Jolgorio septenario

Karen ArauzHace un par de años la casualidad me dio una oportunidad de esas en un millón. Las cosas se dieron de tal modo que me cayó del cielo una escala inesperada de cuarenta y ocho horas en una maravillosa ciudad que siempre anhelé conocer, pero no consideraba posible. Hay circunstancias como un paro de controladores aéreos, una huelga de una línea aérea, las cenizas de un volcán o cualquiera de ese tipo de situaciones fortuitas, que de pronto te abren un mundo inesperado. Con total felicidad, me dispuse a sacarle el jugo a la oportunidad irrepetible y para ello decidí optimizar mi tiempo y no dejar nada sin ver. Luego de tirar la maleta en el hotel, me abalancé a la conquista de ese maravilloso lugar, al que por mérito y posibilidades propias jamás hubiera llegado. Dormí rapidito, el dolor en pies, rodillas y las quemaduras del sol en mi piel duraron semanas, pero aparte de eso -como tuve a bien no provocar ninguna confusión con nada que no fuera legal y aceptable- es que puedo recordar sin nada de qué arrepentirme ni explicación que dar. Esto me vino a la memoria mientras observaba los noticieros. Por la consabida manía de asociar ideas, concluí que, claro, para ciertos personajes de gran actualidad en nuestro país, ésta es la única gran parranda que -aunque prolongada- les cayó del cielo y esa es la razón por la que se están divirtiendo a más no dar, sin cuidarse de no cometer excesos. El fortuito descubrimiento del nuevo mega negociado en YPFB, fue gracias a un accidente de tránsito de una flamante vagoneta oficial de casi cien mil dólares como la punta del ovillo. La develación no se le puede atribuir a la fiscalización de la Asamblea. Tampoco el Ministerio Público, ni a la difunta Contraloría, menos al Ministerio de tan rimbombante como inservible rótulo de transparencia y lucha contra la corrupción pues está muy ocupado inventando delitos o removiendo pecados ajenos de lustros pasados. Si no hubiese sido la casualidad, quien sabe hasta el fin de la fiesta masista, no nos hubiésemos percatado de este crimen de corrupción. Crimen, porque por si a estos ciudadanos no se les ha ocurrido, por cada dólar que se roban en un contrato malhadado, torcido y sobrepreciado, un niño no recibe una vacuna o una madre un antibiótico que le salvaría la vida a ella y al por nacer. Tenemos minusválidos arrastrándose por la calzada, extendiendo una mano para comer, familias enloquecidas buscando a su hijos porque la inseguridad campea y la Policía sólo se activa masivamente para reprimir a niños y ancianos indígenas cuando los jefes se lo instruye. Porque don gobierno está ocupado en la estrategia de su anhelada pero inconstitucional reelección para el 2014. Entonces elevan por los aires la necesidad de la agobiada población paceña y se mandan una ley para la construcción de un teleférico de doscientos y pico de millones de dólares…una vez más sin licitación.Las carencias son demasiadas y extremas para que por esta francachela en la que están convirtiendo la administración del Estado, debamos mantener la boca cerrada y debamos actuar como si de un país ajeno se tratara. Pasamos de masivos actos a cumbres bullangueras que no convocan más que a los que está obligados a ir y les sellen la mano por asistencia o, porque las canonjías que reciben ameritan vítores que fatuamente halaguen los egos creyendo que ésta es una fiesta de nunca acabar. Se va la Jindal porque se hartó, pero en palabras huecas y gestos teatrales, los portavoces gubernamentales argumentan que esa compañía no sirve para nada y que sólo pretendían hacer malabarismos bursátiles con el dinero de los bolivianos. No le proveen del comprometido gas para la industrialización y productividad del proyecto, se cobran una ridícula boleta de garantía para acto seguido, perder la probada tecnología y millonaria inversión de la empresa hindú sin contar el daño a nuestra imagen como país digno de inversiones. A aquel que se lee miles de miles de tomos, humildemente le recomendaría darle una miradita a Google y se enterará que esa Jindal que vino a Bolivia, es parte de un gigantesco grupo de miles de millones de movimiento anual y amplia presencia internacional. Por si creen que no somos más que una manga de imbéciles, sabemos que el contrato con esa empresa inservible la firmaron ellos mismos y por supuesto como ya es norma plurinacional, sin licitación, sin miramientos y con absoluta ineptitud e improvisación.Si continúan tejiendo con afán de tarátantulas sin tener su capacidad, su destino es asfixiarse en su propia maraña. Lo que importa de esto, es que haya diez millones de ciudadanos que no están dispuestos a estrangularse para pagar este dispendioso jolgorio sin fin.