Se hunde la política marítima

3540-PIÑERA_EVO_PORTADA Llegó el Día del Mar y con él venció el “plazo fatal” dado por Evo Morales a Chile. Como era previsible, el plazo no le movió un pelo al gobierno trasandino, que ni remotamente habrá considerado la posibilidad de dejarse agendar por el presidente cocalero. De esta manera, hoy llega a su fin toda una política errónea puesta en práctica durante los últimos cinco años por el régimen de Morales, que abandonó la tradicional política boliviana de denuncia del enclaustramiento ante todos los foros internacionales posibles (búsqueda del multilateralismo) para caer, vía “agenda de los 13 puntos”, en la trampa del bilateralismo, que siempre ha sido la apuesta chilena. Y no se trata aquí de chauvinismo, sino de analizar serenamente los aciertos en la política exterior del vecino país, que le han permitido jugar durante todo un lustro con las expectativas de Bolivia. Lo cierto es que el mandatario ha sido presa de sus limitaciones y quizás también de ciertos intereses trasnacionales, sean políticos o económicos. Por una parte, se confió en una ilusoria “diplomacia de los pueblos”, pensando en que las meras afinidades ideológicas primarían sobre las durezas de la geopolítica. Luego, el apoyo brindado por Michelle Bachelet a Evo durante las jornadas críticas de septiembre de 2008, al punto de promover una cumbre de Unasur para avalar el Estado de Sitio y la toma militar de Pando, convirtieron al presidente de los sindicatos cocaleros y de Bolivia en deudor neto de la entonces mandataria socialista. Al mismo tiempo, había quienes, a ambos lados de la frontera, jugaban la carta de negociar un acuerdo de libre tránsito (presentado elegantemente como un “enclave territorial boliviano”) a cambio de la provisión de gas natural a Chile, así como de la cesión de derechos respecto a las aguas del Silala. Con la llegada al poder del centro-derecha de Sebastián Piñera llegó el tiempo del sinceramiento. “The dream is over”, podría haber cantado Evo Morales cuando el nuevo presidente chileno aclaró las cosas: de soberanía, nada. Ahora, el giro que el gobernante boliviano intenta dar a la política exterior, llevando la cuestión marítima a tribunales internacionales, se convierte en toda una confesión de partes del fracaso de la línea estratégica de los últimos años. Para colmo, el mencionado giro se plantea a través de una idea inviable, cuando no contraproducente: la judicialización de las relaciones internacionales de Bolivia. Así vamos…

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