Flor de la V: «Aprendí qué es la culpa desde que soy madre»

Entrevista. Habla de su maternidad A los 35 años, asegura haber marcado un punto de inflexión en la sociedad argentina. Confiesa que no le tiene miedo al qué dirán ni a la discriminación de sus hijos.

A Florencia de la V le llevó dos años y toda una vida estar sentada ahí. Ahí, en ese sillón color arena repleto de almohadones del que asoma Paul Alexander, el mellizo varón de frágiles tres meses. “El quiere estar así, sentadito y que jueguen, porque extrañó mucho a su mamá, ¿no”, le balbucea ella mientras un bebote de perfectos ojos azules devora el living de la casa con su mirada, se detiene en ella y dibuja una sonrisa, tan suave y pura que hasta el más frío de los mortales sentiría ternura.

La vida se entiende hacia atrás. Ahora, en ese piso 14 de Recoleta, la flamante mamá comprende que todo el camino recorrido la acercó a este vínculo que la encuentra en una etapa de plenitud artística (ver Cómo será…) y personal.

“No podía pasar de la vida sin sentir esto”, confiesa. “Cada vez que me levanto y los veo -asegura-, me doy cuenta de que no me equivoqué. Desde el momento en el que los vi por primera vez, me di cuenta de que mi vida ya no me pertenecía”.



El momento en el que los vio fue el 25 de agosto pasado. El lugar: California. En los Estados Unidos las agujas marcaban las 9.07 cuando De la V (35), en compañía de su esposo, Pablo Goycochea , oyó el llanto de Isabella. Un minuto más tarde, llegaba al mundo Paul y, desde entonces, Florencia no se sentiría “nunca más sola”.

La pareja viajó cuatro veces al país del norte entre marzo de 2010 y agosto de este año. Pablo (45) donó el esperma necesario para la concepción, que se completó con el óvulo de una mujer, elegido por catálogo, y la gestación en el vientre de otra. El centro genético elegido fue Growing Generations, el mismo en el que siguieron igual proceso Ricky Martin y Sarah Jessica Parker. Los chicos nacieron en el Cedars Sinai de los Angeles, maternidad en la que también dio a luz Angelina Jolie. ¿El costo? Unos 200 mil dólares. Y en el medio, fotos, muchas fotos: de la panza, de las ecografías. E informes: un coordinador latinoamericano le contaba a la pareja cómo evolucionaba todo, incluso esa vez en el que el embarazo pendió de un hilo. Flor se encargaba de hacer llegar su música preferida ( Glee y Dread Mar I), para que los nenes escucharan desde la panza.

¿Qué sentiste al verlos?

Sentí que eran parte de mi cuerpo. Como si fueran una extremidad. Los ves tan indefensos y te das cuenta de que dependen absolutamente de vos. Es muy fuerte cuando entendés que en tus manos tenés la psiquis de una persona.

¿Lo hablás en terapia?

Sí, trato mucho ese tema. También me da miedo ser autoritaria con ellos. Quiero criar dos personas libres, que puedan pensar por sí mismas. Entonces lo comparo con mi infancia, con cómo ejercer la autoridad sin que sea una dictadura.

¿Qué es lo que más te cuesta?

Dividirme. Aprendí qué es la culpa desde que soy madre. Trato de no estar ausente por más de tres horas. Me levanto a las 8, voy a ensayar, a mi productora, hago spinning en mi casa.

¿A qué otras cosas les temés?

 ¡A cuando caminen! Pienso cómo los chicos son inconscientes ante el peligro.

Cuando yo era chica, con una prima que se llama Flavia, armamos una pirámide humana en el patio de cemento, me caí de cabeza y me dieron cinco puntos ¡Y había pasto al lado! ¿Pensás mucho en tu infancia? Quizás porque yo no tenía mamá y sentí esa ausencia (murió cuando ella tenía 2 años), quiero ser una madre muy presente. Mi trabajo tendrá que esperar y ellos tendrán a la madre para que les haga la leche a las cinco de la tarde, para mirar dibujitos o hacer la tarea.

¿Te da miedo el qué dirán cuando sean más grandes?

 La gente me dice: “¿Cómo se los vas a explicar?”. Y yo respondo: “No tengo nada que explicarles”. Porque mis hijos son mis hijos, yo soy la madre, y ellos van a saber. Hay cosas que no se necesitan explicar con palabras. Me dicen: “Afuera los van a discriminar, afuera les van a pasar cosas”. Y bueno… es la vida. Uno no los puede tener en una caja de cristal, porque ellos van a salir al mundo y se van a enfrentar con un montón de cosas. Lo importante es que los padres podamos hablar con ellos. La vida es así, no es todo color de rosa.

En la UBA hay trabajos de investigación sobre cómo tu personaje, Laisa, en “Los Roldán”, marcó una inflexión en los medios.

Creo que generé un cambio en la Argentina. Nunca sentí que enarbolaba la bandera de las minorías, pero me parece que en un momento me metí en los hogares. Para mí la gran victoria fue cuando se pudo sacar del foco la sexualidad, para poder destacar lo artístico.

¿Las oportunidades laborales para los trans cambiaron?

Antes, la palabra “travesti”, estaba asociada a la clandestinidad, a la prostitución. El conflicto más grande para una travesti es elegir para dónde querés llevar tu vida. ¿Es la prostitución porque no me queda otra? ¿O estudio y trato de salir? Uno elige la vida que quiere tener. Ahora, con la ley de Identidad sexual que se va a tratar, las chicas y los chicos trans van a poder tener más oportunidades. Es violento tener una identidad y que tu documento, cuando vas a una entrevista de trabajo, diga otra cosa.

¿Qué consejo le darías a alguien que teme ser discriminado por su sexualidad incluso por su familia?

En primer lugar, con respecto a los padres: los padres saben todo de los hijos. Yo no creo que ningún padre no se dé cuenta de que su hijo tiene una inclinación o un gusto. En la vida uno no está con su familia. Uno está solo. Si el día de mañana tenés una pareja, ésa es tu familia. Vos no te casás con tu mamá o con tu papá. Tenés que buscar tu felicidad desde adentro. Yo nunca me victimicé ni busqué la aprobación ajena.

¿Cómo es tu relación con los hijos mayores de Pablo?

Es buenísima. Ellos son tres: Gonzalo (22), Martina (20) y Pía (18). Martina va a ser madrina de Paul y los cuida muchísimo. Es importante conocer a los hijos, yo de ellos sé todo, cómo se llaman sus amigos, qué música les gusta…

¿Los sentís tus hijos?

Son nuestros hijos.

¿Qué desearías para todos ellos?

Sueño con una sociedad inclusiva, que respete y valore la diversidad humana. Quiero que ellos se críen con eso, que sepan que tienen esta madre y que la gente puede elegir ser lo que quiera. Puede ser tu amigo, la profesora del colegio o el bañero de la pileta. Lo importante es que uno respete a las personas por lo que son, porque ante todo, somos seres humanos.

Fuente: www.clarin.com