El vuelo del silencio

Los mexicanos adelantan el regreso a su país ante el temor de que se suspendan los vuelos

Los aviones de regreso a México van semivacíos, sin viajeros españoles

image CIUDAD DE MEXICO – JOAQUIM IBARZ



Fue el viaje del silencio, sin una palabra en alta voz, sin gritos de niños, sin pasajeros por los pasillos; ni una broma, ni un comentario. Un viaje en el que las miradas expresaban temor, angustia, incertidumbre. Los medios españoles no paraban de vomitar noticias alarmantes sobre la extensión de la nueva gripe. Los pasajeros estaban preocupados por sus familiares en México, padres, hijos, hermanos. Ante el riesgo de suspensión de vuelos y quedarse aislados en Europa, acortaron su estancia y tomaron el primer avión disponible.

Un vuelo extraño, tanto para los escasos pasajeros como para los tripulantes de Aeroméxico, la línea que enlaza en vuelo directo a Barcelona con la capital mexicana. Con sólo 44 viajeros en un Boeing con capacidad para 209. Algunos se pusieron la mascarilla ya antes de embarcar en El Prat, otros se la colocaron en el avión. La mayoría lo hizo al desembarcar. Todos llevaban la maleta llena de tapabocas, porque aquí ya se han agotado.

“Nunca había volado en un avión tan vacío. La gente tiene miedo de ir a México. Casi todos los pasajeros son mexicanos que regresan; sólo hay dos españoles. Pasa lo mismo con todas las rutas. Hay países que ni nos dejan aterrizar, como si fuéramos apestados”, comenta la azafata Ibert Figueroa. Su compañera Angélica Sánchez dice que “los pasajeros están tranquilos, tienen información de que durante el vuelo no corren peligro de contagio; hay buena ventilación, las condiciones higiénicas son excelentes”.

Josep María Rull, mi compañero de asiento, es un empresario de Sabadell que en medio de la epidemia se traslada a México con la meta de vender parquímetros para estacionamientos que mantengan en actividad su fábrica en Montcada.

“Tengo una responsabilidad con las 70 familias que trabajan en mi empresa. Voy a México a firmar contratos por valor de dos millones de euros. No podía esperar a que  terminara la gripe. Mi presencia en estas circunstancias gustará a mis clientes”, comenta Rull. No va a correr riesgos. Se aloja en un hotel del céntrico paseo de la Reforma, que ante la falta de huéspedes le ha obsequiado con una suite con despacho, en el que podrá recibir a los empresarios mexicanos. Ni tendrá necesidad de pisar la calle. Al estar cerrados los restaurantes, le servirán la comida en la habitación.

Diego Alfonso y Maximiliano se lo pasaron muy bien  en Cataluña. “Fue padrísimo”, dicen. Estos niños mexicanos viajaron a Barcelona con su mamá, Lilia Salgado, para asistir a la primera comunión de su primo Adrián. Les entusiasmó ver tres partidos en el camp Nou. “Somos fanáticos del Barça, lástima de la lesión de Rafa Márquez, el ídolo de México, en el partido con el Chelsea”, comenta Maximiliano. A Diego Alfonso le agradó la visita a Montserrat: “Para los mexicanos, lo mejor de Barcelona es que puedes caminar e ir en bicicleta sin temor a que te secuestren o te pase algo, la seguridad que tienen acá es lo que más valoramos”, destaca doña Lilia.

La antropóloga Gloria Artís, hija del novelista Avel.lí Artís-Gener, Tísner, se encontraba en Barcelona siguiendo un curso de museología en el Museo de la Ciencia. Tenía previsto regresar a México el 6 de mayo, después de viajar a Paris.

“La posibilidad de que se cancelaran los vuelos hizo adelantar mi regreso para reunirme con mis dos hijas. Aunque la situación no es grave ni dramática, es mejor estar juntos”, dice. Gloria comenta que siente una sensación extraña al viajar en un avión tan vacío. “Aunque nadie lo comenta, ya desde la sala de preembarque percibí que los pasajeros están angustiados, con inquietud. Y no sólo por la epidemia. La situación económica de México ya era muy mala, muy golpeada por la crisis. Con el virus se agravará mucho más”, comenta Gloria. “En México hay incertidumbre, incredulidad. No se confía en el Gobierno. No sabes si lo que te dicen es verdad o mentira”.

Sonia Marcos viajó desde Monterrey a Barcelona para realizar un crucero de una semana. Después, se quedó a recorrer España. Supo de la epidemia cuando viajaba por  Andalucía.

“De inmediato decidí regresar para estar con mis cinco hijos. Aunque en Monterrey la gripe no golpea tanto, ya no estaba disfrutando, sólo pensaba en la familia”.

Al cabo de 13 horas de vuelo, el avión inició el descenso. Desde el aire se ven las calles sin coches. Los trámites de emigración se hacen en dos minutos. Mientras esperamos las maletas, un televisor ofrece el partido Tecos-Pumas. Sin público,  a puerta cerrada.