Los giros de América Latina

Chávez y su club ya no son tan populares en la región. Algunos ya no disimulan el desencanto.  El líder venezolano se da cuenta y quiere guerra.

ElNuevoDia Editorial El Día

América Latina ya no es la misma después del 28 de junio de 2009. Ese día, Honduras partió al continente en dos y hoy, la mayoría de los líderes de la región hacen grandes esfuerzos por parecer algo muy distinto a lo que aparentaban antes del golpe que sacó del poder a Manuel Zelaya, un líder al que algunos ya están tratando de esquivar.



Ha sido el presidente colombiano, Álvaro Uribe, el que se encargó en persona de medir el ambiente en siete países de América del Sur, usando como termómetro nada menos que el tema de las bases norteamericanas, sobre las cuales había en principio, una férrea oposición de aquellos líderes que en mayor o menor medida (las distancias son grandes) miran con simpatía al proyecto bolivariano encabezado por Hugo Chávez.

Resultado de la encuesta: sólo Evo Morales, Rafael Correa y el presidente venezolano se han quedado con sus posiciones radicales, el resto, comenzando por Fernando Lugo y terminando con Lula, uno de los que más vehemencia había expresado en relación a la presencia militar norteamericana en Colombia, decidieron contenerse y manifestaron su respeto al plan de Uribe, orientado a luchar contra el narcotráfico y el terrorismo. Salvo el peruano Alan García, se trata de presidentes orientados hacia la izquierda radical, como es el caso del mandatario boliviano y de otros, que si bien no presumen de ser fieles discípulos de Chávez, no disimulan sus coqueteos con el proyecto bolivariano. Hablamos de los casos de Argentina, Paraguay y Brasil.

Hoy, ya no parece tan fácil codearse con las ideas de Chávez, cuya toxicidad ha llegado a extremos. Su vinculación con las FARC, las fuertes sospechas de los nexos con el narcotráfico y por último, la cavernaria política que está dirigiendo contra la libertad de expresión, pueden ser muy perjudiciales para los presidentes que tienen en breve un reto electoral que no se plantea nada fácil. En Chile y en Argentina fundamentalmente, están avizorando ya, un fuerte golpe pendular en la política, algo que el presidente Morales se adelantó a reconocer hace unos días.

Precisamente en relación a lo que dijo Evo Morales, cuando advirtió que la derecha podría retornar a Chile y a Argentina y horas después tuvo que disculparse “humildemente”, es que se puede observar que la guerra fría que intenta instalar Chávez en América Latina, ya no tiene tan bien definidos los bandos. Bachelet y Cristina Fernández no se molestaron por la intromisión del presidente boliviano en sus asuntos, sino porque al usar la división simplista entre “derecha” e “izquierda”, automáticamente estaba asociando a las dos mujeres con su bando, con el de Chávez, el de Correa y también el de Ortega, mejor dicho con el club del Alba, un grupo con el que ya no queda bien salir en la foto.

Hugo Chávez está tan desesperado con el desprestigio de su club y porque no pudo sumar más integrantes a su séquito, que ya no habla de guerra en sentido metafórico. Correa lo secunda en su hostilidad hacia Colombia, Ortega se relame para que a Nicaragua vuelva la insurgencia para incursionar en Honduras y Morales vuelve a la carga contra Perú. Ellos son los incondicionales.