La magia de los 20.000 dólares por habitante

Agustín Saavedra Weise*

ASW Según una reciente nota del investigador chileno Alejandro Sáez Rojas, cinco países, además de Chile, están en la ruta de superar los $us 20.000 de ingreso por habitante. Ellos son el estado caribeño de Antigua y Barbuda, Uruguay, los países bálticos Letonia y Lituania y la Federación Malaya. Se considera que la cifra de ingreso por habitante mencionada es la llave para ingresar al círculo privilegiado de las naciones desarrolladas. Los inminentes miembros del club tienen cada uno sus problemas y están tratando de resolverlos, pero es un hecho que —con naturales altibajos determinados por la crisis financiera, desastres naturales y el precio de las materias primas— Chile y el quinteto están en camino hacia una zona exclusiva que los aleja de la pobreza y de la clase media internacional.

En conformidad con datos de conocimiento público, Chile se transformará este año en la quinta economía más grande de América Latina, desplazando a Colombia del lugar que tradicionalmente ocupaba en el ranking regional. A la cabeza de la región está Brasil seguido de México. En tercer lugar —aunque a una distancia considerable de los dos gigantes regionales— se ubica Argentina y en cuarto lugar se mantiene Venezuela. Estos rankings se basan en montos globales del Producto Interno Bruto (PIB) o sea, el valor total de la producción corriente de bienes y servicios finales dentro de un cierto período de tiempo, normalmente un año. Al dividir el PIB entre el número de población se obtiene el ingreso por habitante, también llamado PIB per cápita (p/c). Si bien éste no refleja la adecuada distribución interna de riqueza, el indicador marca una notable diferencia con respecto al PIB global en términos cualitativos. Brasil ronda los 10.000 PIB p/c; Argentina roza los 13.000 y México otro tanto. Todos están a buena distancia aún de los mágicos 20.000 y, ciertamente, muy lejos de países como Lichtenstein, Luxemburgo, Noruega, Singapur, Suecia, Dinamarca y la generalidad de las economías industrializadas. El camino a recorrer es largo, pero el ingresar aunque sea en la parte baja al club de los desarrollados es en sí un gran evento. El proceso requirió constancia, estabilidad, reglas claras del juego y certeza jurídica en las seis naciones que hemos mencionado. Ahora reciben su premio.



Bolivia felizmente ya no se encuentra en extremos de pobreza, pero seguimos a distancia sideral de Suiza. Al respecto, recuérdese una vez más que oficialmente el propio Jefe de Estado, don Evo Morales, afirmó hace tres años que alcanzaríamos a Suiza en los próximos 15 años. Con las actuales tasas de crecimiento, eso es misión imposible.

La llave del camino hacia el desarrollo está en lograr adecuados niveles de fomento a las inversiones y a las exportaciones, junto con un conjunto de medidas estables y atractivas tanto para locales como para foráneos. Sobre esa base esencial, deben generarse tasas muy por encima del crecimiento vegetativo de la población y por varios períodos consecutivos. Asimismo, antes de distribuir la riqueza hay que crearla. Esto es vital, debe tenerse siempre en cuenta. Bolivia crece, sí, pero podría haber crecido mucho más de contar los agentes económicos con los estímulos adecuados. No veo en el mediano plazo ninguna posibilidad de alcanzar a los países mencionados al principio de esta nota; mucho menos, el sueño (o ilusión) de igualar a la pujante e industrializada Confederación Helvética.

*Ex canciller y economista

La Prensa