Disculpen los vecinos

Recuerdos del presente. Humberto Vacaflor Ganam

La comunidad sudamericana debe estar preocupada, sino molesta, por lo que está ocurriendo en Bolivia. Por lo tanto, esto equivale a una sincera disculpa por todas las molestias, ocasionadas y por ocasionar, en este vecindario.

Comencemos por lo último. Todo el mundo sabe que en Irán se refugian terroristas, todo el mundo menos los funcionarios del gobierno boliviano que practican la “cultura de la paz” con casi todos, menos con los sinvergüenzas que se hicieron elegir como gobernadores y alcaldes en contra de la voluntad del MAS.



El gobierno plurinacional, multilingüe y con bandera variopinta, que va de colores suaves a suavecitos, en un degradé muy cariñosito, no tiene por qué estar enterado de que algunos extremistas islámicos tienen cuentas con la justicia.

Si un terrorista iraní puso alguna vez una bomba en Buenos Aires contra una mutual, es decir una oficina muy parecida a un hospital, y mató a 87 personas, entre ellas seis bolivianos, nuestro gobierno del cambio y fuera no tiene por qué estar enterado.

El hecho de que la INTERPOL tenga fichado al personaje en cuestión, con su foto y con la palabra “wanted”, buscado, pasó por alto a nuestra policía, a nuestro viceministro y a nuestro ministro, porque nosotros somos un país pacifista. Ni siquiera nos interesa que otros sean guerreristas.

El gobierno del cambio se ha disculpado con Argentina acudiendo al argumento de que no estaba enterado y que por ello nombró huésped ilustre al ministro iraní que fue responsable del asesinato de cerca de 600 personas en 1994, además de los bolivianos. Para Cristina, “es un límite que no está dispuesta a cruzar”.

Habrá que pedir disculpas por toda la droga que parte de Bolivia y que provoca desórdenes en cada uno de los países, antes de quedar en manos de las mafias internacionales.

Los argentinos se quejan de que el río Bermejo es un medio de contrabando de coca. Los brasileños denuncian que el presidente Morales está inaugurando “a rodovía da cocaína” entre Villa Tunari y San Ignacio de Moxos.

Los chilenos se proponen construir un cerco electrónico en la frontera con Bolivia. A ellos habrá que decirles, antes de llegar a cuerdos sobre la salida al mar, que nos comprometemos a controlar el cultivo de la coca en Bolivia. Que con la DEA no quisimos comprometernos, por razones ideológicas, pero que ahora se viene el control real.

La idea es no dar la sensación de que Bolivia es como Somalia, el país africano que, aquejado por las mafias de la droga de la zona, terminó por sucumbir en 1991.

Su territorio está desde entonces a merced de todos los grupos de contrabandistas, piratas, traficantes de armas o de drogas, además de trata de mujeres, que pululan en la zona.

Los productores de la droga “khat” de Somilia no creyeron nunca que podían llegar a poner en riesgo la existencia del país. Para ellos lo más importante era la planta que produce la droga, un estimulante parecido a la coca, que acabó con ese país, y lo ha convertido en un territorio donde se refugian los traficantes y los contrabandistas. No hay ni Estado ni leyes en Somalia.