El rol histórico de las esposas de los presidentes; Bolivia sin Primera Dama hace 7 años

Al no estar casado el presidente Evo Morales que llegó al poder en 2006, en Bolivia no existe el cargo de Primera Dama desde entonces y algunos medios ya especulan sobre la posibilidad de que la prometida del vicepresidente García Linera, asuma ese papel.

imageComo Evo Morales no tiene esposa, en ocasiones su hermana Esther, en los viajes al exterior es considerada, por  protocolo, Primera Dama. Foto internet.

Bolivia sin Primera Dama hace siete años: ¿es imprescindible este puesto?

La Razón / Ricardo Aguilar Agramont



En Bolivia no existe el cargo de Primera Dama desde hace siete años, al no estar casado el presidente Evo Morales (que llegó al poder en 2006). Las antiguas funciones de esta figura están ahora a cargo de la Unidad de Gestión Social, que es manejada por profesionales y actualmente es dirigida por Cristina Choque. Sin embargo, algunos medios ya especulan sobre la posibilidad de que Claudia Fernández, prometida del vicepresidente Álvaro García Linera, asuma ese papel.

Más allá de eso, el papel de la Primera Dama ha sufrido alteraciones desde comienzos del siglo XX. La vinculación patriarcal del cuidado de los niños a una función meramente femenina se transfirió informalmente al rol de la esposa del Presidente de turno desde la primera década del siglo pasado, pero la consolidación de tal rol se dio con los decretos supremos que por primera vez consideraron el asunto de manera específica con Alfredo Ovando Candia (1969) y Hugo Banzer Suárez (1971).

De hecho, la sola nominación del cargo Primera Dama encubre la presuposición machista de que quien sea presidente será, “naturalmente”, un varón; así como se considera “natural” que las mujeres (y, por consecuencia lógica, la cónyuge de un mandatario) se ocupen de la infancia, como si la categoría de “instinto” (reservada para lo animal) rigiera todas las actitudes femeninas respecto de la niñez.

“Evidentemente, la idea de que una mujer se haga cargo del Estado estaba totalmente fuera del imaginario nacional; este aspecto recién se está modificando. Es por eso que la figura de Lydia Gueiler es tan importante. Además, hay que recordar que la primera candidata a la Presidencia del país fue Remedios Loza, recién en 1997”, hace notar el exmandatario Carlos Mesa.

En todo caso, a principios del siglo XX, las esposas de los líderes liberales (convencidas de la mentira biológica de la maternidad que dice que la mujeres son las mejores y sólo sirven para cuidar y criar niños) comenzaron a formar clubes de madres enfocados a la beneficencia de la niñez desprotegida y de huérfanos. Por ejemplo, Luisa Salinas-Vega Torrico de Siles (cónyuge del expresidente Hernando Siles) creó el Preventorio de Niños Débiles de Obrajes y la Asociación de Canillitas.

Posteriormente a la Guerra del Chaco, continuó la función ligada a los menores de edad. La esposa de Germán Busch, Matilde Carmona n de Busch, realizó campañas para los huérfanos de la guerra.

Sólo se formalizó este rol mediante el Decreto Supremo 8960 del dictador Ovando en 1969, en el que, siguiendo el sesgo machista del que se habla, incluso se le atribuyó el papel de formar “club de madres”, asignándosele fondos económicos y un personal.

Fue el siguiente dictador, Hugo Banzer Suárez, en 1971, quien sistematizó al detalle el papel de la Primera Dama mediante el Decreto 9922 (que estuvo vigente hasta el primer gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada en 1996), que creó una Junta Nacional de Desarrollo Social a cargo de la Primera Dama, unidad que antes estaba a cargo del Ministerio de la Presidencia. Es de notar que la norma del ejecutivo incluía como miembro de tal junta al Arzobispo de La Paz (artículo 3), como parte del conocido acompañamiento de la Iglesia Católica a las dictaduras militares.

En el contenido de este decreto persiste esa visión patriarcal que asigna a la mujer un rol de madre al darle la atribución de “supervisar la aplicación del Código del Menor” (artículo 4, b) y de “elaborar una legislación integral de la familia” (artículo 4, d). Ambas funciones, supuestamente, son obligaciones que debe-rían ser la responsabilidad de las instituciones estatales y no de la esposa o esposo de un mandatario.

En 1996, con Sánchez de Lozada como presidente, se cambió la norma con el Decreto 24239 y se instituicionalizó el “cargo honorífico de Primera Dama de la Nación ejercido por la cónyuge del Presidente” (artículo 1), aunque no precisó sus funciones. En este caso es irrisoria la primera observación: “Considerando: Que las funciones de la Primera Dama están reconocidas y honradas por los países de la comunidad internacional”.

Esa cita textual devela una característica de lo boliviano: aquello que la psicología ha llamado “locus de control externo”; es decir, cuando se está pendiente de aquello que los demás dicen o hacen y se culpa a algo ajeno (a los otros) de un determinado estado emocional.  Al volver al poder Banzer, esta vez no por la fuerza sino bajo elecciones y un pacto con el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR), abrogó el decreto de su antecesor y emitió otro nuevo en 1998 (el 25214) de más de ocho páginas (tamaño carta) de extensión, con el que dio un poder ilimitado a la Primera Dama (de Yolanda Prada para adelante). Por ejemplo, el artículo 4 del título 1 y capítulo 1 dice:

“El despacho de la Primera Dama de la nación tiene independencia de gestión técnica, legal y administrativa”. Además, al final de cada título y capítulo en que se redactan las atribuciones del cargo, hay un “artículo comodín” que se repite a modo de estribillo tres veces y que da luz verde para cualquier cosa: “Ejercer las demás atribuciones que permitan el eficiente cumplimiento de su misión institucional”. Como cereza de la torta, las audito-rías a este despacho dependían “directamente de la Primera Dama de la Nación” (capítulo V, artículo 11).

Son conocidos los rumores sobre la influencia que ejercía Prada en los manejos estatales durante los gobiernos de Banzer. Su despacho, adicionalmente, debía tener servicios departamentales en cada Prefectura (título II, capítulo 1, artículo 16), lo que significaba un despliegue presupuestario difícil de calcular, aunque similar al de un ministerio.

Siete años estuvo vigente esta reglamentación, hasta que fue derogada por Mesa en 2004 con el Decreto 27392, con el que se quitó el poder   al cargo de Primera Dama, aunque para ser precisos este título dejó de ser un cargo y se volvió un título honorífico: “No es una servidora pública” (artículo 2). Esta norma, que continúa siendo válida en el país, creó la Unidad de Apoyo a la Gestión Social (UAGS), que volvió a ser parte del Ministerio de la Presidencia (Banzer le daba independencia desde 1971).

Otro signo de la evolución del título, a partir de esta promulgación, es que se le deja de dar atribuciones relativas a la niñez, pues ahora se habla de “ayuda humanitaria”, generalizando sus roles.

Como Morales no tiene esposa (se dijo que debía asumir el puesto su hermana Esther, aunque en los viajes al exterior ésta es considerada, por  protocolo, Primera Dama), se determinó que sea un equipo de profesionales el que se haga cargo de la UAGS, dirigida por Choque, quien fue la constituyente más joven.La unidad se encarga de temas que van desde la salud, discapacidad, alimentación y otros.

CARGO. Dos expresidentes hablan de la necesidad o no del puesto. “No creo que sea indispensable una figura pública como ésta para realizar actividades de gestión social. Yo soy totalmente contrario a esa idea. Obviamente, si el presidente o presidenta están casados, irán con su esposa o esposo a los actos protocolares. Pero la pareja de una autoridad no tiene nada que hacer en absoluto en actos oficiales de responsabilidad social”, dice Mesa.

Según esta exautoridad, para luchar contra la pobreza, está el Estado y sus ministerios. “En ningún caso creo que deba existir el cargo de Primera Dama. Cuando un mandatario es elegido, no se escoge a su esposa o esposo; ellos tienen que seguir con su vida profesional fuera del Estado”.

Según el exmandatario Jaime Paz Zamora, la función de desarrollo social es una de las más importantes, pues “hay que repartir los beneficios que recoge el país. Si existe una oficina que se encargue de esto y de la asistencia de los desfavorecidos —además de los ministerios de cada área— puede ser importante para llegar a donde la burocracia estatal no lo hace”.

No obstante, “no es necesario que un despacho de este tipo sea encabezado por la cónyuge de un mandatario. En todo caso, este rol y bajo ese título (Primera Dama) es una herencia del periodo del golpismo civil-militar-republicano —como lo llamó y en el que entrarían todos los gobiernos previos a 1983— donde no había congreso y el presidente tenía a su esposa con un cargo público”, interpreta Paz Zamora.

Las esposas de los presidentes durante el siglo XIX

En el siglo XIX no existía ningún rol oficial para las esposas de los mandatarios, las que, salvo excepciones, se mantuvieron en el anonimato, según escriben Hans Abendroth y Eugenia Bridikhina en su libro Un giro en el papel de la Primera Dama… Ni Bolívar ni Sucre trajeron al país a sus cónyuges, por lo que fue el tercer presidente quien tuvo una Primera Dama”, sin hablar de manera estricta. Según estos autores, el papel de la esposa del mandatario “es borroso”.

“¿De qué manera afectó para el desmoronamiento de su régimen la desgracia de José Gutiérrez Guerra, cuya cónyuge, Agar Reyes, prefirió separarse antes de que éste asuma la Presidencia?”, se pregunta Mariano Baptista en su libro La otra historia de Bolivia.

Una cónyuge de un presidente que pasó el anonimato fue la escritora argentina Juana Manuela Gorriti, casada con Manuel Belzu. Sin embargo, ella no estuvo en Bolivia durante la presidencia de su esposo y su nombre sobresale por mérito propio en la letras del siglo XIX de su país.

Lindaura Anzoátegui (esposa del presidente Narciso Campero) también pasa a la historia gracias a su escritura literaria y su libro Huallparrimachi, una obra importante del periodo del romanticismo boliviano.

El caso de Juana Sánchez es, sin lugar a dudas, el más atípico. Fungió de Primera Dama siendo la pareja de su compañero Mariano Melgarejo (quien a pesar de estar casado vivía separado de su esposa legal).

“De este modo, durante el mandato del ‘Capitán del siglo’, la familia de Sánchez ejerció mucho poder, a través del hermano y la madre en actos que hoy se llamarían ‘tráfico de influencias’”, cuenta Carlos Mesa. Además, la ligazón del mandatario más odiado por los paceños de la época es tal que años después de su régimen, tras una disputa con el hermano de Sánchez, éste lo asesinó.

‘No debe ser funcionaria’: Carlos Mesa, expresidente (2003-2005)

Durante el tiempo de mi gestión, mediante un decreto supremo (27392) se hizo que la Primera Dama deje de ser una funcionaria pública, pues no tiene ningún sentido que lo sea. Se creó la Unidad de Gestión Social y se la puso a cargo del Ministerio de la Presidencia. Asimismo,  se devolvió la distribución del “de-sayuno escolar” a la Alcaldía. Mi    esposa, Elvira Salinas, estuvo de acuerdo y supo acompañarme siempre manteniendo un perfil bajo por propia decisión.

‘No tuve Primera Dama’: Jaime Paz Zamora, expresidente (1989-1994)

Yo nunca nombré Primera Dama, aunque mi hermana Rosario se hizo cargo, de manera profesional, de un servicio social del que tradicionalmente se encargaba la Primera Dama. Mi madre, Edith, también cumplió, por su propia voluntad, el servicio social porque la gente se le acercaba. En todo caso, la atención a los pobres es un rol importante del Estado, aunque no es absolutamente necesario que esté encabezada por una Primera Dama, sino por profesionales y técnicos.

‘La UAGS continúa’: Cristina Choque, jefa de la UAGS

Fue a partir de la gestión de Carlos Mesa que se creó la Unidad de Apoyo a la Gestión Social (UAGS), que podría estar encabezada de manera honorífica por la Primera Dama. Sin embargo la UAGS está conformada por un equipo técnico y cumple el mismo rol que hacía el despacho de la Primera Dama. Nos ocupamos de la atención de familias pobres y de todo tipo de sectores vulnerables, equipamiento de hospitales, etc. También gestionamos recursos económicos con embajadas y empresas.

‘Representó a la alcurnia’: Fernando Cajías, historiador

Durante el siglo XIX no se tiene noticia de que haya existido un rol institucional de las esposas de los presidentes, lo cual no significa que algunas de ellas no hayan participado de la vida política con una posición. Tal es el caso, por ejemplo, de la peruana María Cernadas de la Cámara, esposa del Mariscal de Zepita. Por la correspondencia entre ambos se puede ver que Andrés de Santa Cruz le solicitaba un constante consejo. Lo mismo se puede decir de Belzu y Gorriti.