Sin GPS…

Cayetano Llobet T.

cayetano5_thumb_thumb-110x110 Tengo la leve impresión de que el gobierno de don Evo Morales atraviesa uno de esos momentos que sufren algunos pilotos del rally Dakar: está ligeramente desorientado. Entiendo perfectamente que su acto de soberbia política traducido en la dictación del más espectacular gasolinazo de toda la época democrática pensando que no iba a pasar nada, sin sospechar la reacción automática del conjunto de la sociedad, ¡especialmente los suyos!, llamándolo “traidor”, la necesidad del reculazo de emergencia, la ruptura de su encanto con las masas, puedan provocar momentos de parálisis, de dudas, de miedo a nuevas iniciativas y, sobre todo, la tentación de la improvisación ante todo lo que hay parchar: porque en el choque no hubo muertos, pero sí daños.

Hay muchas cosas que sigo sin entender: ¿por qué aferrarse a un equipo que, ciertamente, no es el más brillante ni mucho menos? La única característica descollante de ese equipo es su humilde fidelidad al Presidente. Fidelidad que, en este caso, ni siquiera llega a virtud porque es una actitud de pura conveniencia, no de principio. Ninguno de los colaboradores del Presidente -incluyo al Vicepresidente- tiene un mínimo de capital político propio. Son lo que son y valen lo que valen, por la única y exclusiva circunstancia de estar con Evo. ¡Sin Evo, ninguno de ellos es nada!



Después de haber confesado el mayor de sus fracasos, la nacionalización de los hidrocarburos, después de haber admitido que la política de subvenciones es suicida, después de haber lucido cátedras sobre la importancia de la competitividad en los mercados internacionales, no sólo siguen subvencionando la gasolina -¡quiero conocer al próximo macho que anuncie un aumento en los precios!-, sino que tienen que comprar en el exterior, a precios más caros, artículos de primera necesidad como azúcar y harina, venderlos subvencionados y aún así no pueden enfrentar la escasez, la carestía, la molestia y el hartazgo con colas que incluyen dormir a la intemperie. Fracaso en la gestión porque no se ha incentivado la producción: al contrario, apoyados en el famoso e inútil discurso populista sobre los oligarcas explotadores, eliminaron todo lo que podía ser incentivo.

Pero no sólo en lo interno: también dudas y tropiezos en su política con Chile. El canciller Choquehuanca, normalmente prudente, se vuelve hablador: ¿a quién se le ocurre hablar de recurrir a La Haya cuando estás negociando? En menos de 24 horas tiene que rectificar. Evo está convencido, ¡y lo ha dicho!, que los chilenos están preocupadísimos con el tema boliviano y que hasta ganaríamos un referéndum en Chile… ¿No habrá necesidad de una brújula? No se tiene idea de la política chilena, de su manejo comunicacional y de su habilidad para las trampas.

Y ahora, como si no tuvieran nada más importante, se hacen de un lío tremebundo con la presencia del gobernador Mario Cossío en Paraguay. Meten la pata, opinan sin necesidad, le dan un volumen político formidable y terminan poniendo en aprietos a su propio amigo Lugo, el prolífico obispo-presidente. Y hasta el sometimiento a fiscales se hace de modo burdo en el estilo prepotente de algunos dirigentes del oficialismo.

Están desorientados y no saben qué hacer… ¡porque tampoco es mucho lo que pueden hacer! El gasolinazo, más bien el reculazo, los ha descolocado: o plantean políticas de realismo económico (neoliberales) y se enfrentan a los que despertaron en diciembre o siguen con amenazas, persecuciones y discursos, para irse… a donde se fue Cuba.