40 años después

Manfredo Kempff Suárez

manfredo-kempff-2_thumb1 El 21 de agosto de 1971 – hace 40 años – se produjo el golpe civil-militar que derrocó al entonces presidente de facto, general Juan José Torres, tras furiosos enfrentamientos en Santa Cruz y La Paz. Quienes hoy tienen 40 años, por lo tanto, no habían nacido aún; los que tienen medio siglo de vida eran unos infantes; y yo, que ya soy un viejo, era por entonces un joven primer secretario de embajada. Esto para señalar que, seguramente, dos tercios de los actuales bolivianos se han enterado de la revolución de 1971 de oídas o a través de las pocas lecturas que se han publicado sobre el tema.

Los protagonistas principales del golpe a Torres han fallecido en su mayoría y han dejado muy poco testimonio escrito. Ni el general Banzer, ni el Dr. Mario R. Gutiérrez, ni el Dr. Paz Estenssoro legaron algo impreso de carácter general. Y desde el bando perdedor, tampoco existe escrito algo que se pueda calificar como Historia en el sentido cabal de la palabra. Entonces, los hechos de 1971 se conocen más por artículos y reportajes, hasta por novelas, siempre sesgados, antes que como una relación estricta de hechos históricos.



Transcurridas cuatro décadas no se puede decir que los ánimos se hayan enfriado del todo. En cuestiones políticas siempre queda algo que, cuando menos, escuece si no duele. Chuspipata y el colgamiento de Villarroel, continúan siendo episodios urticantes; la Revolución de 1952, tanto peor, por la mucha gente que se vio afectada y atormentada; Únzaga, el cuartel Sucre y Terebinto, otro tanto; el 4 de noviembre de 1964 y los caídos en el Laikakota, también; y el golpe del general García Meza, con las ejecuciones de la calle Harrington, se evoca todos los años con pesar. El 21 de agosto de 1971 no tiene por qué ser una excepción porque se extendió en una dictadura de siete años, que, no obstante, era inevitable.

¿Qué sucedió hace 40 años? ¿Por qué se produjo el golpe civil-militar? ¿Lo quiso Banzer? ¿Lo quiso el Ejército? ¿Lo quiso la derecha identificada en FSB y el MNR? ¿Fue la CIA? ¿Fue el gobierno norteamericano inmerso en la Guerra Fría? ¿Tal vez nuestros empresarios privados? ¿Fueron militares brasileños? Todos tienen su versión particular aunque nadie acierta con una respuesta convincente. Yo creo lo mío, sin haber participado en los acontecimientos, pero habiendo estado, años después, muy ligado al general Banzer: lo quiso Banzer, el Ejército, FSB, el MNR y la empresa privada. Pero, además, por lo menos la mitad de la ciudadanía. No era poca cosa. No se trató de un cuartelazo más al viejo estilo boliviano.

Hubo un enfrentamiento entre la derecha y la izquierda en el mejor sentido de la palabra. Porque había derecha pura y dura, y había izquierda de verdad, teórica y guerrillera además. Hoy existen timoratas tibiezas centristas por un lado, y la izquierda, que sigue en boca de todos, se ha diluido en un facilón e irresponsable populismo. En Bolivia no hay izquierdas ni derechas. En 1971 o se quedaba en el poder la izquierda, con Asamblea Popular de por medio – mucho más capaz que la huachafa Constituyente última –, o sucedía lo que sucedió y es que a la izquierda se la aplastó y no volvió a resurgir más como en aquellos tiempos. La izquierda pensante, convencida, marxista-leninista, maoísta, guevarista o trotskista, ya no existe en el país o es una mera curiosidad académica. Aquí todos son izquierdistas – con honrosas excepciones – pero de ese izquierdismo para los balcones, para el discurso, para la demagogia, para quedar bien, pero ¿quiénes saben de marxismo? ¿Éstos que gobiernan ahora saben siquiera quién era Marx? No sospechan nada.

Don Mario R. Gutiérrez, olvidado patriota, y el Dr. Paz empezaron a tejer la caída del general Torres y tenían sobradas razones para hacerlo. Empezando porque ése era un gobierno dictatorial, de facto, heredero del de Ovando, que había acabado con la institucionalidad en 1969 derrocando al gobierno legítimo del Dr. Siles Salinas. Y Banzer fue el candidato militar de ambos líderes políticos, como pudo ser el mayor Cayoja, el coronel Ayoroa, o los generales Mendieta, Zenteno, Iriarte, Miranda u otro. Quiere decir que con Banzer o sin Banzer el golpe de 1971 estaba cantado, se daba. Lo que no sabemos y no lo sabremos nunca es si el golpe hubiera sido más duro todavía o si se hubiera hundido el nuevo régimen en una sucesión de contragolpes militares en cadena. Banzer aceptó el reto pero no para que lo zarandearan como a un muñeco sino para mandar.

Queda claro, entonces, que en la revolución de 1971 no se derrocó a ningún gobierno constitucional; que se expulsó a un presidente de facto; que se actuó contra una Asamblea Popular al estilo de los soviets; que la izquierda amenazaba con tomar campos e industrias; que no se trató de un cuartelazo producto de la ambición personal sino de un amplio acuerdo político-militar; que ciertamente se cometieron muchos excesos que pudieron evitarse. Y algo más: quien asumió la Presidencia en 1971, terminó dando la cara en la arena política creando un partido, venciendo en dos elecciones democráticas, ocupando la Primera Magistratura, y entregando el mando constitucionalmente a su sucesor cuando comprendió que la muerte le rondaba.