Hacia el Estado etnocomunista cocalero

Ovidio Roca

Ovidio Roca Una prédica populista; prebendas y bonos para las masas con el exclusivo fin de captar su adhesión y su voto; políticos que buscan el dominio del Estado para satisfacer sus ansias de poder y lucro a costa del erario nacional; carencia de verdaderos estadistas, de cultura de institucionalidad y de un proyecto nacional; han conspirado para que el país no progrese hacia una cultura de trabajo y de responsabilidad. Y en este ambiente, donde no se respetan valores ni principios, ni se señalan rutas de progreso, el pueblo más pobre de América, con excepción de Haití, deambula sin rumbo o más bien hacia uno muy peligroso, hacia un Narco-Estado.

En esta ausencia de Estado Nacional y carencia de institucionalidad, cada cual (dependiendo de su entorno, de sus condiciones económicas, culturales y sociales) mira el futuro y la sociedad de diferente manera, con diferentes plazos y perspectivas históricas.



Los sectores más pobres, con angustiante carencia de bienes y servicios esenciales y un deprimido entorno familiar y social; “viven al día” y bajo una permanente incertidumbre, por lo que no se preocupan de planear el futuro, pues lo ven con desconfianza y fatalismo.

Pese a todo esto, vemos que muchos grupos sociales y campesinos bolivianos, que viven en estas condiciones económicas y culturales precarias y en permanente lucha por la supervivencia, no se encierran en su miseria y fatalismo y buscan afanosamente oportunidades de trabajo, compatibles con sus capacidades y posibilidades, y al no conseguirlas en el ámbito formal muchos lo hacen en la informalidad e ilegalidad. Lo lamentable es que en lugar que el Estado fortalezca esta vocación de emprendedurismo y de trabajo, poco se preocupa de encausarla hacia actividades productivas formales, dotándoles en un marco de estado de derecho; normas sociales, educación básica y tecnológica, creación de infraestructura para la producción, de transporte y comercialización.

Vemos a estas personas buscando sobrevivir de cualquier manera hasta encontrar alguna oportunidad de progreso, y cuando la encuentran, rápidamente se organizan para sacarle provecho, sin complicarse con normas éticas ni legales. Si se les demanda su acatamiento, arguyen que esas son las leyes de los otros, no las suyas. Su ley suprema es sobrevivir.

Aprovechando el ambiente de insatisfacción de este pueblo pobre y con graves problemas de exclusión racial, aprendices de brujo de Europa y criollos: intelectuales “progre”, comunistas caviar, sociólogos y terroristas frustrados, que en el fondo quieren sentirse poderosos y curarse de antiguos traumas y frustraciones; se organizan con apoyo internacional para hacer su “revolución”, una que satisfaga su ego y afán de poder. Se trata de volcar la tortilla y utilizan como mecanismo de movilización popular para la toma del poder, la lucha racial, fomentando el resentimiento y la fuerte adscripción étnica de la población, especialmente la aymara. Descubren un dirigente cocalero que tiene adecuadas condiciones de liderazgo y lo proyectan como jefe y cara indígena del movimiento.

Muchos pobladores, especialmente del campo, que conviven en la informalidad y la ilegalidad, encuentran aquí su oportunidad de contar con apoyo y protección política para sus negocios y se adhieren al proyecto etnocomunista del MAS y lo apoyan en la toma del poder, el copamiento del territorio nacional y la eliminación de toda oposición, la que es calificada como de “q’aras” oligarcas y sirvientes del imperialismo.

El proyecto “revolucionario” realizo su trabajo eficientemente, explotan un grave y real problema económico y social que tiene el país, la informalidad y los atrae para su proyecto: Entre estos, miles de personas desempleadas, sin educación y ni capital que han encontrado en la producción y comercialización de la coca una forma de enriquecimiento. Hoja que fue utilizada por los Incas para paliar el hambre y exprimir el trabajo de los indígenas en las actividades de producción de alimentos e infraestructura del Imperio; aprovechada luego por los españoles para aumentar el rendimiento en el laboreo de las minas y descubierta en el siglo anterior, como un eficaz y adictivo estimulante en las clases altas.

Preguntemos a un cocalero del Chapare o de Yungas que ha logrado mejorar su ingreso y gozar de muchos bienes para él antes desconocidos gracias a “la hoja sagrada”, la coca, y lo que nos dice es que quiere ampliar su cultivo, que no lo molesten con controles y restricciones y lo que desea es que haya más demanda y mejores precios. Si quiere multiplicar aun más su ingreso, aprende a procesar la hoja hasta lograr pasta básica y aun clorhidrato. Ahora también se añade otra hoja milagrosa, la marihuana y quizás llegue luego una flor sagrada, la amapola. Por eso piden al gobierno que les permita, a ellos y a sus clientes nacionales y extranjeros, trabajar sin restricciones. Quieren una región donde puedan dictar y aplicar su justicia sin interferencias; en fin, una Republica cocalera. Ya se ha expulsado a los peones del imperialismo y ahora se acoge a los carteles de la droga, colombianos, peruanos, brasileros.

Siguiendo su ejemplo miles de campesinos pobres del altiplano, donde existe mucha población, poca tierra y menos posibilidades, están migrando y ocupando las tierras del oriente, ahora con apoyo político. Ellos practican la histórica ocupación y expansión territorial que realizaron todos los Imperios y así están avasallando los Parques Nacionales, Tierras Forestales, en fin, todas las tierras públicas y privadas que puedan tomar y allí se asientan y empiezan la siembra de coca, marihuana y algún producto básico para su alimentación. ¿Y qué quieren?: libertad de asentarse donde quieren y cultivar y procesar aquello que es más fácil y da más dinero. (*)

En el extenso altiplano, que colinda con Chile y Perú, otro grupo que apoya y exige del MAS, son algunos pobladores de los ayllus, quienes han encontrado la forma de movilizar el dinero de la exportaciones de “la blanca” y hacer más dinero y ello implica contrabando de ida y vuelta de todo lo imaginable, no solo los famosos vehículos “chutos”, sino electrodomésticos, equipos electrónicos, alimentos, perfumería; DVD y libros piratas; ropa de todo tipo, usada y nueva, etc.

Estos fenicios andinos, circulan por todo el orbe y cubren y cruzan el territorio nacional y llegan a todas las fronteras donde hay negocio; vemos sus camiones en Puerto Evo, en Yacuiba, en Arica, en Puerto Suárez. Presionan para circular libremente y piden la eliminación de normas impositivas, de pesaje y de placas y de todo aquello que les limite su trabajo.

Como también se ha prometido que los recursos naturales son de los pueblos originarios, grupos de comunarios empiezan por tomar todas las minas, tanto abandonadas como en explotación y la consigna es trabajarlas sin restricciones ambientales, impositivas o de cualquier otro tipo.

Atrabiliariamente el gobierno aprueba una nueva Constitución y nuevas leyes y en ella el origen indígena es supervalorizado. Como consecuencia y para aprovechar esta nueva ventaja, los grupos mestizos del país se auto identifican como indígenas, pues es un valor que les da derecho constitucional sobre las tierras, las minas y al empleo público; sin responsabilidad ambiental, ni necesidad de capacitación o idoneidad para ejercer la función.

Después de seis años de este experimento, lo que se muestra es la división racial del país, pues se han dictado leyes que juzgan y premian a las personas en base a características raciales. El fracaso de la gestión económica, no se muestra tan evidente gracias a una coyuntura internacional de altos precios de las materias primas. Lo que si se ve claramente es que se está eliminando todo lo que es desarrollo energético, productivo e industrial y que la actividad económica se concentra cada vez más en lo extractivo y lo primario; que cada vez dependemos mas de las importaciones y entre ellos de alimentos de origen agropecuario. El momento (cercano) de que la coyuntura de precios se modifique, el país entrara en una vorágine de anarquía y miseria, y finalmente quedara lo único que se ha promovido y que mantiene precios crecientes y una eficiente red internacional de tráfico; el negocio de la coca y sus derivados y con ello se avizora un Estado delincuencial, etnocomunista y cocalero; un paria internacional.

Ya mejor pertrechadas, las bases sociales del MAS piden y exigen; un Gobierno, que responda a sus necesidades “que gobierne obedeciendo al pueblo” y que con ayuda de los “progre” del mundo desarrollado, venda una imagen de indígenas excluidos que luchan contra el imperio y su lacayos nacionales.

Y ahora el MAS, que demando su apoyo para encumbrarse en el poder, tiene que cumplir con los movimientos sociales, y lo está haciendo. Expulsó a la DEA del Chapare, permite la ampliación de cultivos de coca; se despreocupa por la ocupación de los Parques Nacionales (Carrasco, Amboró, Noel Kempff Mercado, Tipnis, Choré), para el sembradío de coca y marihuana; dicta leyes para legalizar el contrabando de vehículos contrabandeados y robados. Pero siempre habrá más exigencias pues la economía informal no para de crecer y acrecentar su poder.

Lo preocupante es que el masismo para afirmar y acrecentar su poder está apoyando y construyendo esta cultura delincuencial que nos destruirá como sociedad y como país, destruirá los principios morales y éticos de la comunidad y nos alejara de la comunidad internacional al violar los compromisos asumidos de convivencia y respeto por la democracia, los derechos humanos, la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, y a la larga cuando todo esto haya concluido, costara años de esfuerzo el poder superar estas taras y lograr el reencuentro entre los bolivianos.

Por esto y mientras más temprano mejor, habrá que ponerse de acuerdo sobre un proyecto de país democrático, que educa a su población, que promueve el trabajo y la responsabilidad, que promueve una base técnica y productiva, que premia el esfuerzo y la responsabilidad para consigo mismo, con los demás y con el medio ambiente.

(*) Los de tierras bajas son pocos, un tres por ciento de la población. Los de tierras altas suman el 60 por ciento de la población. Todas las tierras fiscales, todas, que les hemos quitado a los hacendados y terratenientes, están en tierras bajas. Los de tierras altas dicen "yo también soy indígena, yo también soy boliviano, yo también tengo derecho a que el Estado me dé tierras, si necesito.” García Linera en entrevista de Página 12.