Guaraníes tienen tierra pero no trabajo

Hay 200 familias que ya no están ‘empatronadas’, pero no tienen con qué ganarse el sustento. La independencia ha mermado sus ingresos. No hay ni semillas para producir.

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Extremo. Por donde se mire, la pobreza se hace evidente en los pueblos de Alto Parapetí. La comida no es la única necesidad



El Deber

Roberto Navia. Alto Parapetí

Hace seis meses que Ignacio Toledo ya no tiene un ‘patrón’ que le dé órdenes. Pero a la hora del almuerzo, cuando su estómago empieza a crujir de hambre, se fatiga porque siente que esa independencia le ha mermado sus ingresos económicos y los alimentos que su esposa Malvina Raña necesita para echar a la olla.

Además, de los 10 hijos que trajo a este mundo, tres se fueron  del rancho a las urbes en busca de trabajo y comida. Lo que sucede, explica, es que al no estar a las órdenes de un hacendado, dejó de recibir los Bs 35 diarios que le pagaban en la estancia donde trabajaba, dinero que le alcanzaba para comprar artículos de primera necesidad.

Ignacio Toledo, que vive en Huaraca, en una casita de barro y rodeado de árboles frondosos y acariciado por perros flacos, no es el único hombre que ya no está bajo las órdenes de un hacendado ni el único que ha visto que sus necesidades básicas crece cada día. En varios pueblos de Alto Parapetí, por lo menos 200 familias ya no tienen que obedecer a un dueño de una estancia, afirma la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG), pero varios de esos hombres y mujeres sienten que esa libertad no fue suficiente para ser felices y que para producir la tierra por cuenta propia necesitan recursos económicos, herramientas y medios de transporte para sacar los productos por esos caminitos de herradura. 

“No se puede decir que no hay trabajo en esta zona”, dice Óscar Robles, habitante nativo de Morebiti. Lo que ocurre, afirma, es que los hacendados les han cerrado las puertas a los guaraníes y están trayendo gente de los pueblos de Chuquisaca. Recorriendo el camino ondulante de Alto Parapetí, se puede ver los maizales dorados a la espera de que las manos trabajadoras arranquen las mazorcas que amenazan con caerse de maduras. Varios dueños de estancias dijeron que ya no se animan a contratar a guaraníes, porque eso les puede traer más problemas debido a que el Gobierno los acusa de estar esclavizando a gente, cuando en realidad lo que hacían era darles trabajo por el que les pagaban Bs 35 el jornal, además de víveres para que la familia se sostenga. 

En un terreno antes de llegar a Huaraca, una docena de personas estaba cosechando maní. La mayoría era de Muyupampa.

Hay personas como Ignacio Toledo, por ejemplo, que presa de su hambre ha tenido que ofrecerse nuevamente a Los Chávez, pero cuenta que le han dicho que ahí ya no puede trabajar. René Chávez, el dueño de la estancia, pide que no se estigmatice a los empresarios que trabajan la tierra en Alto Parapetí y sostiene que con la política del Gobierno no sólo se ven perjudicados los guaraníes, sino también los patrones, porque es verdad que necesitan gente para los trabajos del campo y es mentira que ellos hayan despedido al personal, sino que muchos se han ido porque así les han ordenado sus líderes.  

En la estancia de Caraparicito, de propiedad de la familia Larsen, que queda a unos 10 km de Ipati, la escuela donde estudiaban los hijos de los guaraníes está cerrada, como también lo está el templo y los cuartos donde dormían los empleados. Las familias que ocupaban esos ambientes se han ido a Morebiti, un pueblito que está a 12 km si se va por el camino de tierra, pero que queda al otro lado del cerro si se va a pie. En Morebiti, las casitas están dispersas y desde marzo, cuando el presidente Evo Morales visitó Caraparicito para celebrar un acto de entrega de 36 títulos de propiedad en Alto Parapetí y anunciar el saneamiento de 88.000 ha para ser revertidas a favor de comunitarios originarios, los guaraníes llegaron a Morebiti y se instalaron en cuartitos pequeños donde ya vivían otras familias, y como los espacios son pequeños, algunos ahora están viviendo en corredores cubiertos por hule para que el frío que baja a tropel de las colinas no los deje temblando. Era la una de la tarde  y en el rancho no se veía a hombres y en las ollas que estaban encima de troncos que ardían sólo tenían maíz que hervía o fideos en platos de plástico en las mesas amarradas con alambres. “Aquí vivían 47 familias, pero desde marzo han llegado 13 más. Encontraron techo, pero no trabajo”, cuenta Ernestina Casilda, una de las recién llegadas.

El Gobierno señaló que tiene conocimiento de las necesidades de los guaraníes y que esta realidad será superada a medida que avance el proceso de saneamiento de las tierras y se ejecute un plan integral para que personas como Ignacio Toledo, por ejemplo, ya no se desesperen cuando llegue las 12 del mediodía.

   En detalle   

– El 15 de marzo, el presidente Evo Morales entregó 36 títulos ejecutoriales de propiedad a los guaraníes en la Tierra Comunitaria de Origen (TCO) Alto Parapetí, que de  acuerdo con el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), disponen de 88.000 ha saneadas, de las cuales 36.000 serán revertidas al Estado.

– Fueron 21 las familias guaraníes que recibieron el reconocimiento con derecho propietario de la superficie que el Estado considera tierra fiscal y que se encuentra en las regiones Caraparicito y Alto Parapetí, de la provincia Cordillera Santa.

– El proceso de reversión afecta a las propiedades de la familia Larsen, Chávez Aguilera, Chávez Monte, Curcui y Malpartida. Impugnaron ante el Tribunal Agrario y los jueces  dictaron acto de admisión.

Hay mujeres sin esposos y niños sin padre

Wilson Changaray / Asamblea del Pueblo Guaraní

Se ha dado tierras comunitarias en una parte de Alto Parapetí y muchos ya no están con los patrones, pero las condiciones de vida no han mejorado. Se ha generado incluso más conflicto, porque los hacendados no quieren dar empleos y los guaraníes no tienen qué comer.  Se tiene que dar el segundo paso. Implementar o apoyar en la parte productiva. Dotar maquinaria o recursos económicos. Hasta el momento no hay eso. Sigue la susceptibilidad, no se ha resuelto el problema, no hay una pacificación en la zona.  

Ya está cerrando el saneamiento en Parapetí. Unas 200 familias serán beneficiadas con las dotaciones.  No olvidemos que las tierras que se encontraron son cerros, no son aptas para el cultivo. Todo esto lleva a deducir que muchas familias seguirán trabajando para el patrón, porque no hay sustento para mejorar sus condiciones. Muchos siguen laburando y a otros incluso los han botado, no quieren darles trabajo porque hicieron declaraciones en el tema de servidumbre. 

Algunos guaraníes han salido a otros lugares, pero no han dejado sus casas y otros no se sabe dónde se han ido. Hay mujeres sin esposos y niños sin padres.  Hay hambre, falta de empleo.  Viene la época en la que se puede preparar el chaco. No hay ni semillas para producir.

El año pasado no sembramos porque estábamos en los conflictos.  Ahora, las familias se sustentan como pueden.  Aún hay familias trabajando en servidumbre. Es una costumbre. Como tienen necesidad, siguen obedeciendo a los patrones. De nada sirve que les den tierra si no se ejecuta un proyecto completo.

El Gobierno promete atender a los necesitados

Cliver Rocha, director Nacional de Tierras, admite que todavía no se ha materializado la restitución de ese territorio Guaraní que, según él, históricamente fue arrebatado por la expansión de la siembra y del sistema de servidumbre que se vino aplicando a lo largo de los años.

Lo que ocurre, señaló, es que los hacendados afectados han recurrido al Tribunal Agrario Nacional, impugnaron la resolución de reversión de parcelas y lo que queda es esperar que continúe el proceso.  Según Rocha, un gran paso ha sido que decenas de familias hayan conseguido su independencia al renunciar a sus patrones, pero lamentó que muchos hayan sido despedidos en represalia a las denuncias de servidumbre que hicieron ante organismos internacionales.

“Estamos habilitando un terreno de 2.000 hectáreas para atender a todas las familias que están sin el sustento diario”, dijo Rocha, que además señaló que la situación presente está tan delicada para los guaraníes que hay hacendados que no los dejan cruzar por sus estancias y que incluso los persiguen para que no sigan denunciando. 

EL DEBER estuvo en la zona de Alto Parapetí y en varias entrevistas con familias guaraníes y hacendados lo que se pudo detectar es que hay un distanciamiento entre originarios y dueños de las haciendas. Los primeros pasan sus días en sus comunidades esperando que líderes de la APG lleguen con donaciones de víveres, porque no encuentran de dónde conseguir dinero, y los segundos, ven a los campesinos con ojos susceptibles porque dicen que les han pagado mal, denunciando que fueron explotados. 

Miguel Vacaflor cuenta que la muerte de su abuelo Babil Chávez, ocurrida el 1 de mayo, sucedió el mismo día en que una comisión de Derechos Humanos fue a inspeccionar su estancia sobre las denuncias de servidumbre. “Mi abuelo tenía 84 años, hace dos había sido operado del corazón. Todos estos problemas lo tenían mal”, cuenta con un tono de preocupación.