entre sus secuestradores?

Me hicieron una encerrona que yo narro en el libro, y ahí yo les dije: es mi vida privada, no se preocupen. Todos como que caen en cuenta de que tengo razón, y empiezan a bajar sus niveles de agresión. Por supuesto quedan cosas.

Hay hasta un episodio divertido en el que usted les dice: ¿es que alguno de ustedes es el papá del niño? ¡Entonces, no me molesten!

(Risas). Los siento preocupados, pero no entiendo su preocupación. Es que comenzaron a hacer un montón de conjeturas. ¿Será de nosotros? ¿Será de ellos? Yo les dije: miren, yo no tengo ninguna información ni quiero trasmitírsela a ustedes. Les expliqué que emocionalmente no me sentía capaz de afrontar el tema. Era más importante dedicarme a salvar a mi niño que a contar una cosa y la otra.

En el libro toma la decisión de seguir ocultando la identidad del padre del niño.

Eso forma absolutamente parte de mi vida privada. Es una historia para Emmanuel, cuando él me pida una respuesta.

Pero cuando una persona que ha estado secuestrada trae un hijo de la guerrilla, el lector quiere saber por qué…Es una curiosidad apenas natural.

La gente me ha recibido con gran comprensión. No me está preguntando ni reclamando. Eso me ha permitido dejar atrás una historia que tiene su parte de lastre y de dolor.

En su libro pasa el tema de largo con una frase muy escueta: tuve una relación y de ella quedé embarazada. ¿Esa relación fue conciente o forzada?

Eso me lo han preguntado todo el tiempo desde el día en que salí, y no voy a decir nada. Porque si contesto una pregunta vienen detrás las cinco siguientes (risas). Tomé la decisión de no pronunciarme en ningún sentido, por más de que deje una duda o la otra.

¡Faltaba más que fuéramos a recriminarla! Pero tengo que decirle la verdad: a veces me asalta la duda de si esa explicación nos la está debiendo a los colombianos.

Hay cosas que a nivel personal también se tiene necesidad de decantar y digerir. Todavía tengo que definir mis sentimientos y pensamientos. Le confieso que algo me falta elaborar ahí. Entonces me quiero dar ese tiempo, sobre todo pensando en Emmanuel, al que no quiero transmitirle ningún dolor ni tristeza.

Como no quiero irrespetarla ni mortificarla no le pregunto más sobre el tema, pero permítame hacerle esta última pregunta: ¿esas relaciones fueron toleradas por los jefes guerrilleros? Según algunos secuestrados, usted pidió ese permiso y se lo dieron.

Pues fíjese que esa sí es primera noticia.

La otra pregunta que no contesta el libro es qué pasó con Íngrid. ¿Que la secuestraran por acompañarla, usted lo transforma en rabia contra ella?

Cuando nos encadenan juntas como que sí, porque esa situación fue muy dura de digerir. Estuvimos encadenadas de un pie todo un mes al mismo árbol. Aunque tratamos de mantener una buena actitud aprovechando el tiempo, como leyendo la Biblia, cuando se apagaba la luz inevitablemente pensaba en cómo había caído en ese cuento.

En el libro revela con sorpresa que la familia de Íngrid se guardó dos meses una prueba de supervivencia suya por, en sus propias palabras, "un celo excesivo de preservar su protagonismo…"

Así lo siento. Es como si Íngrid hubiera estado secuestrada sola. La familia nunca se refería a mí, a pesar del sacrificio que había hecho, porque ni siquiera la mamá o la hermana fueron a acompañarla al Caguán. En ese aislamiento fue más duro descubrir que no podía contar con ellos. Me tenían olvidada. Nunca se referían a mí en sus declaraciones públicas.

Le daba rabia que Íngrid fuera la única que sonara…

No tanto porque sonara, sino porque no hubiera nadie pendiente de mi situación, cuando en ella estábamos las dos. Lo que sentí fue dolor, más que rabia. Nunca entendí su actitud, e incluso hoy no la entiendo. Honestamente la frialdad de ellos me sorprende.

En esa situación en la que las tuvieron, como animales, de manera tan cruel, tan desalmada, empiezan a agriarse las relaciones entre ustedes…

Sí. Ahí Íngrid se entera de que murió su papá, se hunde en una tristeza profunda y a mí me da muy duro ese dolor. Ambas optamos por el silencio. Me parece honesto decir que eso pasó y fue muy doloroso.

Usted cuenta en su libro que ese ídolo que era Íngrid ante sus ojos, una mujer avasalladora, luchadora, líder, se derrumba durante su secuestro.

Claro, porque me impactó que ella se quisiera dejar morir. Yo le decía mucho que pensara en sus hijos. Y se me acumularon los duelos, porque mi papá también había fallecido hacía poco.

Nunca la relación entre ustedes volvió a ser igual…

No. Tan es así, que andan por ahí todos esos rumores…

Pues le voy a contar uno. Que cuando estuvieron encadenadas usted intentó agredirla físicamente y que por eso ella le coge fastidio, hasta no volver a resistir su presencia…

Han dicho muchas cosas como esas, en particular Luis Eladio Pérez. Él ha dicho muchas mentiras, no solo sobre mi situación sino sobre la suya personal. Soy la primera sorprendida. Tarde o temprano él tendrá que rectificar por las cosas que ha dicho y pedir disculpas.

¿Pero si las cosas ocurrieron de verdad, por qué Luis Eladio va a decir mentiras?

Porque las está diciendo. No sé por qué me cogió bronca. Estuve muy poco con ellos. Fue un nivel mínimo de convivencia. ¿A cuenta de qué va a decir cosas que no son? Tengo derecho al buen nombre y a la honra. Nunca he agredido a Íngrid. Al contrario, tomé la decisión de aislarme, muy doloroso. Su actitud es ‘malalechosa’. Si en aras de la discusión eso fue así, que sea la propia Íngrid la que me lo diga. Luis Eladio quiere quitarme del camino y arrogarse una situación suya con Íngrid que yo no se si sea tal cual él la dice. A mí también me han dicho cosas, pero no me atrevo a decirlas. Las que tiene que contarlas es Íngrid.

También es legítimo que Luis Eladio cuente sus historias.

Que las cuente, sí. Pero que no se meta conmigo.

Pero es usted misma la que cuenta que Íngrid le pidió al jefe del grupo que a usted se la llevaran a otro campamento y las separaran.

¿Usted qué puede hacer si una persona decide un día que la estima y al otro que no? No puedo explicar las conductas de Íngrid.

¿Es cierto que en alguna ocasión las Farc le entregaron un diccionario y que Íngrid se lo quitó?

Pues sí. No me lo dejó usar. También me echó de su clase de francés.

Según su libro, cuando supo que estaba embarazada, buscó a Íngrid para que le aportara algo con su experiencia como madre de dos hijos. A cambio recibió una seca respuesta de "bienvenida al club".

Me sorprendí mucho porque cuando ella estaba deprimida, siempre traté de darle ánimo. No esperaba que me respondiera así.

Le cosió una ropita y un canguro para el bebé…

Ella hace las cosas y de pronto se arrepiente. Y cuando recapacita, cose la ropa o el canguro. Con eso trata de resarcir el daño que hizo. En algún momento va a tener que reflexionar: esta situación de ahora entre las dos es absurda e injusta desde todo punto de vista.

Me impactó especialmente la anécdota de que una vez usted se coló en la fila para recoger agua hervida y que ella le pegó un grito…

Estaba embarazada y corrí a llenar mi termo. No le vi problema a pasar primero. Con el grito de Íngrid solté el agua y me quemé. En adelante los gringos me recogían el agua para evitar roces entre las dos.

¿Qué significa, como dice en el libro, que cuando nació el bebé los demás secuestrados se portaron "como hienas"?

Yo soy de la ciudad. Aquí, cuando una mujer está esperando, todo el mundo le hace showers. El contraste de lo que fue el tratamiento conmigo es enorme.

¿Era porque les importaba mucho quién era el papá del niño?

No. Honestamente, no les importaba quién era el papá. Era una situación más bien como personal. Eso trato de mencionarlo en el libro: de alguna manera, yo era una de las pocas mujeres. Casi todas las demás estaban casadas. De las pocas que podían tener una relación con alguno de ellos era yo. El papá no es el tema que los preocupa, sino es: esta ya no… Así ellos lo nieguen o digan que no, por hacerse los guapos o los orgullosos o como lo quieran llamar. Es humano y entendible. Es una situación más simple, ¿me explico?

No mucho. No entiendo. ¿Es que los demás hombres secuestrados se ponen bravos porque usted ya no está digamos…disponible?

Sí, digámoslo así y lo tratan de expresar de alguna manera. ¿A cuenta de qué se van a poner dolidos conmigo si yo no estoy casada? Esa es la situación: yo ya no estoy disponible y estoy pendiente de mi hijo todo el tiempo. Para mí ese tema ya no tiene sentido por el embarazo en el que estoy y tengo que sacar todas mis fuerzas para atender al niño y tratar de sobrevivir.

Y entre ellos sí se producían relaciones….

Yo no afirmo que entre ellos tengan relaciones. Digo que entre ellos también hay roces. No solo conmigo sino entre todos.

¿Es cierto que hace poco fue a visitar a su carcelero, ‘Martín Sombra’, a la Modelo?

Me hizo llegar el mensaje de que quería hablar conmigo, supuestamente porque temía por su vida.

¿No le costó trabajo?

Claro. Pero tuve que hacer abstracción de mi molestia porque estaba de por medio la liberación de los demás.

¿Se sintió feliz de ver este cambio de papeles? ¿Usted ahora libre y él, encarcelado?

Traté de que no. Pero sí me sorprendió verlo ahora sometido. Martín era muy mandón y dueño de su papel de comandante. Mandaba sobre su gente y su presencia generaba intimidación, porque su lenguaje era brusco y mal hablado.

‘Sombra’ reclama mucho la ayuda que le prestó a usted en el parto, pero me dicen que se limitó a espantar los moscos…

Yo también creo que espantaba los moscos. Pero por lo menos les ordenaba a los demás qué debían hacer. Le reconozco que tomó la decisión de sacarme del campamento cuando la situación de tensión con los demás se volvió intolerable. ¡Cómo sería para que este hombre hubiera decidido sacarme!

Según ‘Sombra’, varias guerrilleras estuvieron pensando en cogerse a Emmanuel para ellas…

Sí. Me dijo que agradeciera que el niño estaba vivo y al lado mío, porque en algún momento unas guerrilleras, entre otras su propia compañera, se lo quisieron llevar.

Sombra dice que el padre de Emmanuel fue un guerrillero de 15 años…

Él no tiene por qué saber. Un día me preguntó y yo le dije que un secreto entre más de dos no funciona. Se rió, y nunca me lo volvió a preguntar.

¿Entonces, de dónde salió el cuento de que las Farc mandaron a fusilar al padre de Emmanuel?

No creo que eso sea verdad, pero tampoco sé. Nadie sabe quién es el papá. Es que ellos también han querido mostrar otra cara de las Farc a través de todo mi embarazo, y por eso ese libro de Jorge Enrique Botero, que no tiene nada que ver con la realidad.

¿No le pareció absurdo que Botero hubiera convertido su odisea en una novela?

Claro que me parece absurdo. No he querido polemizar sobre ese tema. Lo único que rescato de ese libro es que Jorge Enrique contó que Clara Rojas había tenido un niño secuestrada y que era un varón. Me pareció bien que la gente se hubiera enterado. De ahí para adelante, lo demás que montó ese libro fue un intento de las Farc de pintorretear las cosas.

¿Botero "pintorretea" las cosas como las quería hacer ver las Farc?

Claro. Es como dejándolos bien a ellos y eso no es así. Me parece que Botero, en su afán periodístico, ha traspasado un límite de la ética que raya con la dignidad de las personas. Llegará el momento en que su propia vida lo llevará a rectificar algunas de sus actitudes, aunque como periodista es muy posible también que algo bueno haya hecho.

¿Es cierta la versión de ‘Sombra’ de que Íngrid y el coronel Mendieta le pidieron que le quitaran el niño como a los ocho días de nacido, porque dizque usted lo maltrataba?

Eso dice Martín que ellos le dijeron. Habrá qué preguntarles a ellos si fue cierto.

¿Pero Sombra sí le quitó el niño?

Sí. Pero ellos estaban exagerando.

Es que chascos de madre inexperta tiene cualquiera, y más en la selva…

El hecho de ser una madre primeriza no significa ausencia de instinto materno. Lo que pasa es que el ambiente ahí era tan tenso, que todo lo que yo hacía con el niño les parecía mal. Los responsables de que me hubieran separado de Emmanuel fueron ellos y eso lo cuento en el libro. Fue por su intolerancia, por estar dando quejas sobre cosas que no eran. Yo estaba luchando completamente contra la corriente.

Una ultima pregunta. ¿Piensa perdonar a Íngrid algún día?

¿Por qué no? ¿Acaso qué es lo que ella me ha hecho?

¿Cómo? A lo largo de esta entrevista no ha hecho sino contarme todo lo que le hizo en seis años de secuestro. No le volvió a hablar y fue cruel e indiferente con su embarazo…

¿Pero qué más puedo hacer? Estoy viva, estoy con mi hijo, y no me voy a hacer más daño que el que ya sufrí.

MARÍA ISABEL RUEDA
ESPECIAL PARA EL TIEMPO