Dos días piadosos

José Gramunt de MoragasLos dos primeros días del mes de noviembre tienen especial carácter religioso. El primero de noviembre la Iglesia conmemora el recuerdo de Todos los Santos, en cuya denominación no sólo se incluyen a quienes la Iglesia otorgó el título “oficial” de Santo, sino también a todas aquellas personas que, durante su vida, fueron ejemplo de las virtudes que hacen a una buena persona, de cualquier edad y condición, una persona de bien y que, incluso, aquellos que no habiendo ingresado en la Iglesia por el sacramento inicial del bautismo, vivieron recta y virtuosamente, cumpliendo la voluntad del Señor Dios del Universo.Uno diría, utilizando una licencia del lenguaje, que en Todos Santos “se hace justicia” a esas personas desconocidas que merecen la veneración de todos los fieles. Entre los conmemorados habrá cristianos, como los habrá budistas, mahometanos o de cualquier otra pertenencia a algún culto religioso, pero que fueron gente buena, a carta cabal, poseyeron el don de la fe en un Dios Creador y salvador, justo y misericordioso, a pesar de que nadie se lo enseñó. Fue la pasión, muerte y resurrección de Jesús, su sangre redentora, la que les dio el pasaporte a una eternidad gloriosa. Todos ellos forman la gran legión de aquellos “que ama el Señor”, como cantaron los ángeles el día del nacimiento del Salvador.El segundo día de noviembre, Día de Difuntos, dedicamos nuestro recuerdo a quienes nos dejaron, familiares y amigos. La veneración de los difuntos ha sido en todos los tiempos y culturas una práctica imborrable que sigue presente, incluso en estos tiempos de increencia y dubitaciones en la vida del más allá. Quedan impresionantes monumentos funerarios milenarios, extraordinariamente valiosos porque en ellos existen signos e inscripciones que hoy día nos descubren usos y costumbres milenarias.Hasta hoy en día, tributamos a los difuntos, desde los ritos funerarios católicos, a otros actos más bien folklóricos muy extendidos en ciertos sectores populares e incluso supersticiosos, y terroríficos, como se acostumbra en México. Entre las tradiciones-supersticiones muy arraigadas en Bolivia destaca la creencia de que las “almitas” vuelven a visitarnos y para ellas (¿?) se preparan manjares y bebidas que fueron de su gusto. El funeral suele acabar en escenas muy poco edificantes.La plegaria de la iglesia católica por Todos Los Difuntos se apoya en la fe, en el misterio de la Comunión de los Santos, incorporados al Cuerpo Místico de Cristo. Es propio de la naturaleza humana que, ante la muerte, predominen los sentimientos de dolor y de tristeza. Pero el cristiano que no deja de tener los mismos sentimientos, los perfecciona con la fe y la esperanza. Fe en el amor de Dios que entregó a su hijo Jesús, quien con su sangre nos ganó la gloria eterna en la que esperamos.ANF