Concesiones a los presos cubanos

guillermo-farinas Cuba se mueve. El Gobierno prevé hacer pronto concesiones a los presos políticos. Lo dijeron fuentes de la disidencia y de la Iglesia católica cubana, que con sus gestiones mediadoras de las últimas semanas se ha convertido en árbitro idóneo y factor clave de distensión. En los próximos días – según dichas fuentes-,algunos reclusos gravemente enfermos serán trasladados a hospitales, mientras que otros pasarán a cárceles cercanas a las poblaciones donde residían. No se descartan inminentes excarcelaciones, aunque estas se sustanciarán en su mayoría de manera paulatina.

No hay cifras ni plazos. Pero en los medios consultados se hablaba ayer de un primer paso de "alivio" a unos 15 o 20 presos que serán conducidos a centros médicos y otras prisiones. Los traslados podrían empezar hoy mismo.

La primera información la dio el disidente Guillermo Fariñas, de 48 años, que desde hace tres meses mantiene una huelga de hambre y sed para protestar por la muerte del preso político Orlando Zapata – el 23 de febrero-y reclamar la excarcelación de 26 reclusos muy enfermos. En las últimas horas, Fariñas rebajó a una docena la cantidad de liberaciones con la que se conformaría para poner fin a su ayuno.



El opositor recibió el sábado, en el hospital donde le suministran alimentación intravenosa, al obispo auxiliar de La Habana, Juan de Dios Hernández. Fue este enviado quien le anunció los traslados de presos, tal como el secretario del Consejo de Estado cubano había comunicado al cardenal Jaime Ortega, siempre según la versión del disidente. Fariñas valoró la decisión como una "señal de buena voluntad" que, si se confirma con garantías de que el proceso continuará, podría llevarle a desistir de la huelga.

El cardenal Ortega, principal hacedor de la mediación que está haciendo posible estos movimientos, se reunió el mismo sábado con una representación de las Damas de Blanco, familiares de los 75 opositores encarcelados en la primavera del 2003. Sin detallar el contenido del encuentro, una de las portavoces del grupo, Berta Soler, dijo sentirse "muy esperanzada" con las gestiones de la cúpula episcopal cubana.

El portavoz de la ilegal pero tolerada Comisión para los Derechos Humanos y la Reconciliación, Elizardo Sánchez, corroboró las informaciones tras haber hablado con varios familiares de presos. Algunos guardianes comunicaron a esos reclusos que debían prepararse para una "excarcelación o traslado", reveló a este diario Sánchez, quien no obstante criticó la "probable mezquindad" de las medidas; se refería a que tal vez el Gobierno evite conceder liberaciones sin cargos y se limite a otorgar licencias extrapenales, como ha hecho otras veces. De este modo, los presos podrían regresar a sus casas, pero permanecerían bajo condena.

Aunque se trate de un proceso lento y con restricciones, la apertura de una vía de solución al conflicto de los presos políticos marca un giro en la política del Ejecutivo cubano. Nunca antes se habían creado expectativas como las surgidas a raíz de la intervención de la Iglesia cubana, a la que Raúl Castro ha aceptado como interlocutor social y mediador. El diálogo se celebró e hizo oficial en una inédita reunión del presidente con el cardenal Ortega y el jefe de la Conferencia Episcopal de la isla, Dionisio García. El diario Granma y demás medios oficiales dieron amplia publicidad a la entrevista y la ulterior rueda de prensa de Ortega.

Lo que en aquel encuentro empezó a tratarse no puede compararse con anteriores excarcelaciones y expatriaciones de presos, siempre escasas y aisladas con la salvedad de la salida de 300 reclusos políticos y comunes con motivo de la visita del papa Juan Pablo II a principios de 1998.

Los gobernantes cubanos siempre mantuvieron que jamás actuarían bajo presión o chantaje, término este último con el que aludían a la huelga de Fariñas. Sin embargo, la presión sigue y Fariñas mantiene su ayuno. La irrupción de la Iglesia cubana ha permitido romper los esquemas. No representa una presión como la que encarna cualquier otro Estado, y sus líderes son compatriotas. Eso último es vital, porque salvaguarda una máxima aquí intocable: los problemas de los cubanos se resuelven entre cubanos.

La corrupción se afianza como el gran enemigo de la Cuba de Castro

Cuba es blanco de crecientes críticas internacionales por el tratamiento de los derechos humanos y por las carencias que sufren sus habitantes. La oposición interna también se ha crecido en los últimos meses, a raíz del caso Orlando Zapata y de las manifestaciones de las Damas de Blanco. La presión va en aumento por fuera y por dentro. Pero el mayor enemigo de Cuba no es ese, a decir de los propios líderes de la revolución. Tampoco lo es ni siquiera el embargo económico de Estados Unidos. La mayor amenaza reside en la propia dirección y la sociedad cubanas.

Fidel Castro lo advirtió en noviembre del 2005, durante un discurso en la Universidad de La Habana: "Este país se puede autodestruir; esta revolución se puede autodestruir, pero ellos nunca podrán destruirnos; podemos destruirnos nosotros mismos, y será nuestra culpa".

Desde que Raúl Castro tomó el relevo de su hermano al caer este enfermo en el verano del 2006, y sobre todo desde que en febrero del 2008 accedió a la presidencia, el máximo gobernante cubano y sus colaboradores digieren y tratan de expulsar amargos tragos de esos venenos que emponzoñan el pan de cada día en la vida nacional. Corrupción a todas las escalas, robo al Estado, favoritismos y privilegios, improductividad e ineficiencia. Son los ingredientes de la pócima que, como consecuencia de las disfunciones del sistema y la crisis económica general – sin olvidar los efectos del aquí llamado bloqueo del imperio-, amenazan el estómago y por ende el organismo sociopolítico de la Cuba de hoy.

Algunos datos recientes reafirman los perfiles más preocupantes de esta radiografía de negativo diagnóstico. Según la Oficina Nacional de Estadística, la producción agrícola cayó un 13% en el primer trimestre del año con respecto al mismo periodo del 2009. El clima no ayudó, como tampoco la falta de recursos. Pero nadie oculta ya que el motivo más preocupante está en los incumplimientos y la ineficacia gestora a lo largo de toda la cadena, "desde el surco hasta el mercado" (cultivo, cosecha, transporte, almacenamiento y distribución).

El retroceso resulta alarmante si se tiene en cuenta que el país se ve obligado a importar el 80% de los alimentos que consume, con una factura anual de entre 1.500 y 2.000 millones de dólares, y que por ese motivo Raúl Castro declaró cuestión "de seguridad nacional" el reto de incrementar la producción agropecuaria.

El problema de la vivienda es otra de las obsesiones del Gobierno. No podía ser de otra manera en un país de 11,2 millones de habitantes con un déficit de 600.000 hogares. Pues bien: en la reunión del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Construcción, el vicepresidente y ministro Ramiro Valdés – uno de los hombres fuertes de Castro-comunicó el pasado jueves la expulsión del 47% de los dirigentes sindicales por no haber sido capaces de frenar en seco las irregularidades y los "delitos" cometidos ante sus narices. "Cuando hay robo, no puede haber estímulo", espetó Valdés en alusión a los sobresueldos de incentivo que muchos trabajadores seguían cobrando pese a estar implicados en desvíos de mercancías. La ineficiencia y la rapiña dentro del sector son "una carga insostenible" para la economía cubana, concluyó.

Semanas antes, el respetado académico oficialista Esteban Morales dio un golpetazo en la mesa al advertir que "la verdadera contrarrevolución es la corrupción", sobre todo porque "está dentro del gobierno y del aparato estatal". En dichas instancias, dijo Morales, hay personas que "se están apalancando financieramente para cuando la revolución se caiga y otras que pueden tener casi todo preparado para producir el traspaso de los bienes estatales a manos privadas, como tuvo lugar en la URSS".

Con este panorama, no son pocos los analistas que ven las cesiones a los presos políticos como una válvula de escape que Raúl Castro, con ayuda de la Iglesia católica, ha decidido colocar en la olla cubana para que baje la presión que atenaza al país. La de fuera y la de dentro.

Tímidos y alentadores cambios

El paisaje económico es sombrío, pero se ven algunas luces aunque -por ahora- no basten para alumbrar el camino. A modo de prueba, el Gobierno cubano está introduciendo fórmulas de propiedad semiprivada y cooperativa en algunos servicios. Las peluquerías y los taxis son los primeros sectores elegidos, aunque el Ejecutivo estudia extender los ensayos a restaurantes y casas de comida. Al menos una treintena de taxistas de La Habana que dependían para todo de una empresa estatal y ganaban el equivalente a unos 15 euros mensuales están sacándose hoy más de cien euros como autónomos: el Estado les cede el coche y les vende gasolina a buen precio, y ellos pagan impuestos. Una medida similar es la que se aplica desde hace meses en decenas de salones de belleza. Actuaciones de este tipo y más amplias están en debate o proyecto.

La Vanguardia – España