Estrategias para destruir la dominación k´hara en Bolivia

AGL Documento anónimo atribuido a Álvaro García Linera, quien ha negado su autoría. El análisis, sin embargo, reúne todas las características ideológicas del grupo “Comuna”, orientado por el vicepresidente. 

Hoy en día, en Bolivia se ha impuesto una lucha por el poder tanto a nivel material como a nivel subjetivo. Esta disputa parte del reconocimiento de que en Bolivia existe una distribución desigual del poder, en particular, del poder simbólico.

En ese sentido, lo que se busca desde una visión indígena es destruir la dominación simbólica del mundo k’ hara, es decir, la legitimidad de la representación subjetiva de lo "boliviano" y lo "occidental".



De esa manera, negando la legitimidad de lo boliviano y de todo aquello en lo que se sostiene, se intenta destruir el poder simbólico que hace que los excluidos y marginados acepten el orden de las cosas existente: el estado colonial republicano.

En las acciones del gobierno se visibiliza la intención de identificar de manera sistemática diversos sistemas de relaciones vinculados a la reproducción del poder, esto con el objetivo de invertir las relaciones de dominación.

No se trata por tanto de una democratización social del poder, sino de que los dominados de antes, hoy en el poder, construyan una red de relaciones que le permitan gobernar de manera absoluta en el tiempo. Los excluidos y dominados pasan a ser los dominadores y los dominadores de ayer pasan a ser los excluidos y dominados del presente. Para ello, a partir de la identificación de los "campos" en los que se asientan las relaciones de poder se busca invertir las relaciones de dominación. Esta operación no es única, sino diversa y específica, pues cada campo es particular.

A pesar de esa diversidad, lo que se busca en todos los casas es derrumbar las jerarquías y eliminar los desequilibrios generados por la economía de mercado y la democracia liberal, bajo el criterio de descolonización, emancipación y contra hegemonía.

Los campos constituyen un sistema de líneas de fuerza: esto es, los agentes o sistemas de agentes que forman parte de él pueden describirse como fuerzas que, al surgir, se oponen y se agregan, confiriéndole su estructura específica en un momento dado del tiempo.

Esta operación es global pues abarca los campos: religioso, cultural, económico, político, artístico, científico, salud, intelectual, internacional, entre otros.

EI intervenir de manera generalizada en estos campos pasa por la construcción de un "ojo sociológico del poder", que emula la reproducción de un "nuevo panóptico", donde los excluidos del presente son sometidos a la mirada del poder "indígena" (inteligencia de las Fuerzas Armadas).

Para realizar esta operación se trabaja en una doble dimensión de la realidad social: objetiva y subjetiva. En un primer momento, se descarta al Estado colonial republicano, sus instituciones, el sistema político, el sistema de partidos, sus representantes, sus mecanismos y sus operadores. Esto, con el objetivo posterior de crear a través de la Asamblea Constituyente las nuevas estructuras objetivas indígenas (espacio de posiciones) que les permitan influir sobre las interacciones y representaciones de la sociedad en general.

En un segundo momento, se está introduciendo a través de los movimientos sociales las categorías de percepción y de apreciación (disposiciones) que estructuran sus acciones y estructuran sus representaciones (tomas de posición). Entre ellas están las nociones de descolonización, lucha latinoamericana de los pueblos, predominio indígenas, revolución democrática cultural, estado social comunitario, movimientos sociales (lo colectivo sobre lo individual), lucha contra el imperio (contrahegemonía), lucha contra las transnacionales, lucha antioligárquica, entre otros.

Estratégicamente, sin embargo, la ruptura epistemológica del poder se ha de dar como consecuencia de la quiebra objetivista de las instituciones del antiguo régimen (Poder Judicial, poder Legislativo, Corte Nacional Electoral, Superintendencias, entre otros), así­ como de sus figuras simbólicas, líderes de partidos, ex presidentes, ex dirigentes, empresarios, propietarios de medios de comunicación, etc…

De este modo, todo símbolo de poder del antiguo régimen debe ser destruido, aniquilado, arrasado, y sus representantes humillados, perseguidos, vilipendiados para mostrar la fuerza del nuevo poder. Se trata entonces de crear en la percepción individual y colectiva, el sentimiento de inevitabilidad del nuevo orden emergente y la consiguiente necesidad de subordinación a las nuevas relaciones de dominación.

EI origen de las relaciones de dominación colonial republicana

EI tomar conciencia e identificar las relaciones de dominación de la sociedad k’ hara se constituye en la pieza fundamental para comenzar un proceso emancipatorio y descolonizador.

Esta primera tarea sirve para analizar los diferentes campos sociales y como estos se relacionan con la reproducción del poder K’hara. A partir de estas dos operaciones se está en condiciones de trazar una estrategia orientada a subvertir tales relaciones de dominación y tejer otras tanto materiales como subjetivas. Bolivia es un Estado fallido pues hasta el momento no ha logrado construir un Estado Nacional. La exclusión de la población indígena es el factor que ha hecho inviable la construcción de un estado nacional en Bolivia. Este hecho no solo responde a que es la población mayoritaria del país, sino a que es también el soporte económico del Estado.

La paradójico es que en un país mayoritariamente indígena se construyó un Estado contra lo indígena. Se consolida un Estado sin nación, un estado carente de la fuerza indígena, creado al margen de ellos y contra ellos. En esa medida, este Estado jamás pudo pensarse nacionalmente y mucho menos plantearse el desafío de ser en el mundo.

Este Estado no acabado se estructuró sobre un modelo de dominación, el cual tiene su origen en el periodo colonial, ejercido sobre la población indígena. Este modelo se baso materialmente en el control de los cuerpos indígenas en las minas y el campo, en la servidumbre y en el proceso de desterritorialización. En el plano subjetivo, en la estigmatización del idioma, la espiritualidad andina y la definición de la condición inferior de lo indígena.

Para que este modelo funcionara se realizó la repartición de tierras a través de las encomiendas, el trabajo forzado en la mita, en la hacienda y en las labores de servidumbre doméstica, incluido el derecho de pernada. Asimismo, se infravaloro el idioma originario y se extirpo las idolatrías con la evangelización.

De esta manera, se produjo un proceso de enajenación de derechos políticos, sociales, económicos y culturales. No solo se expropio los bienes materiales a los indígenas, sino su propia subjetividad, su alma.

LA GUERRA CULTURAL

Quitar el alma a los k’ haras

La destrucción del poder simbólico cultural es fundamental para la creación de nuevas relaciones de dominación indígenas. En esa medida, el principal obstáculo a enfrentar esta vinculado con las actitudes y comportamientos de los K’haras (mestizos, clases medias, medias altas y empresariales) que reproducen los valores y códigos culturales de lo "boliviano" y lo "occidental", esto es las relaciones de dominación tradicionales.

En este "campo" de batalla los símbolos culturales son fundamentales, pues al estar vinculados a la reproducción del poder fortalecen o debilitan una determinada percepción de los agentes sobre la sociedad y el mundo y de como este se halla ordenado.

Se trata entonces de modificar el conjunto de los esquemas de percepción, de apreciación y de acción inculcados por el medio social a los "bolivianos". Para ello será necesario debilitar el capital cultural de la sociedad k’ hara: modificar el valor del idioma español, relativizándolo frente a los idiomas indígenas, obligando su aprendizaje en las instituciones públicas, incorporándolo en los medios de comunicación alternativos, atravesando la nueva reforma educativa con sus contenidos (violencia simbólica).

EI debilitamiento del capital cultural de la sociedad k’ hara, a su vez, pasa necesariamente por colocar en un plano de incertidumbre el valor del conocimiento de la sociedad occidental, expresado en el conocimiento científico de los profesionales y su importancia. De ahí que se tenga que mostrar que el conocimiento y el valor meritocrático tradicionales no son valorados en la nueva sociedad, o en su defecto son infravalorados.

Consiguientemente, según los nuevos códigos será mucho más meritorio ser dirigente sindical o social que tener títulos profesionales o de especialización. La sobrecualificación en este nuevo escenario es doblemente negativa: uno porque no se reconoce el valor de ese proceso de formación y dos porque los niveles de retribución al trabajo intelectual son sumamente bajos (Se elimina de esa manera la diferencia entre el trabajo intelectual y manual).

Los mensajes al respecto son claros: si antes el mecanismo de reclutamiento en el sector publico era de carácter profesional y afín al área de desempeño, hoy en día las autoridades tienen que reflejar mas el signa étnico y social: un aymaráaen el cargo de Canciller y una trabajadora del hogar en la cartera de Justicia. Esta operación se orienta mostrar a la clase media fundamentalmente el lugar subalternizado e infravalorado que ocuparan en este nuevo orden, a partir de criterios de discriminación racial y social.

En esta misma línea de razonamiento, no son valorados los procesos de institucionalización en el Estado. Estos según, la nueva visión reflejan el conocimiento tradicional y la organización jerárquica de la burocracia, ocasionando desequilibrios técnicos Y salariales can los funcionarios públicos no institucionalizados.

La cooperación internacional es también identificada como la responsable de los mayores desequilibrios en el sector publico.

No solo por el hecho de reproducir los rasgos del personal institucionalizado, sino por profundizarlos, ya que los funcionarios de la cooperación internacional son mejor remunerados, desarrollan cierta expertise en sus áreas de competencia, influyendo de esa manera en las decisiones públicas.

A ello se suma el hecho de que se ha identificado a la cooperación internacional como la trinchera de las familias tradicionales que detentaron el poder económico y político. Es decir, el lugar donde los hijos y parientes de tales familias se posicionan, reproduciendo el poder tradicional de la sociedad k’ hara y del mundo occidental.

La estrategia para subvertir este “campo” de influencia occidental es la de reducir los salarios de los funcionarios de la cooperación internacional que trabajan con el Estado y quitar su margen de influencia en las definiciones de política pública, desconociendo el conocimiento acumulado. En suma se trata de subalternizar a la cooperación internacional al nuevo Estado, despreciando el trabajo desarrollado desde esta esfera y negando su contribución al país.

Estas acciones, sin embargo, tienen también otra intencionalidad, mostrar las nuevas relaciones de dominación en el cuerpo de la clase media, inscribir en la mentalidad de los anteriores privilegiados del aparato publico el sello del desprecio y la discriminación, tal como la sufrieron los indígenas por falta de educación y capital social (relaciones sociales).

Este proceso de derrumbe de lo que hasta hoy se conoció como la sociedad k’hara tiene un objetivo de poder muy concreto: quitar el alma a la sociedad mestiza y blanca. Los mecanismos utilizados apuntan a desestructurar las bases materiales y subjetivas que lo sostienen, principalmente a aquellos referidos a la valoración de la clase media y de los profesionales.

Ser humillados, infravalorados, maltratados económicamente, quitarles sus referentes sociales y culturales, constituyen las piezas del engranaje del poder para quitarle el sentido de vida a la clase media, su sentido de existencia, haciéndolos manipulables y sin identidad. Desconocer la utilidad de sus servicios, conocimiento y experiencia es la mejor manera de matar su alma.

Escuela y poder

Estas operaciones, sin embargo, no tienen el alcance que puede proporcionar el ejercer la violencia simbólica indígena de una manera concentrada y condensada en el seno de los centros de enseñanza. Es en la escuela, por tanto, donde se librara la disputa por los usos sociales de la cultura, como capital e instrumento de dominación simbólica.

Para esta visión, la escuela no es un lugar donde se transmiten conocimientos de manera neutra, sino el ámbito donde se impone la cultura K’ hara social mente legitima hasta el momento. Con la nueva reforma educativa se trata por tanto de subvertir la acción pedagógica, en tanto violencia simbólica, que inculca los valores de la sociedad tradicional y occidental.

Ello se plasma en las propuestas de incluir el conocimiento de los 30 pueblos originarios, la inclusión del idioma nativo en la región donde se encuentre la escuela, el conocimiento de la espiritualidad andina en contra posición a la religión católica y otras de corte occidental y el proceso de alfabetización en el área rural.

Una forma de borrar las asimetrías entre el campo y la ciudad, a su vez, se traduce en la eliminación de la distinción entre el profesor rural y el urbano. Acción que busca revertir la noción de inferiorización de lo rural respecto de lo urbano, igualando de ese modo el valor entre campo y ciudad.

Tradicionalmente se ha visto a la educación como un mecanismo de ascenso social y lugar a partir del cual se tejen las relaciones interfamiliares de poder político y económico.

Con la eliminación de las diferencias entre las escuelas públicas y las privadas, a través del concepto de "escuela única", se busca no sólo anular el privilegio de una educación de mejor calidad para los que cuentan con recursos económicos, sino romper el andamiaje social y organizacional de reproducción del poder político y económico.

Andinización de la fe o epitafio de la religión católica

EI campo de la religión es, al igual que el de la escuela, uno de los sistemas más complejos y de mayor dificultad para el proyecto indígena de disputa del poder simbólico. La iglesia católica, si bien es cierto, es el núcleo del proceso de colonización ejercido sobre la población indígena, se ha consolidado históricamente en la sociedad boliviana y es parte de los valores culturales de k’ haras e indígenas.

La religión es vista como el símbolo máximo de la dominación occidental. Ejerce un poder que mas allá de lo terrenal se ejerce sobre el alma de los pueblos, de ahí que sea identificada como nociva y corrosiva para el nuevo proyecto de dominación total.

Su peligrosidad radica no solo en el hecho del peso específico que tiene en la opinión pública, pues cuenta con el porcentaje más alto de credibilidad ciudadana, sino por el hecho de representar el símbolo de la organización jerárquica de la sociedad, principalmente la religión católica, en las

Relaciones entre el hombre y dios, sino también entre los hombres.

Es, asimismo, una de las entidades colectivas que trasciende las identidades étnicas, sociales, económicas, de género y generacionales, convirtiéndose de ese modo en el principal factor de desorganización del nuevo orden que busca una sociedad organizada en colectividades, comunas diferenciadas social y étnicamente (corporativas).

Se trata entonces de una supra colectividad, basada en hombres individuales, que atraviesa alas otras colectividades, la cual no puede ser controlada políticamente desde un punto de vista étnico y, más aun, niega la cosmovisión del los pueblos originarios.

De esta manera, al impulsar un proceso de desoccidentalización del Estado, se trata de romper con el mayor símbolo de la fe de occidente, el corazón de la cultura occidental: jerárquica, e individualista.

GUERRA POLÍTICA

Uso selectivo de la crueldad política

Bajo la lógica de subversión simbólica desde el Estado, se identifica el campo político del sistema de dominación k’ hara como aquel que articula a la anterior elite política tradicional, el sistema de partidos, la Corte Nacional Electoral y los medios de comunicación.

La estrategia utilizada para invertir las relaciones de dominación en este campo se desarrollan a través del desmontaje de la democracia, la "criminalización de la oposición", la "judicialización de la política" y la generación de una estructura alternativa para la emisión de información y construcción de sentidos colectivos.

La principal tarea para invertir las relaciones de dominación en el campo político pasa por negar los códigos y valores de la democracia occidental. Esta se basa en la fragmentación del poder a través de la formula una persona un voto. Su núcleo es individual Y ese es el principal factor a neutralizarse por parte de la nueva relación de dominación. La democracia por tanto no debe ser individual, sino colectiva, no se legitima por el voto sino por la capacidad de movilización de los movimientos sociales (abolir lo individual para imponer lo colectivo).

Se llega de este modo a concebir un concepto de democracia instrumental, sometida al arbitrio del poder, el cual definirá el límite de lo legal y lo legitimo de acuerdo a la "interpretación" del sentimiento del pueblo. No hay reglas, ni valores para esta nueva democracia subordinada al poder, solo instrumentalidad y manipulación, será solo un medio para justificar el poder.

EI desmontaje pasa entonces por identificar a los enemigos del proyecto indígena emancipador y descolonizador: los líderes de la oposición política. Para ello, apela a ataques directos a autoridades Y ex autoridades, en unos casos con el objetivo de afectar su credibilidad y presionar una renuncia y en los otros asociándolos a la cultura "patrimonial" y de corrupción del pasado.

En esa medida resultan emblemáticos los esfuerzos contra autoridades del Servicio Nacional de Caminos, Corte Nacional Electoral, Lloyd Aéreo Boliviano, Fiscales de la Republica. La judicialización de la política, asimismo, se vuelca contra los ex presidentes de la republica y Líderes de partido a los que se busca "esqueletos en los armarios", "trapos Sucios", para reabrir procesos judiciales concluidos o en su defecto abrir nuevas.

Con ello no solo se busca aniquilar la oposición sino también mostrar la "dignidad" y valentía de la nueva elite política "vengadora", la cual se encargara de defenestrar la imagen de cualquier posible alternativa de oposición política.

Acciones que necesariamente deberán contar con su correlato social, pueblos originarios y movimientos sociales que deberán participar simbólicamente en todos los actos políticos (fiesta, desfile, vigilia y chicotazos). Con ello se cumple la sentencia de "dignidad en la elite y regocijo en la multitud.

Utilizando la misma política realista de los Estados Unidos, anclada en la estrategia de "dominación de espectro global", busca crear un concepto unipolar del poder, disuadiendo a todo germen interne de disidencia, disenso y resistencia a no enfrentar la fuerza de la política indígena (chicotazos, golpes y juicios) y en último caso, movilización de los movimientos sociales, fuerza policial y militar.

Los magos de la imagen de poder

La otra herramienta fundamental para desconstituir los esquemas de percepción sociales sobre el poder y la política es el manejo de los medios de comunicación.

A diferencia de la comunicación interpersonal, donde es posible para una persona tener un largo dialogo, la comunicación a un público masivo requiere símbolos que puedan abreviar ideas complejas que son comprensibles para mas personas.

En esa medida, mientras que la coerción es ejercida por los movimientos sociales, la justicia y los aparatos de represión, la manipulación y la persuasión se desarrollan maestramente a través de la utilización de diversas habilidades y recursos comunicacionales.

EI impacto mediático y simbólico, consiguientemente, es prioritario para la agenda gubernamental. La imagen de poder se construye con cada evento político y cada partido de fútbol del Presidente de la Republica (lo popular), con la utilización de fechas simbólicas, la utilización de las Fuerzas Armadas y la Policía para los "spots" televisivos del gobierno, la utilización de los fines de semana y horarios de madrugada para marcar la agenda mediática de información de la semana.

En cada evento político de impacto, el Presidente no debe estar solo, debe estar acompañado de la multitud (indígena – popular), mostrando que tiene el poder de las masas, de los movimientos sociales, quienes son reclutados organizados y transportados por el gobierno a los lugares de concentración. La movilización permanente se entrecruza en esta estrategia como requisito de la participación de los movimientos sociales en la política.

Mientras ellos se movilizan las decisiones se toman en la cúpula.

Debe mostrar, asimismo, en los eventos internacionales que es un líder excepcional. Para ello, con el objeto de cubrir sus /imitaciones, debe primero que nada mostrar su condición indígena y la situación de humillación que han sufrido los pueblos originarios, para luego mostrar su "dignidad" increpando a los poderosos.

Esta operación pasa incluso por la vestimenta y el español mal hablado, que se convierten en una ventaja como símbolo de su condición popular. A ello se acompañaran movilizaciones de las organizaciones sociales alternativas y antiglobalizadoras, las cuales son utilizadas para consolidar la imagen de poder internacional del Presidente "indígena".

Estas artes ilusorias muestran un gran manejo mediático manipulatorio. No solo se construye una imagen de poder personalizado, sino que se avanza en la lucha del poder simbólico, frente a masas que a pesar de no cambiar su situación económica se sienten orgullosas con los discursos altisonantes y las poses de dignidad de un "mitimae" quechua en tierra aymara.

Para contrarrestar el poder económico de los medios de comunicación privados y su poder para construir las percepciones colectivas en el campo y la ciudad, se genera una cadena de radios populares que trabajen monopólicamente en la construcción de un sentido colectivo indígena anti k’hara. Para ella, son buenos los militares cubanos y venezolanos que vestidos de animadores sociales y médicos muestran, al igual que la cadena TELESUR, las bondades de la revolución latinoamericana. EI derecho a la palabra par tanto deberá ser expropiado a los detentadores del poder oligárquico y sus instrumentos: los periodistas. En esa medida, la /libertad de expresión es nociva, porque no garantiza el eco de las palabras del Presidente, porque puede ser germen de disenso y apoyo de formas alternativas de poder al modelo indígena.

Estos mecanismos de subversión institucional se complementan con la manipulación discursiva. Esta será capaz de construir la imagen del "enemigo": de la elite política tradicional, la oligarquía cruceña y el imperio. Todo lo que salga mal al gobierno se vuelca sobre estos nefastos enemigos. Son "unos cuantos" y "no representan a nadie". Se debe hacer escarnio y mofa de ellos para divertir al pueblo.

Parece jocosa, pero es parte de una estrategia de los magos extranjeros de la palabra. Asimismo, se dicotomiza la relación entre lo bueno y lo malo. Lo bueno será expresión de lo indígena popular, de los patriotas, defensores de los recursos naturales, los nacionalizadores, los pobres, los excluidos, los que pusieron los muertos, los marginados que ahora tienen el poder.

En contra partida serán los enemigos los antinacionales, los vende patria, los enemigos de la nacionalización de los recursos hidrocarburíferos y naturales, los autonomistas que quieren fracturar al país, son los ricos de antes, los defensores del imperio y de las transnacionales, los que tuvieron el poder por más de 20 anos, aquellos que deben ser castigados.

Esta batalla mediática no tiene tregua ni cuartel pues se inicia en la campana electoral para ganar la presidencia, continua con la gira presidencial antes de su posesión oficial, con la nacionalización de los hidrocarburos y en el último periodo con la asamblea constituyente.

EI colofón de estos juegos de la palabra se localiza en la construcción de la identidad colectiva de lo indígena. Se trata de un juego donde se desea destacar "diferencias notorias", que enfrenta a los indígenas contra los otros grupos. Es un proceso de construcción de identidad a la contra.

No se trata de un grupo nacionalitario subordinado en el seno del Estado que busca su reconocimiento, se trata de un grupo que ha tomado el Estado y quiere imponer una identidad indígena como proyecto único multihomogenizador, es por tanto un proyecto nacionalista o multinacionalitario.

Para ello, el juego de poder utiliza el apego a la identidad étnica y comunitaria como factor de articulación política e ideológica. Utiliza en su estrategia discursiva el doble discurso: incendiario, nacionalista agresivo, intimidatorio hacia adentro y de solicitud de "apoyo para gobernar" en el exterior, solicitando apoyo y comprensión para la situación de la población indígena. En esta estrategia hay algo borroso, que no se ha explicitado, es precisamente el doble componente contrahegemónico y descolonizador del proyecto estatal indígena. Es decir, la búsqueda de un orden institucional social y comunitario a partir de un "Liderazgo ideológico cultural" de clave étnica. Tal proyecto asimila consiguientemente la relación entre dirección ideológica (hegemonía, sociedad civil) y dominación político – militar (dictadura sociedad política) del "bloque histórico" cocalero indígena popular.

GUERRA ECONÓMICA

Destrucción y creación del capital económico

Los recursos materiales, el capital económico, son centrales para el análisis de los esquemas de dominación que se reproducen en la sociedad boliviana. Estos recursos han servido al potenciamiento de la burguesía creada a partir de la revolución nacional de 1952, la cual parió un empresariado dependiente del Estado y por ello mismo se constituye en uno de los principales soportes del sistema de dominación k’ hara oligárquico.

Quitar a ese empresariado y a las clases medias sus recursos materiales (cerrar mercados y reducir salarios respectivamente), en una palabra empobrecerlos, se constituye en una estrategia para anular su capacidad de influencia en relación al poder y al Estado.

Para ella, es imprescindible anular el peso del empresariado individual, la propiedad privada (tierras, bienes inmuebles), la influencia del dólar americano y la capacidad de acumulación, ahorra y generación de riqueza del empresariado y la clase media. Con tales acciones se romperán los mecanismos de reproducción de las asimetrías y desequilibrios sociales, generados por el capital económico.

Las acciones ya impulsadas para alcanzar tales objetivos se vinculan al proceso de nacionalización de los recursos naturales y de sectores estratégicos, la revolución agraria, el control del bolsín, el bloqueo de las redes de vinculación comercial empresariales y nacionalización de la banca.

En contra partida, se reorientaran los recursos del proceso de nacionalización de los hidrocarburos hacia YPFB, como partera de una nueva burguesía colectivista, la redistribución de tierras a comunidades y no a personas, la reducción del peso del dólar americano y la creación del Tratado de Comercio de los Pueblos. La nacionalización en este marco se convierte simbólicamente en la destrucción del mito del poder transnacional. Desde la toma simbólica del pozo petrolero de San Alberto en el Chaco tarijeño, que atesora más del 9o% del gas y petróleo de Bolivia, y de las gasolineras en las ciudades por las Fuerzas Armadas y la Policía, el discurso oficial ha tomado como bandera la refundación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales de Bolivia.

Crear la imagen de la muerte del proceso de capitalización y cubrir con una comunicación borrosa el hecho de que esta nacionalización no expropia nada, constituyeron parte de la estrategia mediática para posicionar en la gente la idea de una agresiva medida del gobierno.

Sin embargo, esta "nacionalización" busca en lo concreto recaudar mayores recursos para el Estado, los cuales sin embargo deberán dirigirse a la refundación de YPFB, que tiene la misión de convertirse en la partera de una nueva burguesía indígena popular.

Si bien el problema de la tierra es real, en la medida que cerca del 9l% de las tierras cultivables está en manos de 300 o 400 familias, la solución que se ha planteado no atiende a solucionarlo desde un punto de vista económico, por el contraria, se lo hace desde una perspectiva política.

EI manejo mediático y el discurso oficial volcado violentamente sobre los grandes terratenientes, han cubierto el hecho de que tal reforma se concentra en las haciendas improductivas, terrenos agrícolas no utilizados, no habiéndose orientado esta política a un proceso de expropiación de tierras como tal.

Sin embargo, las acciones y las palabras deben cumplir una función simbólica para la nueva elite en el poder. Deben crear la imagen de un cambio del mundo, con lo que se asegurara soporte político para la Asamblea Constituyente en la que se apuesta por un cambio de la institucionalidad del Estado, el proceso de destrucción material del antiguo orden.

La que si se hace evidente es que esta nueva revolución agraria no pasa por la propiedad individual, sino por la propiedad colectiva de la tierra, la cual debe ser administrada por comunidades trasladadas desde diferentes parte del país.

Se trata, como en el incario de encomiendas estatales para ocupar terrenos extraños y por conquistarse. Desde un punto de vista político, obviamente, son migraciones que perforan el dominio tradicional de la tierra y alteran las relaciones sociales, políticas y económicas de las zonas elegidas como polos de penetración étnico-territorial.

Los nuevos cocanis o la "burguesía" cocalera

EI corazón del nuevo "bloque histórico" en el poder es el sector cocalero. Este sector conjuntamente la población indígena constituyen la vanguardia del nuevo bloque revolucionario, que en alianza estratégica con los sectores más duros con capacidad de movilización (mineros cooperativistas, juntas vecinales de EI Alto y maestros rurales) e intelectuales, posibilitan la unidad entre gobernantes y gobernados, dirigentes y dirigidos, intelectuales y masa. Como corazón de este bloque, los caleros no solo deben empoderarse políticamente sino también económicamente. Para ello como estrategia de enriquecimiento y capitalización se luchara para que la hoja de coca sea retirada de la lista I de la Convención Única de Naciones Unidas sobre Estupefacientes de 1901. De ahí que, como en los otros campos de batalla se debe despenalizar y desestigmatizar la hoja de coca y modificar sustancialmente el enfoque de la lucha contra las drogas, convirtiendo a la hoja de coca en un tema productivo de desarrollo integral, alejado de la problemática de las drogas.

EI retirar la hoja de la coca de la lista de Estupefacientes busca mas allá de la retórica cultural e histórica, abrir los mercados legales de la hoja de coca y de sus derivados, convirtiendo a este producto en uno de los de mayor potencial económico, concentrado monopólicamente en las regiones de Chapare y Yungas de La Paz.

Esta apertura significaría dar un fuerte impulso al proceso de industrialización de la hoja de coca, que a su vez incidiría en la capitalización económica del sector cocalero, sentando las bases para la creación de una nueva burguesía agro exportadora parida desde el Estado, que sustituiría la del oriente.

Esta estrategia tiene correlato con el intento de crear redes de productores originarios (empresas comunitarias) que den sentido y consistencia a la idea del Tratado de Comercio de los Pueblos. Estas redes orientadas a la producción, cultivo y exportación de productos originarios (quinua, camélidos, textiles, etc.) se desarrollaría a través de las redes del "Comercio Justo", con lo que el empresariado comunitario también será parido desde el Estado, en desmedro de las iniciativas individuales, las cuales no son parte de la agenda gubernamental. Tales acciones, asimismo, permitirían construir redes económicas de comercialización alternativas a las del comercio internacional neoliberal y sus condicionamientos legales e institucionales como parte de una lucha contrahegemónica planetaria.

CONCLUSIÓN

La lucha por el poder en Bolivia es total, no solo abarca el control de las instituciones del Estado y de la sociedad, sino que busca el control de la subjetividad de los individuos, el mundo de la construcción de las percepciones colectivas, relaciones de sentido, se trata, por tanto, de una guerra fundamentalmente cultural y simbólica.

Es evidentemente una lucha impulsada desde el Estado y paradójicamente orientada a su propia aniquilación. EI Estado colonial y republicano ha sido tomado por la multitud indígena y popular y a partir de él se arremete contra todo lo que sea soporte de las estructuras de dominación precedentes: cultura, política, economía, sociedad.

Con ello se ha instaurado una guerra de posiciones en diferentes frentes, pero fundamentalmente en el ámbito social. La toma de organizaciones sociales, sindicales, cívicas y toda forma asociativa se constituyen en una estrategia que trata de hegemonizar la sociedad.

Por su parte, la lucha en los "campos" de poder abarca a todas las personas y organizaciones económicas, sociales, políticas y culturales, consolidando de esa manera un proyecto de dominación de espectro global a nivel nacional.

La lucha simbólica del poder impulsada en esta última etapa tiende a quitar al mundo k’ hara, boliviano occidental, la legitimidad de su existencia, es decir, su razón de existir socialmente, la razón que justifica su existencia, su forma de vida.

Quitarle al k’ hara su capital económico, social, cultural y político se convierte par tanto en una estrategia de poder mucho más incisiva y sutil. Empobrecer al k’ hara, romper sus relaciones sociales y mecanismos de ascenso y reproducción social, menospreciar la formación académica, sus meritos y reconocimientos, así como destruir sus referentes simbólicos de pertenencia nacionales (himno, bandera, etc.), todo ello busca quitarle su sentido de vida.

En el terreno de la política, sin embargo, si bien el proyecto "indígena" es multidimensional y se implementa en varios frentes de confrontación, las sedimentaciones culturales muestran que son fortalezas aun pétreas, a pesar del derrumbe institucional del estado colonial republicano.

En esa medida, conquistar el alma de los k’ haras será una tarea ardua, pues estos no renunciaran de manera voluntaria a su forma de vida, a su mundo y sentido de vida. La única vía posible, consiguientemente, es la impulsada a través de la Asamblea Constituyente.

Este escenario permitirá por tanto derrumbar objetivamente los soportes simbólicos de la cultura k’ hara y la forma de organización del Estado y de la sociedad. A partir de esta operación, al menos en teoría, se piensa que se allanara el camino de la conquista de su alma e identidad, se lo hará invisible, no reconocido social, cultural, económica, ni políticamente, se los hará "insignificantes".