Los niños que viven en la cárcel temen a los violadores

Santa Cruz, Bolivia. Los niños que comparten celdas con sus padres se sienten acechados por los ‘violines’. En lo que va del año, hay cinco denuncias de violación y abuso sexual contra menores. Los menores trabajan limpiando brazos en la puerta.

Los niños de la cárcel les temen a los ‘violines’

PALMASOLA BAJO LA SOMBRA. Entre 400 y 700 niños saben de las penurias de vivir tras las rejas. El pasado jueves no pudieron ingresar al penal y el portón de metal se convirtió en un muro de los lamentos.

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EL DEBER, Santa Cruz.- El alto portón de la cárcel de Palmasola ahora es un muro de los lamentos. El mediodía de jueves, varias docenas de niños, con la mochila en la espalda, que acaban de llegar de la escuela, se toparon con la noticia de que ya no podrán volver a vivir tras las rejas acompañando a sus padres, y por eso ahora se quejan y destapan las cosas raras que ocurren allá adentro.

Se quejan porque no pueden ingresar y por los fantasmas que andan sueltos en las callecitas de Palmasola. Raúl extraña a su papá, que está preso desde hace cuatro años, acusado de haber matado a un hombre. Pero este niño de 10 años, de pantalón corto y cabello tostado, también dice que le tiene miedo a los “violines” de Palmasola, esos que acechan a los menores de edad en cualquiera de los rincones. “Adentro hay violadores”, dice con una voz aflautada.

El gobernador del penal, Guido Parada, es el que ha dado la orden para que no haya menores encerrados y se ha amparado en la resolución jurídica del 13 de noviembre de 2012 que así lo establece. Pero ha actuado también al calor de la presión de la dirección nacional del Régimen Penitenciario y de otras instituciones, que alzaron la voz tras conocerse la denuncia de que un preso argentino violó a un menor de edad que vivía en la cárcel.

Parada, ha dicho que el padre de la víctima tiene seis hijos y que con la última denuncia, ya son dos de sus descendientes que fueron abusados por un preso. Ante los acontecimientos, el supuesto violador y el padre de las víctimas fueron aislados porque dentro de Palmasola existe una furia contra ambos.

En lo que va del año, ya suman cinco las denuncias sobre violación y abuso sexual a menores de edad.

Cuatro niños que vivían con sus padres, cuentan que hay adultos que los intimidan a escondidas cuando cae la noche, o cuando caminan por las calles silenciosas. “Nos invitan caramelos o galletas y preguntan cosas como con quién uno vive”, cuenta Reina, una niña que sabe que, por recomendación de su padre, nunca debe recibir nada de un extraño.

Contra la pared

En las noches, los presos se sientan en grupos en el interior de los pabellones, o en las aceras o en las mismas calles de Palmasola. Ahí, bajo el cielo cubierto por la luz de la luna, cuentan los motivos por los cuales están viviendo bajo la sombra.

Cuentan, por ejemplo, cómo fulano de tal mató a un hombre atracado, o cómo otro planificó un asalto que terminó en un hecho de sangre. Y esas cosas, a Ernesto, de 8 años, le provocan pesadillas y hace que  sus sueños sean un nido de arañas y tenga sobresaltos en su cama de niño encerrado.

Por el contrario, a Josué, delgado y con un cabello que le cubre sus orejas, le agrada escuchar esas historias y dice que se parecen a las películas que ve en la tele, la que tiene su papá en la celda donde vive con su madre.

A 400 metros de Palmasola se encuentra el colegio Luz y Verdad. Hugo Zapata es el director del establecimiento privado, que fue construido en 1995 con el fin de acoger a los niños que viven en la cárcel.

Zapata aclara que a los menores de Palmasola solo se les cobra Bs 20 la mensualidad, y no los 135 que está fijado para el resto de los alumnos.

El gobernador de Palmasola no sabe cuántos niños viven en la cárcel y estima que sean entre 400 y 700. De ellos varias docenas están afuera desde el mediodía de jueves, con la cabeza apoyada en el alto portón de la cárcel que es testigo de sus lamentos.

Voces de niños

Diego

10 años

Le digo a los que se drogan

Llegué a la cárcel hace tres años, cuando mi padrastro cometió un delito. Aquí la vida es más o menos bien. Es bien porque estoy con mi familia, pero mal porque veo cómo se drogan con marihuana. A veces ofrecen a los niños. Yo les digo que no.

Susana

12 años

Muchas paredes

Yo vivo en el PC-3, conocido como Chonchocorito. Dicen que es el pabellón más peligroso. Ahí vivo con mi papá. Es un lugar con muchas paredes, aburrido y yo la paso dando vueltas. Pero mi padre me protege y soy feliz con él.

Angélica

14 años

En la cárcel y el papá libre

Mi papá y mi tío me trajeron a Palmasola. A mi papá ya le dieron la libertad pero no me ha llevado porque dice que primero va a buscar trabajo. Mi tío es el que me mantiene aquí; él paga mis estudios y me cuida de los peligros.

Claudio10 años

La otra comida

La comida no es tan mala porque no como la misma que reciben los presos. A mí me cocina mi mamá y ella hace rico el segundo. A las cinco de la tarde ella me manda a comprar pan y a las ocho de la noche me voy a la cama.

Trabajan limpiando brazos en la puerta

En busca del pan del día. Hay menores que se ofrecen para sacar con alcohol el sello con el que los policías marcan a los visitantes.

image EL DEBER, Santa Cruz

TRABAJO. Asear un brazo, cuesta Bs 0,50. El sello se va con el alcohol.

La gente que va de visita a la cárcel, por un asunto de seguridad, termina con un brazo cubierto por sellos y marcadores que les inscribe la guardia policial.

Después, al abandonar el recinto penitenciario, reciben la oferta de varios niños que con algodón y alcohol en mano, borran esa tinta azul que aún está prendida en la piel.

¿Se lo borro, señora?, ¿le quito el sello señor?”, dice Pedro, flaco y con pantalón de tela que le queda ancho, como si se lo hubieran prestado.

Algunos le dicen que sí, pero cuando se dan cuenta que el fotógrafo de EL DEBER les está tomando una gráfica, se escapan, se pierden entre la gente que hace fila para ingresar, o entre los radiotaxis o las vendedoras de frutas.

Pedro, por cada brazo que limpia gana Bs 0,50. Desde las 9:00 hasta las 17:00 ha sumado Bs 10 o 15. Dinero suficiente para comprar pan y meterlo al penal, donde su padre lo espera con hambre, porque enfermo como está de la pierna, no puede trabajar en el taller de carpintería que hay en Palmasola. 

Que llegue la Navidad

Vivir en la cárcel tiene sus cosas buenas, dice Milena, de ocho años de edad. A ella le gustan los días de diciembre, porque desde el 6 de ese mes,  hasta el 25, que se celebra la Navidad, le regalan muñecas y chupetes, jueguitos de cocina y ositos de peluche. Ella no cree en Papá Noel, pero sí en la gente que conoce y que llega con las manos llenas.

El Carnaval y la primavera también son esperados por los menores. En esos días de festejo, cuentan los niños, todos pueden jugar en el barro, porque en la cárcel también organizan sus comparsas y se divierten con los globos con agua y con la viva presencia de algunos mayores que tras las rejas se divierten como si fueran unos muchachos

imageLA RESOLUCIÓN   

Ley 2026  artículo 30

“Cuando ambos padres se encuentren privados de libertad y habiéndose establecido que sus hijos no tienen familia extendida, o teniéndola, esta no cuente con las posibilidades para ejercer la tutela de aquellos, se procederá a su ubicación en entidades de acogimiento o familias sustitutas, mientras dure la privación de libertad, excepto los niños menores de seis años, quienes permanecerán junto a su madre.

Por tanto, las suscritas juezas de la Niñez y Adolescencia de la capital, amparadas en lo dispuesto en el artículo 265 6 269 numeral 4 de la Ley 2026 y en cumplimiento estricto a las normas anteriores señaladas, resuelven:

1. Queda terminantemente prohibida la permanencia de niños, niñas y adolescentes mayores de 6 años, en el centro de rehabilitación Santa Cruz, cárcel de Palmasola, en ninguno de sus pabellones y bajo ninguna circunstancia.

2. La presente resolución debe ser cumplida por las autoridades penitenciarias y encargados policiales.

3. El incumplimiento a esta resolución será pasible a las sanciones establecidas en el Código Penal.