El Estado Subsidiario

Armando Méndez Morales*

ARMANDO_thumb_thumb Si usted considera que la política es lo fundamental para el desarrollo de las sociedades es un adepto de Aristóteles y, aunque usted no lo crea, está anclado en el mundo de la antigüedad y del autoritarismo. Si usted considera que la economía es lo fundamental es un partidario de Adam Smith, vive el mundo de la modernidad y de la libertad. La causa que explica la emancipación de la dominante pobreza en el mundo es el surgimiento de los mercados libres. Ningún intercambio libre se lleva a cabo si se sabe de antemano que se acabaría en peor situación.

Adam Smith, el padre de la ciencia económica, fue el primer pensador que se percató que el interés personal mueven las actividades humanas, promoviendo la prosperidad social. Cuando estos intereses compiten todos ganan. La superación de la generalizada pobreza sólo es posible si se permite a todas las personas actuar bajo sus propios designios, lo cual la historia de los últimos tres siglos así lo ha demostrado. Smith criticó el autoritarismo estatal que hasta ese entonces había predominado en el mundo, criticó a los gobiernos que apoyaban a los monopolios, los privilegios, las reglamentaciones y las licencias estatales concedidas en favor de algunos privados. Observó que la gente dependía de un caudillo a quién servía. De igual manera, criticó el predominante sentimiento cultural de considerar pecaminoso a las actividades comerciales y las prohibiciones a las importaciones, que fomentaban el contrabando.



Con el desarrollo de los mercados libres la gente dejó de trabajar y servir al gobernante para hacerlo en favor de los impersonales mercados. Smith sostenía que la explotación se presenta cuando no operan los mercados libres y competitivos. La concepción moderna del papel que debe cumplir todo Estado para el avance de las sociedades la planteó Adam Smith. El punto de partida es la libertad del individuo para que busque sus propios fines. En este contexto, se supera la pobreza en camino hacia el bienestar cuando el Estado asegura la paz, “una tolerable administración de justicia”, provee instituciones y obras públicas, y cobra bajos impuestos. Quién podría estar en desacuerdo para que el Estado se haga cargo de prevenir las sequías y los desastres naturales como las riadas, por ejemplo. Todas estas son funciones del Estado porque los privados no están en condiciones de atenderlas. De no cumplirse –dice Smith- todo Estado se ve obligado a ser opresivo y tiránico.

Mercados libres y un Estado que cumple sus funciones son condiciones necesarias pero no suficientes, se requiere arduo trabajo de la gente y demás factores productivos para alcanzar el bienestar económico. La complejidad económica de las naciones vista durante el siglo XX añade al Estado la función de asegurar la estabilidad macroeconómica y frenar la inflación.

Característica del marxismo y de las variantes socialistas es su básica concepción aristotélica sobre la política. Creen que el avance económico que se dio en el pasado fue gracias a la acción del Estado, cuando en verdad se dio a pesar de su crónica negativa intervención. Los socialistas están convencidos que el avance económico de los empresarios se debió gracias a los privilegios recibidos por parte del Estado, sin percatarse que lo fundamental no fueron los privilegios, sino las enormes oportunidades que les ofreció, primero, el comercio y luego los mercados libres. Lo extremistas consideran que si el Estado tiene tanto poder para desarrollar la economía mejor que se haga cargo directamente de la actividad económica. La historia ha demostrado el completo fracaso de este planteamiento antieconómico. A los socialistas en todas sus gamas les gusta hablar de “planificación económica nacional” como si esto fuese posible. Empresarios duchos hacen coro a los planes estatales porque rápidamente aprenden que es la forma de tener acceso a privilegios, saben que no sirve para la asignación de los recursos, estos lo hacen los mercados, mediante el mecanismo de precios, y no los planes estatales.

Los retrógradas marxistas y todas sus variantes socialistas sueñan con la toma de “poder”, convencidos que así como en el pasado fueron privilegiados los capitalistas/empresarios, pueden ser los pobres, para de esta manera superar su postración. Cuando llegan al poder, ya sea en Rusia, en Cuba y, hoy, en Bolivia, los resultados son siempre frustrantes para todos sus ignotos e ingenuos seguidores. No hay tal superación de la pobreza, lo que hay es una “nueva clase” de privilegiados que se arriman al Estado. Los que salen de la pobreza son los que aprovechan de los mercados libres, como la inmensa cantidad de gente que asisten a la famosa feria 16 de julio de la ciudad de El Alto. Como ese gran mundo de gente que existe en Bolivia y que se denominan “gremiales”, que para sorpresa de los privilegiados del MAS -y no del MAS- han comenzado a enarbolar la bandera de “libre comercio” en sus pancartas de protesta. En precisión, esto significa que los precios se determinan en los mercados y no por el Estado, que la gente es libre de llevar de un lado a otro los bienes que así lo vea por conveniente sin necesidad de ningún permiso, con cero aranceles y cero impuestos en fronteras.

El tema de la pobreza y de la “exclusión” se ha puesto de modo entre los diletantes filósofos, sociólogos y antropólogos, ansiosos de lograr audiencia en América Latina. Constantemente están vendiendo consultorías, ya sea de manera individual o a través del mundo de las ONGs, cuyos destinatarios son las burocracias estatales, que ni siquiera los leen. Sus actitudes no dejan de estar contaminadas por la ley Smithiana del interés personal, son muy eficientes al momento de obtener sus ingresos y ganancias vendiendo ideología como las abundantes iglesias lo hacen vendiendo religión. ¡La humanidad también requiere alimento espiritual, requiere ideología y religión! Su “charque” es que la lucha contra la pobreza requiere de una activa participación del Estado como redistribuidor de ingresos y como gestor no sólo de generalizados programas sociales, sino también de programas productivos, cuando la experiencia ha demostrado su fracaso. Hoy mismo Europa, el “reino del Estado de Bienestar” tiene pendientes las inmensas cuentas por pagar por los billonarios recursos que destinó durante el siglo XX para construir ese ineficiente Estado, “bienestar garantizado por el Estado desde la cuna a la tumba”.

Los permanentes aristotélicos quieren que los Estados crezcan en cuanto a funciones en lugar de su deseable reducción, y de esta manera reducir los crónicos déficits fiscales y poner límite a las inmensas deudas públicas.

Alemania, luego de su terrible derrota en la Segunda Guerra Mundial, material y moralmente destruida no perdió el conocimiento científico acumulado, no desconoció la ley del interés individual por lo que incentivó los mercados libres, además aprendió de la dramática experiencia del estatismo del nacionalsocialismo. No podía seguir repitiendo los errores del estatismo aunque en ese momento todo el mundo era estatista, unos light como los países occidentales y otros duros como los soviéticos. Tuvieron la brillantez de darse cuenta que sólo con mercados libres podían reconstruir Alemania, superar la generalizada pobreza emergente de la guerra perdida. ¿Cómo lo hicieron? Partieron del principio de que la mejor política social se lograba con el eficiente funcionamiento de los mercados. Y para que los mercados fuesen eficientes debía asegurarse el funcionamiento libre y competitivo de los mismos. La experiencia les había demostrado que algunos privados, a título de libertad económica, se ponían de acuerdo para eliminar la competencia. Por esta razón concluyeron que debía ser función del Estado el asegurar el orden competitivo. He aquí una adición a las funciones del Estado. Cualquier política pública que buscase objetivos sociales concretos se la concibió como complementaria y accesoria a la fundamental política de asegurar el orden competitivo.

La Democracia Cristiana Alemana hizo una importante contribución para determinar el rol del Estado en la modernidad y en una economía libre de mercado, cual es el de la subsidiariedad. Debe ser función del Estado todo aquello socialmente necesario que los individuos, solos o voluntariamente asociados, no estén en condiciones de hacerlo y punto. Bajo esta concepción se introdujo como función estatal asegurar el orden competitivo de los mercados, para que de esta manera se pueda crear la riqueza absolutamente imprescindible para superar la dramática pobreza emergente de la guerra, objetivo social de primera importancia. A esto se llamó “Economía social de mercado”. En verdad, los alemanes fueron los primeros neoliberales del mundo.

*Miembro de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas