El unicato en Bolivia

Daniel A. Pasquier Rivero

daniel-pasquier Seguimos con atención los preparativos del próximo discurso de aniversario del presidente, que vendría a ser el séptimo en su gestión. Su segundo mandato está marcado por la necesidad y la urgencia de definiciones. Necesarias, porque en el largo periodo político pasado, el de las reformas “estructurales”, se ha gastado al final un quinquenio, lo que se ha aceptado, pero no podemos continuar en lo mismo. Es necesario dar paso a la gestión más técnica, con mejores resultados, que satisfaga a los del partido oficialista como también a los de la oposición. Hoy, ambas, son fuentes u origen de abiertas criticas.

Definiciones urgentes, por otra parte. El país entero no puede seguir paralizado o recibiendo golpes “a la gallinita ciega”. La situación es insostenible y los daños pueden llegar a ser irreparables. La buena voluntad de las partes involucradas ha sido puesta a prueba, y hasta algunos se han ganado el adjetivo de “funcionales”, pero esto no arranca. Hemos vuelto a depender de las materias primas, un paso atrás de la economía del país que se puede calificar de histórico, por su trascendencia, en este caso, negativa. Desaprovechamos un momento único para explotar nuestros recursos naturales con valor añadido, industrializando al menos parte de ellos. Primaron las decisiones políticas y el resultado está a la vista: paralización de los trabajos de exploración, tanto en minerales como hidrocarburos; vivimos de las rentas, gracias a lo planificado y ejecutado en gestiones anteriores. Sin descubrir nuevas reservas que aseguren yacimientos para explotación, se pone en riesgo hasta el cubrir los contratos actuales de exportación, y nos hipoteca el futuro. Hasta Venezuela cobra ahora 300 millones de dólares del “Bolivia cambia. Evo cumple”. ¿No era donación? ¿Qué podemos hacer?



El gobierno se encargo de hacer el diagnostico: cáncer. Es el cáncer en la economía nacional; no hay canceres “buenos”, solo los que consiguen diagnosticarlos a tiempo, sin metástasis, y mediante decisiones oportunas y acertadas, procedimientos cruentos y no siempre exentos de dolor, consiguen salir del difícil trance. Basta echar un ojo a H. Chávez, Lula da Silva, al P. Hugo, para darnos cuenta a que se refiere el gobierno; al cáncer no se lo para con discursos, ni con plata o buenas intenciones. En la lógica de las medidas económicas tomadas estos años, llenas de tonalidades ideológico-políticas reivindicacionistas, hemos llegado a la necesidad de requerir diesel, gasolina, gas licuado, y hasta alimentos, por montos que superan los mil millones de dólares anuales. Nadie puede achacar estos resultados a la oposición o al imperialismo, al capitalismo u otros ismos a los que se recurrió de forma reiterativa en los últimos tiempos; son carencias deducibles de políticas erráticas o encomendadas a manos inexpertas. Qué hará el gobierno al respecto, ¿golpe de timón con respaldo de los “movimientos sociales”?

Pero ya el respaldo no es el mismo del 2005. Todo el peso en el liderazgo de Evo Morales. Se confiaba en la lealtad de los aglutinados en el Movimiento al Socialismo (MAS), donde una pieza fundamental eran los “indígenas”, que ya no están. Tampoco hay otros, leales de segunda línea, pero leales al fin, que se encuentran en franca rebeldía, conformando grupos en la oposición, o que se mantienen en el silencio critico. Son muchos, y son influyentes. El recurrir al aparato del partido, es decir, al que se maneja con dinero no por convicción, demuestra al menos, debilidad. El presidente parece recurrir cada vez más a los cocaleros para tomar sus decisiones, pero aun ahí hay diferencias. Con los Yungas hay enfrentamiento claro. Se quiere erradicar la coca excedentaria, que puede haber, pero en definitiva es una zona de cultivo tradicional. Mientras que nada se dice de los miles de hectáreas cultivadas en el Chapare, donde la discusión es si cato mas o si cato menos. Es evidente que las decisiones se toman con marcado cuidado y franco favoritismo hacia el nuevo colonizador convertido en productor de coca para el narcotráfico. Paradójicamente, el origen del poder de Evo se ha convertido en su mayor problema.

Sin duda, no se puede construir Estado en función solo de una actividad ilegal. Esa puede ser la exigencia, difícil de digerir y difícil de escabullir. En esta actividad no se permiten los retrocesos. Todos los días las calles son testigos de cómo se cobra el cumplimiento de los compromisos. Pero por dura que sea, el país requiere una definición sobre el tema. Que seguiremos manteniendo una relación difícil, aunque incomoda, con el narcotráfico, es una cosa. Pero puede ser el momento de decirle al país, de una vez, que estos no son los cimientos sobre los que se construye el nuevo Estado Plurinacional. Esta definición nos condiciona en lo interno y hasta en política externa. Jugarse todo, el prestigio político de Evo y hasta del partido, el MAS, ¿a la blanca causa?

En Argentina se concibió el “unicato”, teniendo presente la experiencia de M. Juárez Celman, según el cual “El poder que se levanta, hunde por propio interés al que fenece, y el que no lo prevé y se acoge a la amistad y adhesión probadas, se parece en política al suicida". Sin embargo, arrogarse todo el poder, personal o en grupo, no garantiza nada. Llega la hora del recambio y, tarde o temprano, las adhesiones personales se tambalean y solo el concepto de “institución” permanece. Evo ha sido implacable con la oposición, y hasta con los simples disidentes. Tendrá que serlo con el narcotráfico. Esta es una verdadera “encrucijada”, de esas que gusta tanto su Vice. Tiene que definirse, en una salida prudente, que la realidad boliviana significa algo más que los intereses del narcotráfico.