Las batallas del censo y del post-censo

Susana Seleme Antelo

Como en el campo después de una batalla ¿qué queda tras las graves chapuzas del gobierno y del INE por ausencia de boletas censales, personas sin censar como en algunos municipios y  otros a medio censar; traslado marrullero de personas desde zonas urbanas hacia poblaciones rurales nativas para incrementar su padrón y recibir más recursos; bloqueos y problemas varios? 

¡Quedan muchas batallas por ganar! Ante todo, hay que aclarar que el censo ni fue un fracaso ni un éxito, como preguntan algunos.  Me asiste la certeza que no fue ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario. Sencillamente,  porque la realidad no es o blanca o negra, como la presenta el gobierno, sino una inmensa gama de tonos variopintos, que no debe ser sometida a la confrontación de binarios opuestos en contra de  la diversidad.



No obstante, el censo fue un éxito, no del gobierno, sino de la ciudadanía y su democrático comportamiento, pese a los mamarrachos mencionados. El éxito se explica porque este censo se hizo en contra de la voluntad del presidente Evo Morales y sus conmilitones, razón por demás valedera para calificarlo de éxito, más allá de los problemas mencionados y que dejan mucha desconfianza en el manejo de los datos y sus resultados. Frente a la ausencia de confianza, el presidente del Comité Cívico cruceño y otros profesionales, exigen una encuesta post-censal, como las realizadas en censos anteriores.

El oficialismo nunca quiso realizar este censo, de  ahí el retraso de un año -el anterior fue en 2001 y debe hacerse cada 10 – amén de los no realizados ejercicios pre-censales, al menos con un  año de anticipación,  la actualización cartográfica y capacitación adecuada.

Las batallas a partir de ahora serán: i) la distribución de recursos “sin inflar”, ii) un nuevo pacto fiscal, de acuerdo a las competencias autonómicas asumidas en los tres niveles de Gobierno, Nacional, Departamental y Municipal;  iii)  la representación política en el Congreso de acuerdo a población, como deberá exigir Santa Cruz,  cuyo crecimiento poblacional en los últimos diez años, lo ubica como el primer departamento en ese rubro. Por último, iv) la nueva fotografía del país, que incorpore los nuevos límites provinciales y cantonales, además de los datos ya descritos.

Esas batallas le supondrán al gobierno muchos  conflictos, ya que algunos departamentos deberán ganar y otros perder,  a la mala si se actúa con la lógica de la imposición ‘hasta las últimas consecuencias’, en lugar  del debate y la concertación sobre la base de la nueva realidad social, demográfica y geográfica inobjetable.

Pero hay otros intríngulis, como exigir que esos resultados se apliquen el próximo año,  sin postergarlos hasta la próxima campaña  electoral 2014, en aras del interés político oficialista. No obstante, cualquiera sea la fecha, el gobierno de Evo Morales deberá someterse a los cambios que exigen los resultados, más allá de cualquier componenda política demagoga.

Los impulsos conservadores: que nada cambie

El censo se hizo,  finalmente, porque así lo exigían el BID, organismo donante de los 50 millones de dólares para su ejecución, los mismo que exigían la sociedad política y la sociedad civil. Las fallas habidas son imputables al implícito pero no explicito afán de oficialismo de no realizarlo para que nada cambie, para que sigan presentando a Bolivia como país de supuesta mayoría indígena andina, con la misma distribución de recursos e idéntica representación parlamentaria como hace 11 años.

Pero nos salva una vez más el sabio Galileo: ¡“Y sin embargo se mueve”! Como la tierra bajo el sol, se mueve el curso de la historia, se nueve la economía, la sociedad y la demografía; cambian los actores políticos y sus elites. Y como todo cambia, según la concepción dialéctica de la historia, cambia Bolivia y también cambió el “proceso de cambio”.

Ahora recuerdo a mi amigo vasco, citando a Ernesto Sábato: “no hay nada más conservador que un revolucionario en el poder”. Y no es que yo crea que el presidente Evo Morales y compañía sean revolucionarios éticos, respetuosos de la libertad democrática como espacio de solidaridad social y redistribución económica con equidad. De manera alguna, pues Morales  es un sindicalista cocalero, con instinto político de poder  total y el ‘Vice’ García Linera, un jacobino disfrazado de político demócrata.

Me explico: la negativa a realizar el censo los desnuda en su nueva identidad política, que es conservadora, antidialéctica y estática. Que nada cambie para seguir reproduciéndose en el poder sin fecha en el calendario, merced a reiteradas re-reelecciones como fachada legal electorera. En los hechos,  sin crecimiento económico productivo, sin desarrollo con educación para los desafíos del futuro, sin integración societaria en la diversidad, sin respeto a la pluralidad política democrática, al Estado de Derecho y a los Derechos Humanos, de género y otros.

El Movimiento al Socialismo de Morales (MAS) llegó al poder con un discurso antipartidos, de suyo antipolítico, para cambiarlo todo, de ahí la identificación con el “proceso de cambio”. Comprobadas y gozadas las mieles del poder, ya no requieren ‘cambio’, sino estabilidad, cero contratiempos y conflictos, para seguir avanzando en su acumulación hacia el poder y usufructuar permanentemente de él.  De ahí la frase de Sábato, aunque no haya revolucionario alguno en el gobierno: “no hay nada más conservador que un revolucionario en el poder”.

Problemas nada insulsos

¿Qué quedará de la manipulación identitaria que hizo el gobierno para sustentar el ‘ethos’ de su dudosa tríada ‘originario-indígena-campesina’ y camuflar a los afiliados cocaleros de S.E. ? Hice hincapié en que se escribiera la  categoría mestiza, aun cuando quedara como ‘anécdota’, como afirmó el director del INE.

Era y es una cuestión de honestidad política y teórica, nada insulsa, como se piensa, frente a la  testarudez del oficialismo de no tomarla en cuenta, para no reconocer la identidad del país mestizo, inter y transcultural que somos. Reconocerla, es dejar mal parada la ficción de país indígena con  hegemonía aimara, que venden aquí y afuera, mientras desprecian a otros aimaras que no les son afines, como a los indígenas del Oriente. Esa es otra batalla del censo: asegurar la representación  indígena sin exclusión alguna en la Asamblea Legislativa.

Dejar constancia de nuestro mestizaje, tenía y tiene como fin desenmascarar esa impostura más del Estado Plurificciones: la manipulación étnica-ideológica de Morales y sus conmilitones.  Este país es mucho más mestizo que de mayoría indígena, y todos debieran tener iguales derechos y obligaciones.  No se trata de que los individuos sean iguales, sino que vivan como iguales, cada cual con su singularidad. Y todos capaces de convivir con la diversidad, sin ser aplastados con la antipolítica que enfrenta a unos y a otros con arengas discursivas demagogas y populistas del jefazos y su entorno.

En suma, las batallas políticas, económicas, demográfica y geográficas  del censo y del post-censo continuarán, frente a la manipulación étnica y el actual conservadurismo oficialista. Las batallas continuarán frente a la erradicada rendición de cuentas con transparencia; frente a la abusiva y millonaria avalancha propagandística del gobierno plurificciones de Evo Morales y compañía. La guerra política continua.