Vida cotidiana y economía en las misiones jesuíticas

Ovidio Roca

Las Misiones Jesuíticas, entre ellas las de Mojos y Chiquitos, generaron y siguen generando un vehemente debate ideológico. Algunos las reconocen como la realización de la “utopía cristiana” y otros como una “teocracia opresiva ”. Esta controversia surge de la diversa valorización del modelo de sociedad: el impuesto por los conquistadores españoles basado en el trabajo forzoso de los indígenas y la aculturación violenta de éstos; y el otro, de organización comunitaria, autónoma y respetuosa de la cultura indígena llevada a cabo por los misioneros jesuitas.

Estas Misiones cumplieron asimismo un otro rol importante, cual es la definición y resguardo de los límites del imperio español con el imperio portugués, funcionando como fuerza de contención ante su expansión, habiendo recibido autorización de la corona para armar a los indígenas en esta defensa.



El éxito de las Misiones, su riqueza, sus privilegios, su independencia del Rey y de las autoridades eclesiásticas le acumuló enemigos; los encomenderos en América, las otras ordenes religiosas y la propia Corona que aquejada de problemas económicos pretendió con la expropiación de los bienes de los jesuitas solucionar sus necesidades.

Con la expulsión, en 1767, de los jesuitas y la expropiación de las temporalidades, el sistema reduccional, su base cultural, religiosa, ideológica, material y de forma de vida, penosamente construido en casi cien años, colapso abruptamente al cambiar las bases de su organización, su sistema de producción y de comercio, quedando solo la arquitectura.

Los indígenas quedaron abandonados e inermes al avasallamiento y la rapiña de los nuevos curas y encomenderos; retornando muchos a la selva al sentirse traicionados por sus padres.

I. NOTICIAS DE LAS MISIONES: SAN LORENZO DE MOJOS (1958)

A prima llegue a la Iglesia, cuando terminaba el tercer toque de las campanas llamando a misa; no había cura, no se daba la comunión, pero el Diacono repetía fielmente el ritual como se lo enseñaron sus padres. Corrí apresurado para estar en primera fila junto a los Taitas del Cabildo.

Ya el bajón hacia sentir su ronco y profundo sonido y los violines se alistaban para acompañar los cantos e himnos de la diaria celebración.

Luego de la misa y como todos los días, me senté a conversar con los más viejos del Cabildo, sobre lo que conocían de la Misión cuando estaban los “padres”.

San Lorenzo no fue una Misión de los Padres Jesuitas, nosotros los Trinitarios nos vinimos aquí con Santos Noco, alejándonos de los enganchadores para vivir libres según nuestras costumbres; fundamos el pueblo y trabajamos como ellos nos enseñaron, construimos la Iglesia y el Cabildo y aquí vivimos hace mucho tiempo.

Mis abuelos, continuó diciendo, me contaron que las Iglesias de las Misiones en Baures y en Chiquitos, eran grandes y cabía casi todo el pueblo, a un lado se ponían las mujeres y a la derecha los hombres, como también lo hacemos aquí, pero cuando terminaba la Misa en la que se alababa al Señor, los Padres hablaban de las cosas de la gente, del trabajo, de los talleres, de aquellos que tenían que ir al chaco o la Estancia del Padre, de alistar los carretones y las mulas para llevar los productos para vender afuera.

Estaba nuevamente de visita al Cabildo; me dijeron que al día siguiente seria la fiesta de las Parcialidades donde podría ver como los bailarines recuerdan y representan los diversos oficios que existían en las Misiones: meleros, cazadores, pescadores, herreros, carpinteros, constructores, tejedores, sastres, zapateros, trapicheros, curtidores y talabarteros, vaqueros. Todos ellos con los atuendos y herramientas propias de su oficio, bailan por las calles y Plaza, celebrando la majestad del Señor.

Supe después que antes de las Misiones, la población indígena estaba constituida por varias “parcialidades” que se distinguían por sus dialectos y los jefes que mandaban en cada territorio. Posteriormente en la práctica reduccional, la enseñanza y dedicación a algunos trabajos, hizo que el termino parcialidades se asimile a los oficios que cada grupo practica más asiduamente.

Al día siguiente, no acababa de salir el sol cuando escuche la tamborita, con las flautas, el violín y la caja, encabezando la comparsa de parcialidades que la seguían bailando. Allí vi a los vaqueros, algunos con sus lazos y otros llevando unos grandes cuernos de toro con los que embestían a los pelaos que salían a ver la novedad; los meleros, con sus cantaritos de miel de abejas señorita y suro y panes de cera, y seguía una larga procesión de bailarines representando cada grupo su oficio.

Bailando llegaron a la Plaza, dieron varias vueltas y finalmente se pusieron frente al atrio de la Iglesia, donde custodiándola estaban los Macheteros con sus camijetas blancas, su hermoso tocado de plumas de paraba y tremendos machetes de madera, los que mostraban defensivamente mientras bailaban frente al Santísimo y hacían sonar los cascabeles que llevaban alrededor de los tobillos.

Cada Parcialidad bailaba frente a la Iglesia rindiendo tributo y luego se retiraba hacia el potrero vecino donde las mamas habían preparado pacumutos y varias tinajas de chicha patacada, la que distribuían en tutumas.

Mientras pasaban, los taitas me explicaban cual era el trabajo de la parcialidad:

Los trapicheros recibían la caña de azúcar y la molían en trapiches de madera movidos por los bueyes; el caldo lo ponían al fuego en pailas de bronce hasta que dé temple: de miel, de empanizado y de azúcar. Guardaban algo de miel en taris, no mucha porque se enfuerta y el empanizado se envuelve en hojas secas de plátano y se guarda en cachas de madera. El azúcar se fabrica poniendo el melao en las hormas cónicas de barro que tenían como dos varas de alto y una de diámetro en la boca; en la punta tenia un agujero tapado con chala y marlo de de maíz, que luego cuando el azúcar había cristalizado, se sacaba para purgar el barreno, utilizado después para destilar alcohol. La boca de la horma era sellada con barro gredoso, para proteger el azúcar de las hormigas y otros bichos y para blanquearla.

Los curtidores ponían el cuero fresco de vaca, taitetú o capiguara en lejía de ceniza y lo dejaban un tiempo para que ablande el pelo, que luego sacaban refregando con unos listones de palo. Después lo sumergían en unas grandes gavetas de madera con agua y cáscara de zumaqui u otro palo curtiente. Se deja algunos meses y se saca para que seque y luego empieza el trabajo de amartajar la suela para que quede suave y flexible.

Los meleros salían al monte a buscar picos de abeja y luego de varios días volvían cargados de miel de señorita, suro y otras. La miel era muy apetecida y la cera se deja al sol varios días, luego se funde y se pone en moldes para venderlos para la fabricación de velas.

El sebo del ganado se usaba para hacer velas, tanto para el alumbrado de la Iglesia como para uso de la comunidad. Se fundía el sebo en tiestos y mientras se enfriaba, varios pabilos de algodón pendiente de una varilla se champaban en el sebo derretido. Se sacan para que endure, mientras se pone otra ristra, se repetía varias veces hasta que las velas tengan el grosor apropiado, estas son mas gruesas en la base. Allí trabajaban entre otros, las Abadesas que hacían los pabilos y los cunuimis champa velas. Y así continuaba la larga historia de las parcialidades.

II. REVISITANDO LAS CATEDRALES DEL BOSQUE CHIQUITANO (1984)

Frente al atrio de la Iglesia de Concepción, de San Javier, San Miguel, de San José y el de aquella postergada Santa Ana, admiraba su magnifica estructura y decoraciones y no lograba imaginarme cómo, hace mas de trescientos años y en medio de esos interminables montes, hombres apenas salidos del salvajismo y nomadismo habían logrado construir tanta belleza, arquitectónica, ornamental y musical

Me preguntaba como sería la vida cotidiana de esos pueblos que tallaron las inmensas columnas, construían edificios, fabricaban instrumentos e interpretaban y componían música sacra y barroca en ese mundo selvático. Indígenas que mostraban una singular habilidad para fabricar artefactos que antes nunca conocieron: muebles, herramientas, instrumentos musicales, casas y lienzos; también el poder convivir con parcialidades con las que poco antes guerreaban.

Pensé en la necesidad de que en los actuales pueblos misionales, paralelamente a mostrar la grandiosidad de  la cultura arquitectónica y arte musical, se estudie y haga conocer la organización y el método que logro todo esto. Se enseñe cómo con voluntad y fe, hombres venidos de diversos pueblos de Europa lograron estas maravillas. Y cómo después, un afán de rapiña, de manos muertas y cultura expoliadora, destruyo un proyecto exitoso que pudo cambiar para bien, la historia de América y sus pueblos originarios.

En mostrar la vida cotidiana y el trabajo de las poblaciones indígenas y de los misioneros,  hombres de etapas históricas y culturas diversas, que en medio de la inmensa selva logró en apenas cien años conformar una cultura religiosa, productiva y artística, como la había en pocos lugares de Europa y casi ninguna en América.

Resaltar el trabajo en los talleres, en la agricultura, en los telares; para que nos enseñe que la voluntad humana y la fe; más la organización, la enseñanza de las tecnologías para la producción, un sistema de circuitos comerciales y de distribución de bienes, cambiaron y mejoraron de forma impactante las condiciones de vida, de salud, de educación, de vivienda, de alimentación y vestido de los pobladores nativos de las Misiones.

Me preocupe luego por revisar libros y documentos, buscando entender como pudo lograrse esa epopeya, guiada por la utopía cristiana, tal como la entendieron estos epónimos servidores de la Compañía de Jesús.

DESAFIOS DEL SISTEMA REDUCCIONAL: CAMBIO DE HABITOS Y LENGUAJE DE COMUNICACIÓN.

El tremendo desafío para la reducción de los indígenas en las misiones, fue adecuarlos en pocos años a una vida sedentaria. Modificar sus hábitos de vida hacia una cultura agraria y ganadera y enseñarles a convivir juntos, a producir, guardar y ahorrar para mañana.

Los pueblos donde las estaciones climáticas son marcadas, aprendieron durante miles de años y a costa de su vida, a fabricar sus herramientas, vestidos, y producir, conservar y guardar alimentos y hacerlo en las épocas favorables, para poder sobrevivir al crudo invierno.

En el trópico hay dos estaciones: lluviosa y seca y durante esta última, algunos pocos surazos. Aquí los aborígenes no enfrentan graves impactos climáticos, son nómadas, cazadores y recolectores, que viven al día, consumiendo lo que consiguen ese momento, sin tener la previsión ni las condiciones de guardar para mañana. El clima calido y húmedo y la ausencia de sal tampoco facilitan la posibilidad de conservar alimentos.

Por su parte, la diversidad de lenguas y dialectos de los indígenas reducidos en las misiones, obligó a establecer una lengua franca para que todos puedan comunicarse: el chiquitano y el mojeño, cuyo aprendizaje llevo algún tiempo

MÚSICA Y EVANGELIZACIÓN

Para un pueblo completamente analfabeto, el método más efectivo de evangelización y que no necesariamente precisa de la escritura, resulto ser la música; la que acompañada del uso de las imágenes de los santos, rituales religiosos, procesiones y danzas tradicionales, atrajo y apasiono a los nativos.

Este amor por la música se mantiene y el magnifico trabajo que realiza incansablemente y desde hace varios años la Asociación Pro Arte y Cultura (APAC), para recuperar y difundir la música barroca de las Iglesias de Chiquitos y Mojos, nos permiten hoy disfrutar de ese magnifico legado cultural.

La educación fue una permanente preocupación de los padres, en todas las misiones funcionaron escuelas donde se enseñaba a los niños, la doctrina católica, aprendían a leer, escribir y hacer las operaciones matemáticas elementales. Las niñas tenían escuelas separadas donde aprendían a leer, escribir, hilar y cocinar.

ESTRUCTURA URBANA

Para el asentamiento se buscaba una topografía algo mas elevada, disponibilidad de agua y de campos para cultivo.

El trazado del pueblo fue similar en todas las misiones: Una gran plaza con cruces de cuchi o piedra en las cuatro esquinas y una más grande en el centro, además de un reloj de sol. En un frente la Iglesia, de tamaño tal que puedan caber los fieles; el Colegio, talleres, escuela, depósitos. Al otro frente las casas de las viudas y huérfanos y en los demás, los cuarteles o casa de los indígenas, casas con techo a dos aguas que cubrían los corredores exteriores e interiores.

Este ordenamiento responde a un criterio de ocupación centrado en la Casa de Dios, como elemento articulador y corazón espiritual de la comunidad.

ORGANIZACIÓN DE LAS PROVINCIAS JESUITICAS

En su vida cotidiana, las reducciones estaban reguladas por una estricta disciplina que incluía momentos dedicados a la oración y otros dedicados al trabajo, el que por lo general se hacía de forma comunitaria.

Los dos sacerdotes que estaban al frente de cada Misión se encargaban del gobierno espiritual y la organización de la vida indígena. La base de la instrucción fue el catecismo. Las fiestas religiosas eran celebradas con particular entusiasmo y realce.

En las Misiones, el Cabildo formado por indígenas era la institución de gobierno, elegido por votación de los nativos, con sus alcaldes mayores y oidores. Uno de los miembros era Jesuita y el Corregidor era nombrado por el Consejo de Indias.

El Cabildo Mayor lo formaban el Cacique, su Alférez y dos Tenientes; dos Alcaldes de familia y dos de Pueblo. Es la instancia que organiza los trabajos de la comunidad, resuelve los problemas entre comunarios y los conflictos familiares. Igualmente tiene como responsabilidad la organización de las fiestas.

El Cabildo Menor lo forman los maestros de capilla, sacristanes y las abadesas, un grupo de las más ancianas de la misión encargadas de limpiar la Iglesia y vestir los santos.

Una de las fuentes de prestigio de las autoridades es la distribución, especialmente en las fiestas donde los miembros del Cabildo reparten comida y chicha, cuya elaboración es trabajo de las mujeres.

Los jesuitas respetaron la organización tradicional de los enlaces y de las familias indígenas, con excepción de la poligamia. Tras el matrimonio se dotaba a los cónyuges de casa y tierra.

EL SISTEMA PRODUCTIVO DE LAS MISIONES JESUÍTICAS

El Procurador Provincial es la principal figura en las Misiones, encargado de los asuntos temporales. Aunque los Jesuitas hacen voto de pobreza, este voto atañe solamente a los padres y no a los establecimientos o a la comunidad.

Cada Provincia Jesuítica es autárquica en lo temporal y no sólo la Provincia sino que cada Misión, residencia o colegio, es independiente en lo temporal. Si un establecimiento jesuítico no posee los recursos económicos con los cuales sustentarse o no tiene posibilidades de autofinanciamiento, debe ser cerrada, aunque la Provincia disponga de excedentes de caja para financiarla. Esto expresa un criterio de eficacia y productividad.

La tierra se divide en tierra de Dios o terrenos comunales y las parcelas individuales de los indígenas.

El trabajo es obligatorio para la totalidad de los indígenas en edad y condiciones; tres días de la semana se trabajan las tierras comunales y el resto las propias; las mujeres tienen las mismas obligaciones que los varones, ocupándose del cultivo e hilado del algodón, la artesanía, trabajos propios en sus casas y recolección en época de cosecha.

Los beneficios de la tierra de Dios se dedicaban a la construcción y al mantenimiento del templo, el hospital, el colegio y para pagar el tributo al Rey, sostener a los misioneros, incapacitados, enfermos, viudas y huérfanos.

Es propiedad del neófito aquello que siempre fue suyo, los elementos de uso personal como el arco y las flechas, las hamacas, vasijas cerámicas, morteros y lo que lograba con su trabajo. En tanto que la tierra, los árboles, los animales del monte o de la selva eran considerados como pertenecientes a la comunidad.

Cada familia recibía en propiedad una parcela de tierra, instrumentos de labranza, herramientas para artesanías y armas para cazar y pescar. La cosecha, de la cual los indígenas eran dueños, se guardaba en piruas (silos) y les era suministrada periódicamente para evitar que la malgastaran.

Las temporalidades, bienes materiales y temporales, incluyen todas las propiedades y bienes de la misión; las tierras y sus productos, el ganado, los edificios, las herramientas, los muebles, los adornos de las capillas, entre otros y corresponden a toda la comunidad.

La ganadería, dirigida por los misioneros, servía para alimento, transporte y vestimenta. El algodón y la lana era repartida y tejida por las nativas; los bueyes eran prestados a las familias para arar los campos.

Un grupo importante se dedicaba a la artesanía y trabajaba en los talleres, otros a la construcción y refacción de los templos, casas y depósitos

Los sacerdotes tenían junto a la Iglesia su propio huerto, donde también se hacían almácigos de las semillas que traían los padres, se hacían injertos y se daba instrucción en agronomía a los neófitos.

BASE PRODUCTIVA DE LAS MISIONES

Las Misiones llegaron a convertirse en centros industriales y agropecuarios. El Inventario de la Misión de Buena Vista (Ichilo) al momento de la expulsión (1767) nos da una clara indicación de su economía y las actividades productivas que allí se realizaban.

Ganadería: 21.110 cabezas de ganado vacuno, caballar y mulas.

Productos de la tierra:

– Azúcar 12 tercios y 190 panes

– Arroz 75 zurrones y 3 cajas grandes

– Algodón 4 petacas

– Cera blanca 83 panales y 11 zurrones

– Cera veteada 159 @

– Harina 2 fanegas

– Lienzo 305 varas

– Maní Varios racimos

– Sebo colado 157 panales

– Sal 799 tercios

Instrumentos de Industria: trapiches de bronce, pailas y fondos de cobre, pailas de bronce, alambiques, fraguas, telares, herrerías, tornos, torno para hacer rosarios, yunques, formones, cepillos, compases, azuelas, sierras, cuchillos, machetes, tenazas, limas.

En otras misiones se registra la existencia de instrumentos de platería, sombrerería, fábricas de instrumentos musicales, fábricas de tejas y ladrillos, talleres retablistas, curtidurías, imprentas, talleres de estatuas, relojerías, fábricas de velas y de jabón, molinos, zapaterías y tejedurías.

Biblioteca: Se registran 354 libros de: medicina, agricultura, historia, geografía, anatomía, política, poesía, leyes de indias, diccionarios de lenguas nativas y por supuesto libros religiosos y los registros del movimiento de los productos de la Misión.

Ornamentos de oro y platerías, mobiliario y enseres: Una ingente cantidad.

Es destacable que todas o casi todas las Misiones, según su especialidad, mostraron en sus inventarios estas y otras herramientas, lo que señala la importante y variada actividad artesanal que allí se desarrollaba.

CAPACITACIÓN TÉCNICA Y RED INTERNACIONAL

Existía un grupo itinerante de padres con habilidades artesanales que visitaban las misiones y enseñaban y entrenaban a los neófitos en los talleres en técnicas de torneria, talabartería, herrería, tejidos y otros según la vocación del lugar. También organizaban los despachos de mercaderías hacia La Plata, Potosí y hacia Buenos Aires.

Una idea de la variedad de maestros en artes y oficios que se encontraban en las misiones con la finalidad de enseñar a los neófitos e implantar y desarrollar industrias y oficios artesanales, nos la da las listas de los padres expulsados en 1767, donde se consignan sus profesiones: obrajero, pintor, arquitecto, carpintero, botánico, herrero, mecánico, impresor, relojero, médico, cirujano, músico, historiador y otras.

REDES DE COMERCIALIZACIÓN

Al poco tiempo de establecidas las Misiones, algunas ya se sostenían con su producción (especialmente las de chiquitos) y pronto empezaron a vender los excedentes en los mercados Altoperuano y de la Plata, conformándose una red comercial, superando de diversas maneras las limitaciones y restricciones que imponía la corona española a las actividades artesanales y comerciales de las colonias americanas.

A las misiones estaba prohibido el ingreso de los españoles y criollos, así como mercancías o productos de fuera. Unos tres kilómetros antes de Buena Vista (Ichilo), existe un paraje llamado “La Junta” allí era el lugar hasta donde podían llegar los comerciantes y donde debían esperar hasta que venga el Padre para verificar y autorizar el comercio de compra venta con la Misión.

Estas condiciones de protección facilitaron el desarrollo de la producción artesanal y manufacturera. Tejidos, ebanistería, zapatería, bordados y encajes, instrumentos y piezas de arte causaron asombro en Lima, Buenos Aires y diversas ciudades europeas donde llegaron a ser estimados.

Los Oficios fueron los lugares de intercambio interno y con el exterior. Los excedentes comerciales eran concentrados, para nuestra región en la ciudad de Santa Cruz, con el nombre de “temporalidades” que se administraban, distribuían y exportaban cuidadosamente.

Las Misiones tenían al menos 36 productos de exportación diferentes, entre ellos: la yerba del Paraguay, la cera, la miel, los lienzos de algodón, chocolate, cera, café, tamarindo, azúcar, sasafrás, incienso, bálsamo, sombreros, catres, baúles, bargueños, escritorios, petates, almohadas, guantes y botas de cuero, hamacas, instrumentos musicales y cigarros.

La importación de bienes para la comunidad comprendía: sal, hierro, herramientas para trabajo, sierras, picos, azuelas, martillos, hachas, cinceles, agujas, cuchillos, pastas de colores, plata y oro para dorar, etc. aceite, géneros de lino y seda para ornamentos, paños, bayetas y otros “géneros de Castilla”, cera y vino

Dentro de las reducciones no existía la moneda y se practicaba el trueque. En el comercio exterior se utilizaba moneda, que se atesoraba para comprar los artículos que no se producían en las reducciones.

III. CONSTATACIONES

En 1607 se funda la Provincia Jesuítica del Paraguay, sobre un extenso territorio que incluía parte de los actuales territorios de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Perú y Paraguay. Luego para mejor administración, se fueron constituyendo las Provincias de Chile y Perú. En 1767 los jesuitas fueron expulsados y el sistema se quebró abruptamente.

Desde el ingreso de los Jesuitas a Mojos y Chiquitos, hasta su expulsión transcurrieron cien años, que en términos históricos y de civilización es muy poco tiempo, teniendo en cuenta además que gran parte de ese tiempo transcurrió en el proceso de acercamiento hacia los nativos, la reducción de las diversas parcialidades en centros misionales, el aprendizaje y luego la enseñanza de lenguas francas que permitan la comunicación entre los mismos nativos, caso del mojeño y del chiquitano.

A diferencia de la mentalidad de los conquistadores que despreciaban el trabajo personal, los oficios y practicaban una economía extractiva, sometiendo para ello los pueblos indígenas; el énfasis de los jesuitas fue el adoctrinamiento de estos pueblos, su educación, la enseñanza de las artesanías y de la mejor industria de esa época, convirtiendo a las misiones en centros productivos, que permitieron mejores condiciones de vida para todos.

Desde sus comienzos el personal jesuítico fue internacional: Jesuitas españoles, portugueses y británicos inician los pueblos misionales. Y luego peninsulares y criollos, italianos, belgas y sobre todo alemanes. Cabe destacar la influencia alemana sobre todo en mecánica, agricultura y las artes.

En las Misiones se desarrollo el primer sistema integrado de producción, transporte multimodal y comercialización de productos y manufacturas en caravanas de carretones y mulas que proseguían el transporte por tierra y agua hacia las ciudades de destino a Charcas, a Buenos Aires y luego Europa.

En consecuencia el éxito del proyecto Misional desde la perspectiva económica y organizacional, podría explicarse por una feliz conjunción de esfuerzos: los de los misioneros y su organización internacional que aporto conocimientos técnicos de Europa, una  amplia infraestructura y logística, vinculaciones y capital que fue extraído de la economía de Potosí. Esto, junto con la disposición de la población nativa, que gobernada por sus propios caciques, puso con dedicación y empeño grandes habilidades para el aprendizaje y el trabajo manual y creativo.

Finalmente, a diferencia de la colonización Ibérica que fue costera y extractiva, el proyecto Jesuítico se expandió por el mismo centro del continente, desde la Patagonia hasta California y Canadá y estuvo asentado en un sistema de valores religiosos, morales y de cultura productiva.

Lamentablemente este proyecto de vida fue cortado intempestivamente en 1767. Queda la pregunta ¿Cuál hubiera sido el destino de los americanos de haberse consolidado esta utopía?