Qué cambió el crimen de una reina ayorea; misticismo nubla la muerte de Rebeca

A casi dos meses del asesinato de Rebeca, se evita hablar del caso en la comunidad Degüi. La violencia y otros males acosan a adolescentes y jóvenes ayoreos.

Misticismo nubla la muerte de Rebeca

Crimen. En los estratos judiciales dejan el caso sustentado en testigos y versiones sobrenaturales.

imageTragedia. Luego del asesinato de Rebeca, su abuela mostró las fotos de la muchacha, en ellas lucía con los atuendos que vistió durante el Carnaval, cuando fue reina



Paura Rodríguez Leytón, El Deber

Un sueño inquietante alertó que algo malo estaba por ocurrir. En la comunidad ayorea Degüi, del barrio Bolívar, dicen que el presagio llegó unas dos semanas antes. El sueño maligno fue contado de boca en boca y el temor de una amenaza se instaló. En esos días, Rebeca Cutamurajai Etacore (14) había asistido a un taller sobre seguridad para trabajadoras sexuales realizado en su comunidad. Llevaba señales de violencia en el cuello, pero no habló del tema. Los malos augurios no tardaron en cumplirse. Angélica Picaneré Chiqueno (23) fue la última persona de su comunidad que vio viva a Rebeca o ‘Corea’, como aún la nombran familiarmente.

“El 2 de diciembre, a las 11 de la noche salimos de la casa, ahí afuera (en la avenida) a refrescarnos, porque hacía mucho calor. Apareció un taxi de color blanco, era una vagoneta con parrilla. De ahí el chofer llamó a Rebeca y me preguntó si era mi hija, yo le dije que era mi amiga. Nos dijo que nos invitaba una cena o una soda, que subamos. Después el chofer me pidió que me quede, que ahorita me devolvía a mi amiga”, detalla su declaración contenida en el expediente del caso que está en la Fiscalía.

Angélica volvió a verla al día siguiente, en la morgue del Hospital San Juan de Dios, donde acudió cerca del mediodía, junto a la abuela y a la madre de Rebeca. Fueron alertadas por las noticias del hallazgo de un cadáver con características de la joven: delgada, de cabello largo y negro y un tatuaje en forma de corazón en el hombro derecho.  

Su cuerpo había sido encontrado, a las 7:00, entre la hierba en un terreno de la urbanización Santa Cruz, por la doble vía a La Guardia. Mientras esperaban a la Policía, los vecinos cubrieron su cuerpo desnudo con bolsas de yute.

Las señales de violencia se concentraban en el rostro y en la cabeza. Un delgado surco marcaba su cuello. En su pecho y en los brazos había manchas secas de ‘clefa’. Sus manos estaban cruzadas, en actitud de protección, sobre su vientre. El informe forense precisó que la causa de la muerte fue una asfixia mecánica por estrangulación y politraumatismo.

Cuando Rebeca fue enterrada, en un rito especial, los ayoréode le amarraron una cinta roja en un pie, con la seguridad de que con este sortilegio el alma de Rebeca llevaría al culpable a la comunidad.

El 6 de diciembre, a las 0:10, una llamada telefónica alertó a la Policía de un posible linchamiento. El hecho ocurría en las puertas del barrio ayoreo. Franz Beltrán Durán (38) había sido golpeado y atado a un poste y, según el informe policial, al menos unas 100 personas lo rodeaban, golpeándolo y acusándolo de ser el violador y asesino de Rebeca. Flores se convirtió en el principal sospechoso del caso y fue detenido de inmediato. Ese mismo día, al final de la tarde, el Ministerio Público dictó su detención preventiva en Palmasola.

Para el representante de los ayoréode, Isaac Chiqueno; para doña Dina, la abuela de Rebeca, y para otras personas de la comunidad consultadas, la detención de Franz Flores cierra el caso, pues para todos ellos es indiscutible que la noche del 6 de diciembre el alma de Rebeca volvió junto al culpable e hizo que él mismo se presente en la comunidad para que ellos lo detengan. 

“Rebeca llegó con una blusita roja y trajo al culpable, le dijo que espere allí afuera y ella entró”, afirman sus familiares, para describir la imagen que vieron de la joven tres días después de su muerte. El fiscal Saúl Rosales considera también que el caso está prácticamente ‘esclarecido’; que los ayoréode reconocieron al culpable y que es importante confiar en su versión. También lo considera un proceso casi resuelto la defensora de la Niñez y Adolescencia, Rossi Valencia.

Angélica Picaneré describió al taxista con el que se fue Rebeca como un hombre  panzón, de entre 45 y 50 años, con el bigote recortado. Los datos que brindó sobre él no coinciden con los de Franz Flores Durán, que tiene 38 años, es delgado y tiene una barba rala, según lo describe la abogada defensora de oficio Beberli Gálviz; la misma que también indica que Flores no contrató ningún otro abogado para su defensa, al argumentar que no tenía dinero.  Flores figura en el expediente del proceso como carpintero y con domicilio en la Pampa de la Isla.

En su declaración señaló que la noche del 5 de diciembre llegó hasta la comunidad Degüi en busca de una joven llamada Carla, pero cuando preguntó por este nombre, le indicaron que en realidad se llamaba Corea y le cobraron Bs 5 por ir a llamarla. “Esperé unos 10 minutos y llegó un grupo de gente, yo confundido pregunté qué pasaba, ellos hablaban sin que yo entienda, entonces se acercó un hombre de baja estatura y le dijo que la señorita había sido victimada y un grupo de mujeres me agarró. Me amarraron al poste y comenzaron a golpearme”.

Flores detalló que conoció a la muchacha hace unos dos meses y medio y  que mantuvo relaciones con ella en dos oportunidades, y por cada una realizó un pago. Esto ocurría en un lote baldío próximo. Cuando fue detenido, Flores llevaba una tabla de cocina. Él explica que la joven quería comprar una para su abuela y él le ofreció hacerle una, pues era carpintero. Para el fiscal Rosales, esta tabla es una prueba de que Flores es el asesino, porque los ayoréode aseguran que la joven la portaba la noche que se subió al taxi.

En su declaración, Flores explicó que las veces que fue a la comunidad llegó en taxi, pero una vez que se encontraba con la joven, caminaban.

A casi dos meses de la muerte de Rebeca, los ayoréode evitan hablar del tema. Una explicación antropológica indica que al tratarse de un pueblo de origen nómada, aún viviendo en la ciudad mantiene la convicción de seguir el camino, dejando atrás a los débiles, a los enfermos y a los muertos. 

La profesora Silvia Achipa, directora de la escuela Juana Degüi, señala que la muerte de Rebeca sacudió a toda la comunidad y que varias jóvenes dejaron de salir a la calle y otras se fueron a las comunidades del campo. Pero con el paso de los días, el caso tiende a pasar a segundo plano. Cada día, al caer la tarde, solo basta pararse unas horas en las afueras para ver adolescentes que salen de este barrio y ofrecen sus servicios sexuales en las afueras de su comunidad. Casi todas portan una latita verde de ‘clefa’.

El asunto no estuvo en la agenda del pueblo ayoreo que esta semana tuvo un encuentro binacional en el que se habló de territorio. La diputada ayorea Teresa Nominé admitió que hay un alto consumo de drogas en Degüi y que ella realizará una intervención solo si los ayoréode se lo piden. Sobre el trabajo sexual, indicó que se trata de un oficio que se practica mundialmente y que lo importante es brindar seguridad a las mujeres. Indicó que una solución puede ser ubicarlas en una casa. 

Las jóvenes son víctimas de violencia

Lenny Rodríguez, que trabaja con la comunidad ayorea  mediante proyectos de Apoyo Para el Campesino-Indígena del Oriente Boliviano (Apcob), recuerda a Rebeca como a una líder. Fue la alumna abanderada del colegio Juana Degüi, pero no pudo escapar del sino que persigue a las adolescentes de su comunidad: la prostitución y las drogas. 

La profesora Silvia Achipa recuerda que adornó el vestido de reina del Carnaval que lució Rebeca el año pasado y asegura que para entonces ya se notaba en ella las marcas destructivas del vicio, había enflaquecido y estaba demacrada. Rodríguez explica que hay que comprender que el asentamiento urbano de los ayoréode todavía tiene poco tiempo (comenzó hacia 1950) y lo que era considerado un valor en el interior de su cultura ahora está desvirtuado. Se refiere a que en la cultura ayorea las mujeres toman la iniciativa de pareja y no es mal visto que tengan relaciones sexuales antes de tener una pareja definitiva. Sin embargo, al llegar a la ciudad, hace más de 50 años, esto cambió porque las relaciones ocasionales dejaron de ser de su cultura. Por otro lado, señala que en un grupo indígena que no ha tenido ninguna educación ni formación para sobrevivir en la ciudad, la prostitución resulta una salida económica. La antropóloga Irene Roca asegura que las principales fuentes de ingreso para los ayoréode en la ciudad son la prostitución y la mendicidad.

Esto es algo que ocurre desde la década de los 60, según reporta la prensa. Ya entonces las mujeres ayoréode eran víctimas de violencia. En esa década se reportó del asesinato de una de ellas.

Roca y Rodríguez aseguran que las jóvenes trabajan en total inseguridad y que retornan golpeadas, pateadas, con cortes y asaltadas.

Por otro lado, varias de ellas sufren anemia y problemas renales y hepáticos por el consumo de drogas nocivas como la ‘clefa’ y la pasta base.

Desde la perspectiva antropológica

El antropólogo alemán Jürgen Riester, especialista en los pueblos indígenas del oriente boliviano, manifesta que los ayoréode que viven en la ciudad se han convertido en uno de los grupos más vulnerables, pues están afectados por la prostitución y las drogas. “Es un desastre cultural y no solo ocurre con los ayoréode, ocurre con la mayoría de los pueblos indígenas que han sido sacados de su territorio y que han tenido que adaptarse a otra forma de vida, aquí y en otras partes del mundo”.

En su territorio eran dueños de su conocimiento, dominaban su entorno, tenían una escala de valores establecida y una autoridad definida. La experiencia ayorea ha demostrado que ellos todavía tratan de explicarse la realidad con la memoria colectiva del pasado, pero esta no concuerda con la realidad urbana. En la comunidad Degüi conviven distintas familias que en el pasado estuvieron enfrentadas. Allí no existe la voz de la autoridad.

Riester asegura que hay una nueva generación que muestra un nuevo espíritu y que será la que imprima un cambio positivo en la comunidad.

Julia Chiqueno (27) es una joven líder. Ella dice que hay cosas que se ven pero de las que no se dice nada, como el consumo de drogas allí dentro, y las salidas de las chicas.

Don Isaac Chiqueno, dirigente de esta comunidad, explica que hay cosas en las que no se puede meter ni dar su opinión.

Datos de la investigación “AyorÉode en la ciudad”

– Antecedentes. Los ayoréode son el último pueblo indígena conocido en haber tomado contacto permanente con la sociedad boliviana, en un proceso que empezó hacia 1948 y que aún continúa en Paraguay. A los no-ayoréode, sedentarios y mestizos, ellos suelen llamar cojñone. Tradicionalmente nómadas, cazadores, recolectores y guerreros del Chaco Boreal, los ayoréode han sido conocidos a lo largo de los siglos precedentes al contacto, principalmente a causa de eventos hostiles y asaltos mutuos.

– Movilidad. Las incursiones de los ayoréode en la ciudad de Santa Cruz empiezan poco después de la instalación de las primeras estaciones misionales, durante la década de los 50. Los desplazamientos se deben, por un lado, a la falta de trabajo suficiente en las comunidades fundadas con los misioneros. Por otro lado, se trata también de una tradición de movimiento propia a los ayoréode, que deseaban conocer y explorar nuevos horizontes, incitados por la proximidad del ferrocarril.

– Asentamientos. Los primeros ayoreóde que llegaron a Santa Cruz se ubicaron por donde ahora se encuentra la plaza Blacut, luego se instalaron en la Estación Brasileña, pero en 1979 fueron expulsados del allí y se trasladaron por el barrio de Guaracachi, donde vivieron hasta 1984.  

– Lugar actual. La comunidad Degüi del Barrio Bolívar, situada en la zona de la Villa Primero de Mayo, fue fundada entre 1985-1986, por Timi Degüi Picaneray. Cuando llegaron, allí todavía se podía cazar en el lugar porque todo era monte. Actualmente, la zona está completamente urbanizada, a un lado construyen un hospital y al otro está planificado un mercado.