El columnista

José Gramunt de Moragas

Jos%C3%A9 Gramunt sj Las columnas periodísticas de opinión se han impuesto en la prensa como una forma de complementar y enriquecer la información simple y llana. El comentario sobre los hechos ocurridos y las previsiones sobre lo que puede ocurrir conforman un todo que el público debe conocer para vivir en la realidad y no a tientas.

Esta verdad es tanto más elemental cuanto escasean o, simplemente están casi mudos los opositores que deberían plantear nuevas ideas frente al monolitismo gobernante, al uniformismo oficialista, a la repetitiva de la voz cantante y amenazante del jefe único. Otras voces, otros conceptos, otros proyectos deberían enriquecer el proyecto político boliviano en estos tiempos de cambio. Ésta es la misión de los columnistas.



En el último año se ha producido un intenso movimiento de columnistas, de un periódico al otro, así como la aparición de otros nuevos “opinadores” hasta ahora poco o nada conocidos. La mayoría de quienes escriben esos comentarios se esfuerzan lealmente por transmitir al gran público las ideas y sentimientos de la ciudadanía. Entre las dificultades que deben superar está la del espacio que los periódicos quieran concederles.

Los “opinadores” desearían contar con más espacio. Aunque un buen comentarista puede transmitir su idea en pocas palabras, si la sabe expresar en forma ordenada, concisa y clara. El dominio del idioma es indispensable para que el comentarista no se pierda en inútiles circunloquios. Saber “ir al grano” es condición indispensable para el buen columnista.

Mientras los políticos, digamos, profesionales, están amenazados y desconcertados, los columnistas se han quedado prácticamente solos en el ejercicio del derecho a disentir. ¡Y que les dure! Ese ejercicio es tanto más necesario cuanto el hemiciclo de la Asamblea Legislativa Multinacional pasó a ser un disco rayado que repite lo que viene prefabricado desde la Presidencia del Estado.

La importancia de las columnas de opinión está en que sus contenidos se orienten al bien común de la sociedad. En que sean el respaldo a otros buenos ciudadanos que sí tienen buenas ideas pero no el tiempo para ponerse a escribirlas. Los columnistas son los llamados a hacer ese trabajo. En medio de un amplio abanico de opiniones que se transmiten por medio de los órganos de información, y en estos tempos broncos, todavía hay quien escribe con serenidad y ponderación, o quienes malhumorados y recelosos, sus plumas destilan hiel o, sencillamente se entretienen redactando una pieza intrascendente como la que Ud. tiene ante sus ojos. En esta variada oferta de opciones, les confieso que me quedo con la columna de Paulovich.

El Día – Santa Cruz