El Salvador: Romero, el hombre y el mito

Pese a que el Vaticano aún no lo ha beatificado, muchos llaman a Oscar Romero "El Santo de América". Es que el legado del Arzobispo de San Salvador, asesinado mientras celebraba una misa hace exactamente treinta años este miércoles, parece reforzarse con el paso de los años – y en ningún lugar esto es tan evidente como en El Salvador, donde su nombre, rostro y prédica son omnipresentes. Pero la historia de Romero -y su trágico final- son también un recordatorio amargo de los años violentos por los que pasaba este país en su época.



Su muerte y los violentos choques durante su funeral en la plaza principal de San Salvador despertaron el repudio de la comunidad internacional y avergonzaron al gobierno de Estados Unidos, que en ese momento era visto como un aliado del gobierno de derecha salvadoreño. Pero, más que nada, confirmó lo que muchos -incluido el mismo Romero- temían: que el país había comenzado a transitar de manera inevitable el camino de la violencia, que en la siguiente década dejaría más de 70.000 víctimas.

Durante sus tres años como Arzobispo, Romero pidió insistentemente el fin de esa violencia y defendió el derecho de los más pobres de El Salvador de organizarse para pedir cambio. Eso lo hizo un enemigo de la oligarquía que controlaba el país en ese entonces, y también lo enfrentó con partes de su propia Iglesia Católica. "El Arzobispo Romero era la persona más amada y más odiada de este país", Ricardo Urioste, asistente personal de Romero, le dijo a BBC Mundo. "Y como Jesús, fue crucificado".

Noticias: BBC.

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