El sindicalismo en su hora clave

LogoElDia En las circunstancias actuales es difícil que pueda prosperar el diálogo entre el Gobierno y la dirigencia sindical. Hay asuntos de fondo que se están discutiendo, más allá de la demanda salarial y tanto para el oficialismo como para los máximos dirigentes de la Central Obrera Boliviana (COB), resulta crucial el modo en que se resuelva este conflicto y tal vez constituya el punto de inflexión en las relaciones del MAS con los sindicatos de mayor trayectoria en el país.

La COB, la organización sindical que ha sido un protagonista político de primera línea en Bolivia, había pasado a integrar la larga lista de movimientos sociales cooptados por el oficialismo, que a punto ha estado de sepultar, tal vez para siempre, el concepto de independencia sindical. Fuerza no le falta al Gobierno para lograrlo y todo indicaba que, al fin, el obrerismo nacional había conseguido el instrumento idóneo para su ascenso político y la identificación plena con una administración estatal que hasta ahora se había portado generosa con la clase obrera.

Dentro de su maniquea división del país entre “buenos” y “malos”, como corresponde a todo régimen que aspira al absolutismo, el Gobierno convenció a la COB para que se integre a las filas del cambio, lo que para la organización sindical –la única que ha expresado una conciencia social consistente a lo largo de su historia-, estaba convirtiéndose en el tiro de gracia del sindicalismo, mucho más certero que el propiciado por el Decreto 21060, que vía la “relocalización”, convirtió a miles de mineros (la base más importante de la COB) en cuentrapropistas y pequeños empresarios informales diseminados por todo el territorio nacional.



Para el Gobierno es fundamental salir airoso de este conflicto, pues de esa manera no sólo habrá evitado que sigan activándose los resortes de disconformidad que se desataron después del 4 de abril, sino que habrá derrotado a un actor fundamental del escenario político boliviano, con suficiente capacidad como para cuestionar el perfil “popular” de esta administración gubernamental. Es por eso que desde el Palacio Quemado se hacen esfuerzos por vincular la actual ola conflictiva con una supuesta infiltración de la derecha y hasta se señala un presunto intento desestabilizador de la Embajada de Estados Unidos. Esto puede sonar ridículo dentro del país, pero en el plano internacional no deja de tener repercusiones, sobre todo cuando lo que se busca es disimular el “bautismo de fuego” del Gobierno frente a la “central sindical más importante del país”, conflicto que desde afuera siempre luce mucho más grave de lo que es.

En medio de las trampas estadísticas, ilusiones numéricas y la realidad paradisiaca que ha intentado construir el Gobierno, es difícil saber a ciencia cierta cómo se encuentra la economía del país. Hoy nadie puede afirmar con exactitud sobre la inflación, el crecimiento y ningún otro indicador. Hay indicios de que las vacas flacas pueden estar asomando, pero aún así no se sabe qué impacto pueda tener el hecho de que la COB le doble el brazo a las autoridades. Aunque no estamos muy lejos de averiguarlo. Si es que ese día llega sabremos también si hemos pasado del “país del cambio” al “país de siempre”, con los mismos conflictos, postergaciones y urgencias vividas en los últimos 185 años.

De la forma cómo se resuelva el conflicto con la COB podría surgir el punto de inflexión que marcará el futuro de este Gobierno.

El Día – Editorial