Fanatismo político

Marcelo Ostria Trigoostria-trigoEl 16 de este mes, el diario venezolano El Universal informó sobre un hecho terrible que sucedió en el estado de Táchira: “José Alberto Alviárez, de 40 años, asesinó a su madre Eduvina Alviárez Suárez, de 80, en un ritual religioso que, según confesó, fue ordenado por Dios para lograr la recuperación absoluta (de la enfermedad) del presidente Hugo Chávez”.Por lo general los fanáticos políticos o religiosos, es decir los aquejados de una “mezcla altamente explosiva de extremismo e imaginación” (Herber Von Karajam. 1908-1989), tienen la tendencia a auto inmolarse. Esto sucede, por ejemplo, con los fedayines en las “guerras santas”. Pero, en este caso, no se trató de un combatiente que haya ofrendado su vida, sino de un lunático que “entregó” a Dios la de su madre, a cambio de la salud de su moribundo presidente. El crimen cometido en Táchira es el resultado –sin negar que hubo una altísima dosis demencial– del creciente fanatismo inducido por el endiosamiento del caudillo. Esto se ha hecho aun más evidente con el dramático trance en que es probable que –como anuncian varias fuentes de información– el presidente Hugo Chávez Frías ya esté en la fase terminal de la grave enfermedad que le aqueja.Las señales de los fanáticos chavistas, muy organizados y disciplinados, que exhiben su adhesión y su dolor por la enfermedad de su líder, se asemejan a las imágenes de soldados norcoreanos que en diciembre de 2011, ante el cortejo fúnebre del dictador Kim Jong-il, el “Líder Supremo” –el segundo de una dinastía comunista– fingían llorar desesperadamente. Es parecida la euforia, mezclada con acongojado llanto, de los que, vestidos de rojo, proclaman en las calles de Venezuela: “Todos somos Chávez”.Las loas superlativas al caudillo por desaparecer, provienen principalmente de los que buscan permanecer en el poder, que contribuyen al fanático endiosamiento de quien ya se va.Este cuadro kafkiano, por otra parte, ha agudizado el secretismo, tan usual en las dictaduras cuando se presentan acontecimientos dramáticos. Hasta ahora, nadie, fuera del entorno cercano al presidente venezolano en La Habana, sabe cuál es el estado de salud de Hugo Chávez. Se guarda celosamente el secreto y, mientras tanto, se exacerban las pasiones, cuando el país necesita que sus dirigentes ofrezcan a los ciudadanos claridad, serenidad y sensatez. En realidad, no debe extrañar que el fanatismo se haya exacerbado entre los “bolivarianos”, pues este es un signo común de los neopopulistas.