Los trágicos linchamientos y sus causas

Los linchamientos parece que son parte de la cultura de las masas. La debilidad del Estado da lugar a que las multitudes asuman su papel en la lógica de sus propias posibilidades culturales. Esa supervivencia del pasado se agranda por causas políticas, jurídicas y policiales.

opinion Editorial Opinión.

Tanto la frecuencia como la dimensión cruel y aterradora de los linchamientos, es uno de los fenómenos decadentes más agudos de este tiempo. Cualquier persona, mínimamente civilizada, se estremece y asusta ante hechos tan primitivos. La información que dio OPINIÓN el lunes, se refiere a hechos violentos no sólo circunstanciales ni aislados, sino a eslabones de una cadena que se extiende, aparentemente, sin límite. Es hora de una reflexión profunda y de acciones consecuentes para evitar que el país vuelva a la etapa más atrasada de su evolución. Todo parece un cuadro global preocupante.



En todo trabajo analítico, lo fundamental es procurar descubrir las causas de los fenómenos analizados. ¿Los linchamientos y las acciones violentas frecuentes se producen sólo como manifestación del miedo y de la indignación que la gente siente ante presuntos hechos delictivos de diferente magnitud?, ¿o es un retroceso a niveles meramente instintivos de relaciones humanas?, ¿o quizá estemos frente a las consecuencias de acontecimientos políticos descontrolados y excitadores de sentimientos crueles y deshumanizados?

Otra causa puede ser la ineptitud y corrupción de las entidades encargadas de precautelar el imperio de la ley y, consecuentemente, el entendimiento y la paz entre las personas. La Policía, por muchos motivos, no está siempre presente allá donde debe estar y lo peor es que cuando llega no cumple correctamente sus funciones. La debilidad, ineficiencia y corrupción de ciertos sectores y niveles policiales se puede explicar desde diferentes puntos de vista. Las quejas y denuncias se multiplican en diversos sentidos y con diversos argumentos y pruebas. Hay también motivos que sirven para explicar lo que hace mal o lo que simplemente no hace la Policía.

Allá donde no hay entidades estatales que resguarden la seguridad de las personas, ni precautelen el derecho a la propiedad privada, es posible que la gente asuma su defensa por sí misma y con los medios a su alcance. Las proyecciones de tal posibilidad dependen del grado de evolución, del nivel cultural de las personas. La falta de conocimiento está agravada por la extrema pobreza en la que el robo de una bicicleta, de una garrafa, o de bienes todavía menores tiene un significado incomprensible para quiénes ven este trágico acontecer desde niveles con ingresos mayores.

No es pertinente descartar totalmente las condiciones políticas imperantes, caracterizadas por dos componentes dignos de consideración en la perspectiva del tema que analizamos. En primer lugar, la ruptura creciente del orden estatal. Éste es uno de los pocos momentos en el que los de arriba acaban de sepultar el orden tradicional y no logran sustituirlo. En el vacío, casi todo es posible. Por otra parte, tanto las condiciones objetivas como subjetivas alientan las acciones masivas violentas. Quiénes logran movilizar mil o más personas creen tener el derecho de bloquear, de tomar ciertos lugares, de perseguir y sancionar con sus propios criterios.