Del verbo ‘aplastar’

SUSANA Susana Seleme Antelo

Recurro a él no para apachurrar, reventar, o mandar ‘a convivir con los gusanos’ al adversario político, sino para ‘aplastar’ los múltiples orígenes de la pobreza material y ética que carcome la sociedad y la política bolivianas.

En vez de aplastar, propongo repudiar a los políticos soberbios, narcisistas y mediocres que creen que Bolivia nació con ellos.



A cambio de aplastar, sugiero rechazar a los políticos hipócritas y estafadores, quienes, como cualquier banquero capitalista, usan la demagogia y el embuste para engañar al país y al mundo con un Estado Plurinacional, que no es más que la expresión aymara centrista de intelectuales y antropólogos. Y todo ese despropósito en nombre de las justas reivindicaciones indígenas, manipuladas en lo ‘indígena-originario-campesino’ afín a una antidemocrática hegemonía política.

A cambio de aplastar, propongo denunciar a los políticos que utilizan el instrumento democrático de las elecciones y el voto ciudadano, para fines no democráticos, como pretender perpetuarse en el ejercicio del poder, fraude mediante, como en las elecciones del referéndum revocatorio y aprobatorio de la Constitución Política del Estado. En vez de aplastarlos por el manoseo al principio democrático de un ciudadano, un voto, propongo un ‘voto castigo’ en diciembre de 2009 por haber estafado a la democracia.

En contra del impulso irrefrenable de aplastar, ese día sugiero que NO votemos por los políticos que quieren ‘aplastar’ al adversario, pues eso significa eliminar la democracia como forma de gobierno que regula las normas de la política, la existencia de libertades políticas y la pluralidad de partidos.

En vez de aplastar, insinuo recordar a quienes quieren ‘aplastar’, que un buen político debería saber que al adversario político se lo combate, no se lo ‘aplasta’, pues aplastado el adversario, no hay lucha política democrática y de ahí a la dictadura hay un paso.

A cambio de que no la aplasten, ojalá que la oposición política se dote de un sano impulso para ofrecerle a Bolivia un pacto social que restañe las profundas heridas abiertas en su seno por quienes han preferido ‘aplastar’, en vez de construir. O que por ‘aplastar’ han impedido que se siga tejiendo el diverso tejido social que siempre fuimos, con más respeto a las múltiples identidades de Bolivia, erradicando los racismos y exclusiones de toda índole.

Con las armas de la democracia, sí hay que ‘aplastar’ la mentira sistemática y cínica sobre el terrorismo-separatismo en Santa Cruz. Asumo que cuando dicen que ‘aplastaron y derrotaron a los separatistas’ se refieren a los tres acribillados por los ‘paras’ del gobierno, en el Hotel Las Américas, porque aquí no hubo ni lo uno ni lo otro.

Y si algo hay que ‘aplastar’, cosa de la que no hablan en el MAS, es la pobreza y el ciclo perverso de su reproducción, una de cuyas causas es la inequitativa redistribución de la riqueza. Pero ‘aplastarla’ no se resuelve distribuyendo bonos sin sustento productivo, ni ahuyentando capitales e inversiones, a título de un anticapitalismo de pacotilla. ‘Aplastar’ la pobreza requiere de una economía política que los ‘izquierdistas’ del MAS no han diseñado.

Hay que ‘aplastar’ la corrupción, las burradas verbales, aberraciones jurídicas y la impunidad política de los gobernantes. Hay algo más que ‘aplastar’: el infame deseo de los hombres del MAS de conjugar el verbo ‘aplastar’, aplicado a sus adversarios políticos.