¿Qué sucede con la oposición?

La responsabilidad de la situación de un país no sólo es del oficialismo, también lo es de quienes son opositores. Ese es el costo de hacer política. El vacío generado por la oposición es irresponsable con la democracia y con los bolivianos, más aún en las actuales circunstancias.

laRazon Editorial La Razón

En un anterior comentario editorial hacíamos referencia a la gran ventaja que el oficialismo está adquiriendo para apuntalar la candidatura de Evo Morales a la reelección como Presidente de la República. Y esa ventaja llama aún más la atención cuando desde el Órgano Ejecutivo se monta un sistema de radios “comunitarias” al servicio del partido de gobierno o cuando se da prioridad a la política de los bonos o como cuando se hace un gasto dispendioso del dinero venezolano, que luego será cargado al país como deuda externa.



Además, desde el poder político, como en otras gestiones de gobierno, el actual oficialismo utiliza el aparato público y, claro, exige “aportes voluntarios” de los burócratas del Estado. Y, por si fuera poco, el Ejecutivo aún mantiene la presión de usar el viejo padrón electoral —irregular y contaminado— para las elecciones del próximo 6 de diciembre.

Ahora, ¿qué sucede en la otra parte de la cancha electoral? ¿Dónde están los protagonistas que buscarán el voto de los bolivianos así como lo hará el presidente Evo Morales? ¿Cómo se reafirmará que las elecciones son la expresión más importante de la democracia, cuyo gran principio es la igualdad? O, por el contrario, ¿el viejo sistema de partidos políticos no ha asimilado el presente desafío y mantiene su visión sectaria?

Desde este espacio, muy pocas veces nos hemos referido a la oposición del actual Gobierno, quizás porque la razón es obvia: la estatura de quienes hoy deben ejercer ese papel histórico.

La prueba irrefutable del desfase está en la inaudita dispersión de candidatos. Hasta el martes se contaban 16 presidenciables y varias opciones para constituir “un frente amplio” y es probable que la cifra aumente próximamente. En otras palabras, parece que retorna lo que el lenguaje popular bautizó en el país como “taxipartidos”.

En el ámbito de la oposición priman los rumores y el temor. Rumores de que tales o cuales “precandidatos” analizan opciones, y miedo a ser vinculados con quienes el Gobierno ha identificado como sus enemigos. Los de este grupo tendrán sus motivos.

Además, los “candidatos fuertes” que aparecen manifiestan su convencimiento de la necesidad de constituir un solo bloque de oposición, pero, como se conoce, esperan ser el eje del acuerdo. Así es muy difícil que la oposición logre algo, porque en unas elecciones, bajo condiciones de igualdad, se espera conocer al candidato y su propuesta: en el caso del MAS, está claro: el presidente Evo Morales y el llamado proceso de cambio, y en el otro frente… hasta ahora se ve un espacio vacío, con pequeños puntos.

Es sabido que hasta el final de la campaña electoral muchos candidatos se quedarán en el camino al ver que no tienen posibilidades de competir, y otros porque se le agotan los medios económicos. ¿Resta esperar qué ocurrirá, entonces?

En democracia, la responsabilidad de la situación de un país no sólo es del oficialismo, también lo es de quienes se quedaron en la oposición. Ese es el costo de ejercer y hacer política.

Más allá de los cálculos que hacen los analistas sobre la composición del futuro Congreso Plurinacional, el vacío generado por la oposición es irresponsable con la democracia y con los ciudadanos bolivianos, que verán multiplicados sus temores frente a un proyecto oficialista, con posibilidad de arrasar.