Limpieza étnica y política en Bolivia

Walter Arrázola*

walt_thumb_thumb Con la conformación del Estado etnocentrista en Bolivia, al que el régimen le llama plurinacional, sustentado ideológica, doctrinal e institucionalmente en la nueva constitución con la catalogación de la ciudadanía política y quienes pertenezcan o no a un pueblo “indígena originario campesino” se ha empezado con la limpieza étnica y política en Bolivia. Esto va acompañado, como todo gran proyecto, de otras variables como son la reciente aprobación de la ley de educación, ley contra el racismo y la ley marco de autonomía. Esta última centraliza todos los recursos y competencia de políticas públicas y gestión al nivel central, que junto con las otras leyes se tiene el andamiaje para consolidar en Bolivia un etnonacionalismo, acompañada con el adoctrinamiento cultural y hasta religioso representado por la madre tierra o pachamama.

Los mestizos, en el oriente los cambas, ya no son problemas en la Bolivia etnocentrista pues solo representan a las comunidades interculturales, es decir son cuasi parias del Estado.



A quienes se opongan a la nueva cultura impuesta, y la metafísica cosmovisión del Estado, se les perseguirá política e institucionalmente con impuestos internos, denuncias penales de racismos y procesos de toda índole. A los menos revoltosos se los disuadirá o se los someterá con el clientelismo político del Estado, las dadivas o concesiones Estatales en bienes o servicios a los más aventajados o clases más acomodadas.

Esto se consolidará con la autoidentificación constitucional que obliga a las personas a elegir ser unas de las 36 etnias permitidas por el régimen, e inscribirse en el “único partido político del cambio”, que con el tiempo se convertirá en un monopartidismo, y quienes pertenezcan a él junto a su autoidentificación, podrá lograr tener un estatus social ascendente, influencia política y poder económico, dentro de las estructuras de poder del régimen de Evo Morales.

Solo dos etnias o pueblos indígenas son importantes para el proyecto político de Morales, las demás son utilitarias para el fin político. Del cien por ciento de los indígenas en Bolivia, el noventa por ciento son Aymaras y Quechuas, en el Occidente del país, los otros treinta y cuatro apenas alcanzan al diez por ciento y viven el Oriente. Eso sí, estos diez por ciento tienen su territorio ancestral o viven en dos tercios del territorio del Estado Plurinacional. Su aniquilación, la toma de su tierras es cuestión de tiempo, en nombre del “Campesino” podrán usufructuar y expropiar las tierras a los indígenas del Oriente.

Logrado esto, se estará ante la presencia de una imposición hegemónica de tipo cultural y un colonialismo interno, controlado por un monopartidismo y una sola verdad, simbólica y cultural, una cosmovisión religiosa e histórica, expresada en un solo método científico válido o epistemológico creado: el marxismo indigenista.

A nuestros hijos se les adoctrinará con la lucha anticolonial, que todo fue malo antes de la colonia. Se les educará en el mito del origen (indígena originario campesino), donde la tergiversación y falsificación de la historia, de los procesos emancipatorios de América Latina serán la base, junto con la destrucción de los valores occidentales universales, del individualismo y del libre mercado, los que no tendrán cabida en la nueva educación plurinacional.

Quien desmienta u objete al Estado etnocentrista será un racista, un ignorante, o estará con “teorías o paradigmas positivistas” anacrónicos ante el proceso de cambio, frente a los nuevos paradigmas de la cosmovisión indígena originaria campesina, creadas e inventadas por los intelectuales del régimen.

Nuestros hijos deberán aprender que el indígena era superior a cualquier cultura, visión u organización económica o política. Claro que no de toda la cosmovisión indígena, sino la que representa la reconstrucción del Tahuantinsuyo, representada en la retórica nacionalista por el Aymarismo. La categoría sociológica del “campesino” ha sido indigenizada y cualquiera que se catalogue como campesino o indígena u originario, será superior a los otros.

En el nombre del “campesino originario” se realizará el genocidio cultural e identitario más grande en la historia de América en el siglo XXI, con la complicidad de las Naciones Unidas y la OEA, con una supuesta legalidad constitucional y normativa y en aplicación a supuestos derechos ancestrales, para que los de indígenas de tierras altas, Aymaras y Quechuas, tomen posesión y destruyan los bosques naturales, reservas forestales de las tierras bajas.

Lo peor de todo que a los indígenas de tierras bajas se les expropiara su ser, su cultura, su habitad y quedarán asimilados junto con los mestizos a la construcción homogeneizadora del nuevo ser Boliviano: el aymarocéntrico.

Al menos que estos pueblos resistan, ante la violenta arremetida, y en una alianza con los mestizos de tierras bajas, busquen los mecanismos idóneos y necesarios para hacer frente y frenar este genocidio etnicocultural. Lo que sucedería sería impredecible, que Dios nos guarde de ello.

* Ex diputado nacional