Política exterior narcotizada

Saúl Dávila Muy pocas veces Bolivia ha demostrado coherencia en su política exterior, basta dar una ojeada a las muchas agendas sobre el tema marítimo. De forma permanente, la política barata y oportunista se ha insertado en puestos claves de la diplomacia boliviana en desprecio por una buena política exterior que beneficie a todo el país.Hoy, una vez más la improvisación y el desacierto se ponen de manifiesto en la ya deslucida política exterior boliviana: El Gobierno del MAS envía a Jerjes Justiniano Talavera, un político que fracasó en las últimas lides electorales de Santa Cruz, como embajador de Bolivia en Brasilia, específicamente para hacerse cargo de revertir la denuncia de la revista Veja respecto al involucramiento de altas autoridades nacionales en el narcotráfico.¿Qué podrá hacer Justiniano frente a una sociedad bien estructurada institucionalmente como la brasileña, que ha evolucionado décadas con respecto a Bolivia en educación, ciencia y tecnología? ¿Podrá el flamante Embajador decir o hacer lo que le plazca en un país donde sí hay libertad de expresión política y de información? El fracaso está a la vista, lo lamentable es que las consecuencias de la improvisación e irresponsabilidad recaen sobre la imagen del país y sobre los bolivianos que cargan el estigma del narcotráfico por donde van.La cocaína y el narcotráfico son los dos elementos que priman en las relaciones exteriores de Bolivia con el resto del mundo.Esa es la ignominia para el país. Lo prioritario para el Gobierno del MAS no son las relaciones comerciales y culturales con Brasil. Hemos llegado al fondo de un proceso de cambio que ha invertido los valores respecto a la grandeza de la patria, de los supremos intereses de la nación, del desarrollo y prosperidad de los bolivianos. La lucha contra la pobreza y desigualdad social han sido puestos de lado, ahora se trata de defender la producción de coca y sus oscuros beneficios.No es la primera vez que Bolivia tiene que verse afrentada por el accionar deplorable de sus propios gobernantes, y ser vista como una nación relacionada con el narcotráfico. Tampoco es la primera vez que un medio informativo extranjero, por cierto de mucho prestigio y seriedad como la revista Veja, denuncia hechos de corrupción vinculados con el narcotráfico en altas esferas del Gobierno boliviano. En el gobierno del dictador Luis García Meza Tejada sucedió lo mismo.La Cancillería brasileña siempre ha gozado de prestigio en el ámbito diplomático mundial, por su organización y eficiencia; a no ser en los últimos años en el gobierno de Inacio Lula da Silva, quien se alineó a la política de los países bolivarianos creando una hegemonía contraria a la tradición de Itamaraty.Recientemente, con la destitución de Fernando Lugo como presidente de Paraguay, realizada de manera constitucional y democrática por el parlamento de ese país, la presidenta Dilma Rousseff lidia con Itamaraty, esta vez complicando las relaciones exteriores, alineándose con la política de Unasur y embarra al Mercosur, hasta ahora un organismo de esencia comercial. Sin embargo, la posición del Gobierno brasileño respecto al narcotráfico y su relación con Bolivia es clara y definitiva, y está acorde con la política antinarcóticos norteamericana: la lucha contra las drogas ilícitas es frontal venga de donde venga.Así como han ido y como van las relaciones internacionales sustentadas por la coca-cocaína, los países del mundo ven a Bolivia como un país poco serio y el descrédito alcanza a todos los estamentos de la sociedad boliviana. Sacarse el estigma del narcotráfico en Bolivia, no va a ser fácil. Recordemos que aun después de García Meza, gobiernos de cuño democrático que vinieron más adelante también se involucraron con el narcotráfico, como ADN, MNR, MIR.Pero habrá que empezar por algo, tal vez por concienciar que los bolivianos con el narcotráfico seremos más pobres, habrá más violencia, seremos denigrados en el exterior y la dignidad del país seguirá siendo menoscabada.Los Tiempos – Cochabamba