Educación en línea, el nuevo rival del campus universitario

«Estudia en línea y gradúate en el campus» es el lema de la Universidad de Liverpool, en Reino Unido, que da la bienvenida en su sitio web. La Universidad de Stanford ofrece textos completos, sin ningún costo, a través de su servicio HighWire, mientras que el Massachussets Institute of Technology (MIT) anunció hace pocos días que impartirá cursos en línea también gratuitos. La percepción es que la educación a distancia y universal va in crescendo.

Tanto, que el debate acerca de si la educación en línea terminará sustituyendo eventualmente a la presencial ya se está dando en Estados Unidos. Con lo costosos e inaccesibles que se han vuelto los estudios superiores en este país, cuesta pensar que los estudiantes elegirán endeudarse y pagar más de US$50.000 al mes, en lugar de formarse en su casa a través de una computadora.

El periodista Stephen T. Gordon del The Boston Globe, por ejemplo, cree que en unos años los campus se convertirán en lugares a los que los estudiantes acudirán sólo para buscar tutorías, establecer redes o simplemente socializar. Según él, ellos preferirán perderse de toda la experiencia universitaria que invertir en una formación de prestigio, para luego conseguir trabajos que no les generarán ganancias suficientes como para solventar sus deudas producto de matrículas sumamente costosas.



Ante ese panorama se podría pensar que un latinoamericano preferiría hacer un curso en el MIT -lo cual aportaría mucho a su curriculum- que pagarse estudios en la Universidad del Salvador en Argentina, por ejemplo.

Pero en América Latina, este cambio radical en el modelo convencional de las universidades está muy lejos de convertirse en una realidad.

La base es indispensable

Para Carlos Emilio Raigoso, magíster en Sociología y académico de la Universidad Nacional de Colombia, el desarrollo de la educación en línea en América Latina no es comparable con el de Estados Unidos ni Europa, sobre todo tomando en cuenta que hay una gran cantidad de zonas rurales en donde el internet no llega.

«Además, para poder estudiar en línea deben existir niveles de alfabetización más o menos desarrollados. No se trata de saber leer y escribir, sino de tener conocimientos que permitan al menos la interpretación de textos. Eso no puede desarrollarse a través de una máquina, es muy complicado. Aunque no quiero decir que no se logre, creo que es más fácil cuando oyes a alguien que difiere de tu opinión o a quien te contrapone argumentos», explicó Raigoso a BBC Mundo.

Lo que sí está ocurriendo en la región es que la educación en línea ha llegado para complementar las visitas a la universidad. Así lo cree, José Gregorio de Llano, director del Centro de Estudios en Línea de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) en Caracas, Venezuela.

De Llano dijo a BBC Mundo que desde 1999, la UCAB está trabajando con ofertas de educación a distancia, enfocadas principalmente en la especialización y la actualización. Y la tendencia es que eso vaya en aumento.

«Acudir a la universidad es importante sobre todo para los jóvenes que acaban de terminar la secundaria, hay una formación social importante. Sin embargo, creemos que eso se puede ir complementando con modelos en línea, una educación mixta en la que se ponga énfasis en lo presencial durante los primeros años, y que luego pueda ser a distancia para contribuir a que el profesional se integre más temprano al mercado de trabajo».

Aunque estos programas en línea pueden costar menos que la educación presencial, es muy difícil que las instituciones los ofrezcan sin ningún costo. Y ahí habría que tomar en cuenta otro elemento que es saber identificar cuáles programas son de calidad y cuáles carecen de ella.

«Pueden ser universidades muy prestigiosas, pero se debe revisar el tipo de contenidos que ofrecen de manera gratuita. Es posible que se trate de una forma de difundir el nombre de la institución, como si estuviesen siendo generosos con la humanidad, cuando en realidad no es así».

Otro tipo de discriminación

Raigoso coincide en que ambos elementos deben combinarse. «Creo en lo presencial y el compartir con los otros, pero también entiendo que la educación se desarrolla de una manera muy individual. En ese sentido lo online me parece muy apropiado».

Una estudiante de un máster en línea lo confirma: «Para estudiar en casa y sin un profesor en frente hace falta tiempo, disciplina y haber estudiado algo antes».

El académico colombiano hace hincapié, de nuevo, en este último punto y explica por qué.

Según él, las universidades públicas en América Latina son de difícil acceso, en cuanto a capacidades cognitivas. Entrar en una institución privada, en cambio, puede ser más fácil, pero se necesita la capacidad económica que permita costearla.

«En un modelo convencional de educación, podrías pensar que los que tienen más recursos pueden pagarse las universidades más prestigiosas y yo creo que el modelo en línea podría estar reproduciendo lo mismo. En la región, alguien que tenga recursos, no va a conectarse a internet sino que seguirá viajando para formarse a la universidad de Stanford o se quedará y acudirá a la mejor institución privada de Colombia», dice.

Las conexiones en línea quedarían para las clases medias y bajas, con el agravante de que estos grupos pudieran carecer de la formación adecuada. Si no consiguen desarrollar la disciplina y la capacidad de lectura y escritura, por ejemplo, llegarán a la universidad en línea y gratuita y no podrán mantenerse en ella. Volverán a ser discriminados, pero de otra forma, señala.

En todo caso, para estos académicos, las instituciones en América Latina están muy lejos de sentirse amenazadas por lo online y más bien realizan intentos por beneficiarse cada vez más de los avances de la tecnología.

Fuente: bbc