Cortinas de humo

Marcelo Ostria Trigo

MarceloOstriaTrigo En el juego político es frecuente usar “cortinas de humo”: “los conjuntos de hechos o circunstancias con las que se pretende ocultar la verdaderas intenciones”, y así desviar la atención de los ciudadanos. De esto, que tiene poco de honesto, hay muchos ejemplos. Uno reciente: “El sorprendente anuncio de Mohamed VI –de hace unos días– de que va a reformar la Constitución de su país no es más que una cortina de humo para apagar el fuego que se está iniciando en Marruecos” (Mah Iahdih Mah, delegado adjunto del Frente Polisario en Cataluña. El País, Madrid, 17.03.11).

Las cortinas de humo también se usan para intentar que los fracasos pasen inadvertidos. Y esto va acompañado de una versión del romano “pan y circo”, claro que el pan es la quimera y queda la realidad del circo. Se enfervoriza a las multitudes ávidas de espectáculo, dando la falsa señal de que se ha puesto en marcha una política con futuro, aunque sea evidente de que se trata de tapar algo ominoso. Es, entonces, que afloran los disparates, como aquel, en 1949, de que un país vecino había desarrollado la capacidad de fabricar bombas atómicas. Era el sueño de un megalómano.



En efecto, cuando no hay nada constructivo que anunciar y el populista necesita de esas cortinas de humo, se imaginan imposibles acciones en pos de un anhelo popular. Y la advertencia, entonces, es que nadie ose señalar la superchería, so pena de ser señalado, nada menos, como un traidor a la Patria.

Hace tiempo que se advertía que algo no marchaba en las sigilosas negociaciones con Chile para que ese país ceda a Bolivia un territorio con soberanía que la conecte con el océano Pacífico. No se reparó en que el presidente Piñera, cuando era candidato, en noviembre de 2009, dijo: “Sin duda soy partidario de facilitar el acceso de Bolivia a los puertos chilenos para su comercio exterior; fomentar mayores lazos de integración económica y de toda índole. Pero no soy partidario de ceder territorio ni mar chileno ni soberanía chilena”.

Electo el presidente chileno, vino la espera. El país vecino sufrió un devastador terremoto y, luego, un accidente en una mina que dejó atrapados a mineros que fueron rescatados espectacularmente. Pero el tiempo de las aclaraciones tenía que llegar, pues no había avances en las tratativas. Y pensar que la cancillería boliviana insistía en que se estaba alcanzando logros, mientras se consolidaba un clima de confianza entre los dos países. La verdad es que, tarde o temprano, se destaparía el fracaso; por ello el presidente Morales apeló al poco ortodoxo recurso de pedirle a Chile que, hasta el 23 de marzo de este año, presente una propuesta, por escrito, de una fórmula de solución a la mediterraneidad de Bolivia. Curioso pedido, porque si no hubo una propuesta chilena, ¿por qué la Cancillería boliviana no planteó la de suya, que debió estudiar en largos cinco años? Por supuesto que este pedido fue insólito. Lo que estaba claro era que las tratativas bilaterales estaban estancadas, y no se podía esperar progresos. La satisfacción del anhelo boliviano de retornar al mar, se alejaba cada día más.

¿Cómo ocultar, entonces, el fracaso? Con una cortina de humo: pretendiendo seguir imposibles caminos paralelos, cerrando así la conocida cortina del populismo, enfervorizando a un pueblo sencillo.

Y el colofón del presidente: "En los cinco años de diálogo me di cuenta que Chile sólo quiere hacer perder el tiempo. Cuando planteé por dónde será la soberanía, nada. Tal vez, en este corto tiempo como Presidente he caído en la trampa de Chile", es decir que fue engañado, pero “Los hombres son tan simples y de tal manera obedecen a las necesidades del momento, que aquel que engaña encontrará siempre quien se deje engañar”. (Nicolás Maquiavelo, El Príncipe).