El gobierno del MAS: ¿de la evolución a la involución?

Handel Guayasamín*

Dibujo Sorprendido por el rumbo que está tomando el proceso boliviano y motivado por mi larga relación con Bolivia y con su pueblo, me animo a escribir esta nota, que espero tenga eco en los dirigentes del MAS, en los funcionarios del actual gobierno y en el propio compañero presidente Evo Morales.

Pocos países de América Latina han tenido una historia tan dramática como Bolivia. De los señoríos originarios al coloniaje extractivista y genocida; de las luchas independentistas a la república de patronos, hacendados y “barones” del estaño; de la revolución nacional a la traición a la nación y a los sectores populares que la impulsaron; de la guerrilla del “Che” a las dictaduras sangrientas y entreguistas; de la apertura democrática a la utopía de la democracia plena.



En Bolivia, desde hace más de 500 años, los pueblos y nacionalidades indígenas siempre fueron sometidos y explotados. La exclusión de éstos fue siempre “lo normal” durante toda la colonia, la república, las dictaduras y la democracia reciente. La victoria del MAS en diciembre del 2005, que llevó a Evo Morales a la presidencia de la republica en enero del 2006, abrió un proceso inédito en Bolivia y en toda América: por primera vez un representante de los pueblos originarios llegaba al gobierno y al poder.

Todos los sectores democráticos de Bolivia y del planeta, vimos con orgullo y satisfacción este hecho que venía a resolver un viejo anhelo: Bolivia, finalmente, sería gobernada por “los propios”.

Para que esto ocurra en democracia, muchos hombres y mujeres tuvieron que enfrentar a gobiernos entreguistas y dictaduras sanguinarias. Muchos bolivianos y bolivianas fueron exiliados, torturados, encarcelados y asesinados. Los que sobrevivimos a estas gestas, apoyamos esperanzados el advenimiento del gobierno del MAS, porque considerábamos que el sacrificio no había sido en vano.

El ascenso democrático al poder del compañero presidente Evo Morales significaba también que el fantasma de la guerra civil y el de la confrontación regional “colla-camba”, se resolverían en democracia.

Quienes conocemos entrañablemente Bolivia, porque la hemos vivido, amado y luchado, sabíamos lo difícil que sería la tarea del compañero presidente Evo Morales y de su partido, el MAS. Existía y todavía existe un gran reto para los actuales gobernantes: transformar, en democracia, las caducas estructuras de Bolivia y refundar, en democracia, la nueva institucionalidad político administrativa del estado boliviano, a fin de que garantice la equidad, la justicia, la libertad plena, la inclusión social, la participación ciudadana, la integración nacional y latinoamericana, la igualdad de género y de oportunidades, el respeto a la diversidad cultural, el fortalecimiento de los pueblos originarios y de las identidades nacionales, la protección y conservación de la Madre naturaleza, en suma: el buen vivir.

Este gran reto se complica mucho más porque, para los actuales gobernantes, existe una clara contradicción de tipo cultural, ya que su cosmovisión andina-aymara -sustentada en valores como la solidaridad, la armonía con la Pachamama y la reciprocidad-, difiere en mucho de los valores propiciados por la cultura occidental (mercado, rentabilidad, individualismo y consumismo); y, por otro lado, los sistemas de gobierno de las comunidades originarias (quechuas, aymaras y amazónicas), poco tienen que ver con las estructuras democrático-burguesas heredadas de la revolución francesa que han sido perfeccionadas por los estados democráticos contemporáneos. Para agravar este panorama, es indudable que existía y existe en el actual gobierno del MAS, una falta de experiencia, de formación y de cuadros técnico-políticos para el manejo de las complicadas estructuras del estado democrático boliviano, de sus instituciones, de sus leyes, sus normas y procedimientos.

El próximo mes de enero del 2011, se cumplen cinco años de la ascensión del compañero Evo Morales a la presidencia de la república y del MAS al gobierno, tiempo que ya ha permitido tener resultados de significación, pero no los necesarios ni los suficientes; y, porque estamos conscientes de la magnitud de la tarea a realizar, asumimos una posición madura y consecuente: apoyando y difundiendo la validez del proyecto y del proceso. Debíamos darle tiempo al proceso y ser tolerantes con el desarrollo del mismo, ya que el actual gobierno tenía inclusive el “derecho a equivocarse”, pero no tanto. No podemos, con estos antecedentes y en este contexto, ocultar nuestra enorme preocupación respecto de los graves equívocos cometidos, la poca concreción de resultados y lo más grave, la prepotencia, la intolerancia y el autoritarismo con el que el compañero presidente Evo Morales y su gobierno pretenden ocultar sus errores y acallar cualquier posición crítica, por legítima y necesaria que esta sea.

Parecería que, nuevamente, la condición humana –que es capaz de llevar al ser humano al sacrificio o a la barbarie- está llevando al proceso boliviano a una peligrosa desnaturalización. Dicen que lo real y profundo de cada ser humano aflora con el ejercicio del poder, que es corrosivo y que, al perforar la piel, permite que aparezca el interior de cada persona, en el ejercicio –o usufructo- del poder.

Luego de cinco años de gobierno del compañero presidente Evo Morales y del MAS, constatamos con indignación que se está produciendo un quiebre antidemocrático, revanchista y autoritario. Sólo así se entienden los actos de persecución política en contra de todo aquel que disienta de la voz oficial. En los últimos tiempos, con una frecuencia que es cada vez mayor y por tanto cada vez más preocupante, el gobierno del compañero presidente Evo Morales, recurre al uso de la fuerza, de la cárcel, del hostigamiento y de la violencia en contra de todo aquel que se permite criticar u oponerse a las equívocas determinaciones del régimen o a “la verdad” del gobierno.

Juicios sin el debido proceso, inculpaciones calumniosas a hombres y mujeres de probada integridad -que con su vida de servicio a su país y a su pueblo han dado cuenta de sus convicciones y enterezas- son ahora el pan de cada día en “la labor” del gobierno. En lugar de hacer la transformación –con cinco años en el gobierno, ya no son tiempos de campaña electoral- ahora el gobierno no deja de insultar, de agredir y de transgredir toda norma y toda ley, para demostrar su hegemonía.

¿Será sólo por intolerancia? ¿Será por temor? ¿Será porque la prepotencia y el ego -alimentados por los cortesanos de turno- han mellado la personalidad del compañero Presidente? ¿O será porque existen otros derroteros, de carácter antidemocrático y caudillista, los que se quieren imponer en Bolivia?

Todos quienes confiamos y apoyamos este proceso esperamos rectificaciones inmediatas. Las grandes tareas de la revolución boliviana todavía están muy lejos de ser alcanzadas.

La equidad, la justicia, la libertad plena, la inclusión social, la participación ciudadana, la integración nacional y latinoamericana, la igualdad de género y de oportunidades, el respeto a la diversidad cultural, el fortalecimiento de los pueblos e identidades nacionales, la protección y conservación de la Madre naturaleza, en suma: el buen vivir, es la gran tarea que, en democracia se planteó y que, en democracia debe alcanzarse.

Los verdaderos revolucionarios no podemos cometer los mismos errores que caracterizaron a quienes siempre combatimos.

Rectifique, compañero presidente Evo Morales.

*Connotado arquitecto ecuatoriano.