Esa proscrita y casi extinta concisión informativa

Prensa Latina Logo_Mini Recuerdo a un barbado y menudo docente de semiótica que solía lamentar que "la concisión es un ingrediente que cada vez menos brujos utiliza para preparar conjuros", en sutil alusión al poco rigor sintáctico y estilístico que ya empezaba a cundir en buena parte del periodismo radial y televisivo allá por 1999.

No se refería sólo al desdén de las nuevas generaciones de periodistas por las reglas gramaticales, sino a la escasa concisión en la forma de expresarse, ya sea escrita u oralmente, que empezaban a exhibir los noticieros, pletóricos de recursos técnicos, pero cada vez más carentes de rigor en la reelaboración y tratamiento de los hechos.

En puertas del siglo XXI la adjetivación del hecho informativo, como mecanismo de inducción a la formación de criterio sobre la noticia, ya afloraba como una amenaza al derecho a la información, un bien público que, olvidando entelequias como "imparcialidad" u "objetividad", debe administrarse con brevedad, exactitud y precisión.



De entonces a ahora, pretextando una revolución cultural contra la "tiranía" de la gramática castellana, las cosas empeoraron tanto que ya sólo pensé hallar concisión en textos de los redactores de diarios y de las agencias de noticias. Qué error el mío.

El pasado 17 de noviembre Erbol publicó un cable noticioso de la cubana agencia de noticias Prensa Latina, fechado ese día, que atribuía a la boliviana Agencia de Noticias Fides (ANF) haber dado cuenta de una cuestionada visita de delegados de la organización UnoAmérica al Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).

La descriptiva de contexto y la genealogía de los actores, que Prensa Latina atribuía a ANF, estaban cargados de tanto adjetivo calificativo que habría bastado para reprobar a un estudiante de Periodismo, por falta de concisión en el tratamiento de los hechos.

Según Prensa Latina, la agencia Fides informó que el presidente del CELAM, el obispo brasileño Raymundo Damasceno, "recibió y bendijo" a delegados de UnoAmérica, entidad "fundada por ex miembros de dictaduras militares". Además ANF habría citado que UnoAmérica "lamentaba" el avance de un proyecto "materialista y ateo" – en alusión a los países del Foro de Sao Paolo -, que buscaba "acabar con la democracia" e implantar un modelo totalitario "contrario a nuestras raíces cristianas".

Indignada por tanta subjetividad, simplemente fuera de lugar en una agencia de noticias, empleé ese cable en preparar un estudio de caso sobre el uso excesivo e intencionado de adjetivos en la redacción periodística, en tanto aguardaba la versión oficial del cable de ANF, citada como fuente de la nota de Prensa Latina y la publicación web de Erbol.

Grande fue la sorpresa al recibir el texto original de ANF, publicado por diarios del interior ese día, pues no incluía ninguna de las adjetivaciones oficiosas y superlativas que criticaba mi artículo. No daba cuenta de "bendiciones" a "ex golpistas" ni calificaba de "materialista y ateo" al Foro de Sao Paolo, menos de ser una amenaza a "nuestras raíces cristianas". El artículo era, en pocas palabras, una concisa pieza informativa.

No obstante, mi artículo estaba preparado, el ánimo predispuesto y la esencia del problema no se había alterado más allá de los agentes circunstanciales, así que cambié la sigla ANF por la sigla PL y sinteticé en 3200 caracteres una crítica a la falta de rigor informativo, a cómo la subjetividad se torna en adjetivación y la adjetivación en un arma letal cuando hasta las agencias noticiosas quedan en medio de la guerra entre el derecho a la información y la censura gubernamental.

En medio de esta guerra sin cuartel que el Estado Plurinacional le ha declarado a la libertad de expresión, es imposible dejar de notar que ciertos medios han tomado partido, atentando no sólo contra otras agencias, sino contra una concisión periodística y un rigor informativo amenazados de extinción ya no tanto por la ley del menor esfuerzo, sino por el uso político de los medios.

Opinión – Cochabamba