La alianza antiimperialista invita a copas. Paga Repsol

Pablo Ximénez de Sandoval

pablo-ximenezdesandoval Es algo admitido que la política hace extraños compañeros de cama. Pero el petróleo, no digamos. El pasado jueves 16, se celebró en Madrid una fiesta que reunió a todo el mundillo latinoamericano de la capital española con la excusa del séptimo aniversario de la fundación del Alba-TCP (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos). A las ocho de la tarde, en el salón Granados del Hotel Intercontinental, los embajadores de Bolivia (María del Carmen Almendras), Cuba (Alejandro González), Ecuador (Aminta Buenaño), Nicaragua (Augusto Zamora) y Venezuela (Bernardo Álvarez) recibían a casi 400 invitados en un pasamanos de conocidos y desconocidos que duró más de media hora pero tuvo un verdadero momento estelar: la entrada a la fiesta de Antoni Brufau, presidente de la petrolera Repsol. Los embajadores abandonaron la protocolaria formación en fila para acercarse a abrazar a Brufau. Avisaron a los fotógrafos oficiales y se retrataron con él como una familia. La fiesta de la alianza bolivariana antiimperialista se hacía con dinero de Repsol.

En nombre de los cinco países, la embajadora de Bolivia en España pronunció un discurso en el que comunicó a los asistentes que el evento se podía realizar gracias al patrocinio de la petrolera española. Repsol está presente en cuatro de los países anfitriones del evento, aunque no en Nicaragua. En su discurso, Almendras describió el Alba (ocho países, 71 millones de habitantes y 498.000 millones de dólares de PIB) como “el segundo bloque comercial de la región latinoamericana después de Mercosur, con enormes potencialidades de recursos naturales y humanos”. El Alba surgió en 2004 como un acuerdo entre Venezuela y Cuba en oposición al ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas, promovido por EE UU). Hoy incluye a los países con Gobiernos de izquierdas influidos por el socialismo bolivariano de Hugo Chávez, como Bolivia, Ecuador y Nicaragua, además de Antigua y Barbuda, San Vicente y las Granadinas. Entre sus logros cita haber sacado a 11 millones de personas de la pobreza y un índice de alfabetización del 98%.



Con el dinero de Repsol, las cinco embajadas latinoamericanas ofrecieron una fiesta de alto nivel. El embajador de Venezuela, Bernardo Álvarez, explicó que Repsol se hizo cargo del montaje, el local y el bufet principal, cuyo plato fuerte eran arroces españoles. Las Embajadas se hicieron cargo cada una de los platos típicos y los licores de cada país que se sirvieron. Los embajadores ejercieron de anfitriones, cantaron canciones típicas (impagable el Guantanamera del embajador González) y dieron cientos de manos, desde compatriotas curiosos hasta los representantes en España de un fondo de inversión chino (SKG International) que aprovechaban el evento para hacer contactos acompañados por el diputado del PSOE Txiki Benegas.

Mientras disfruta el patrocinio de Repsol para conmemorar su gran proyecto político internacional, el presidente Hugo Chávez ayuda a la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner, en su estrategia para reducir la posición de Repsol YPF en el mercado de hidrocarburos de Argentina. El presidente venezolano ha declarado además que se considera desvinculado de la autoridad del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones (CIADI), el paraguas al que hasta ahora se podían acoger las grandes empresas como Repsol para defenderse de las arbitrariedades políticas.

La beligerancia de Chávez contra las multinacionales nunca se ha relajado, aunque con los años las empresas y las repúblicas bolivarianas han aprendido a convivir y beneficiarse mutuamente de los inmensos recursos de una región que crece a un 6% de media. Pero la tensión se puede elevar en cualquier momento a conveniencia, como cuando el pasado mes de enero Chávez amenazó por televisión a la banca con nacionalizar sus activos si no contribuye a financiar los programas agrícolas del Gobierno. El BBVA sería uno de los afectados. Estas amenazas son recurrentes. En diciembre de 2007, tres meses antes de las elecciones generales, dijo que las empresas españolas tendrían que abandonar Venezuela si el PP ganaba las elecciones generales. Entonces amenazó expresamente a Repsol, la empresa que pagó la fiesta bolivariana del pasado jueves.

La situación ha cambiado de forma paralela en lo político y lo comercial respecto a aquellas bravuconadas. Han pasado cinco años y el PP ya ha ganado las elecciones. En el ágape del pasado jueves estuvieron presentes el director general para Iberoamérica del Ministerio de Asuntos Exteriores, Pablo Gómez de Olea, y la responsable de países andinos y del Cono Sur de la AECID, María Victoria Wulff. Aparte, el embajador venezolano aseguró que estaban invitados numerosos cargos del PP, pero que el congreso del partido en Sevilla les había impedido asistir, a pesar de que la agenda del evento comenzaba el sábado 18.

Los únicos políticos conocidos (nivel televisión) en el hotel Intercontinental esa noche eran los líderes en el Congreso de IU, Cayo Lara, y de Amaiur, Mikel Errekondo.

En su primera declaración pública tras la victoria de Mariano Rajoy, a principios de diciembre, el presidente venezolano templó gaitas. Chávez deseó que el Gobierno español dé continuidad a las importantes inversiones gasísticas y petroleras en Venezuela, según lo citó el diario Abc. Repsol trabaja en un gigantesco yacimiento de gas descubierto en 2009 y por el que Chávez felicitó personalmente a Brufau durante una visita a Madrid. Repsol anunció el comienzo de la nueva explotación, que supone una inversión de 1.500 millones de dólares para Venezuela, el pasado 23 de diciembre. La multinacional española, que explotará el yacimiento a medias con ENI, calcula que puede extraer hasta 1.200 pies cúbicos al día de gas hasta 2036.

En Bolivia, la petrolera se comprometió el pasado noviembre a ejecutar inversiones por valor de 475 millones de euros. Atrás quedan los años en los que el presidente Evo Morales amenazaba con nacionalizar todos los hidrocarburos del país. Tras la durísima renegociación de los contratos petroleros en Bolivia, en 2009 la compañía de Brufau ya tenía inversiones comprometidas allí por más de 900 millones de dólares.

El Gobierno de Rafael Correa en Ecuador, por su parte, rompió por completo con Repsol en 2008 ante la falta de acuerdo para renegociar los contratos petroleros. Correa en persona afirmó que la multinacional española tendría que abandonar el país. Las aguas volvieron a su cauce en apenas una semana. Repsol logró quedarse en Ecuador y al año siguiente ya había anunciado un acuerdo con el Gobierno para invertir 134 millones de euros y la aceptación de las condiciones impuestas por Correa para las explotaciones petroleras.

La petrolera española también tiene intereses en Cuba, guardián de las esencias del antiimperialismo y fuente de inspiración de la política exterior de Hugo Chávez. Repsol explotará petróleo del Golfo de México en aguas territoriales cubanas con una plataforma móvil que recientemente fue objeto de polémica por las sospechas del Estados Unidos de que podía violar las leyes del embargo.

Aquella noche hubo otro discurso más, el del canciller de Nicaragua (el único de los cinco anfitriones en el que Repsol no está presente), Samuel Santos López, que estaba de visita en Madrid. El canciller Santos centró sus palabras en dos temas. Por un lado, denunciar el bloqueo estadounidense a Cuba, que acaba de cumplir 50 años. Y por otro, solidarizarse con Argentina por el conflicto en torno a la soberanía de las Malvinas y reclamar a Reino Unido que busque una solución dialogada, en vez de recurrir a “raids de aviones bombardeando seres humanos y destruyendo pueblos enteros”, sin aclarar si se refería a algún desconocido episodio reciente.

El Diplomático