Los viajes presidenciales

Manfredo Kempff Suárez

manfredokempff21_thumb Sin la menor duda S.E. ha sido el mandatario más viajero que ha existido en Bolivia. Tal vez sólo comparable a los pobres presidentes de comienzos de la República, que debían viajar de un lado a otro sofocando revueltas, de donde viene aquella afirmación cierta de que por entonces se gobernaba a “lomo de mula”. El gobierno estaba donde se encontraba el presidente, por lo tanto, el poder se hallaba en los caminos, en los cerros, en los pueblos, fin, por donde marcharan las mulas del Palacio.

Posteriormente, a lo largo del siglo pasado, los mandatarios viajaron mucho menos. Los cuartelazos y motines eran menos frecuentes, la sede de gobierno se estableció en un solo lugar, el Congreso era el único que podía autorizar la ausencia del jefe de Estado, y, sobre todo, los recursos de que disponía el Tesoro eran tan exiguos que para aprobar un viaje oficial a Europa o Estados Unidos, se tenía que conformar un frente de batalla en el hemiciclo congresal. Finalmente, había que recurrir a los “gastos reservados” del Palacio o del Ministerio de Gobierno, que no eran recursos infinitos, sin fondo, como ahora se quiere hacer notar.



Seguramente que el general René Barrientos fue uno de los presidentes más viajeros allá por los años 60´. Pilotaba los aviones de la FAB o utilizaba un viejo helicóptero en el que acabó estrellándose, pero, acompañado de algún edecán, iba a concentraciones campesinas, viajaba a los llanos cruceños, le encantaba verse rodeado de gente que lo vitoreaba. El general Barrientos, más que un movimientista converso fue un auténtico populista, del tipo de militares como Torrijos o el propio Hugo Chávez; un precursor de ese estilo presidencial.

Se puede decir que existió alguna similitud entre el general Barrientos y S.E., porque ambos fueron viajeros y a ambos les gustaba repartir dádivas, “challar”, y bailar con las cholas. La diferencia está en que mientras el presidente-aviador repartía billetes de 100 bolivianos que sacaba de su bolsillo, y regalaba pelotas de fútbol, S.E. reparte cheques de miles de dólares y regala viviendas, canchas sintéticas, tractores, vehículos y motos. Barrientos echaba mano de los magros y calumniados “gastos reservados” y S.E. tiene la fortuna más grande de Bolivia: el programa “Bolivia cambia, Evo cumple”, que, como se sabe, son gastos reservados exclusivos sólo para él.

Como una gran cosa, el ministro de la Presidencia, señor Quintana, ha dicho en el montaje parlamentario que le armaron hace algunos días, que S.E. tiene el gran mérito – único en la historia – de haber viajado en más de dos mil oportunidades desde que está a cargo de la jefatura del Estado. Eso, en buenas cuentas, significa que S.E. ha viajado una vez de cada día hábil de su Gobierno. Con perdón del ministro Quintana, nos parece una barbaridad, una falta de responsabilidad y de pudor. Porque nadie le va a negar a S.E. que viaje cuando exista un motivo razonable, pero que ese no sea pretexto para abandonar sus funciones palaciegas, dejar su sitio a otros y pasarse su tiempo pajareando o haciendo proselitismo por todo el país, gastándose la plata del pueblo.

De mis años en la política, recuerdo que cada viaje al exterior de Jaime Paz Zamora significaba toda una tarde de debate en la Cámara de Diputados, donde había que convencer a la oposición o acabar en el voto. Y ni qué se diga del general Banzer, porque sus pocos desplazamientos al exterior le costaron canas. No sólo era un problema lograr la autorización del Congreso, sino que además se les disputaba a los mandatarios los días y las horas en que iban a estar ausentes del país. Fuera de los viáticos, que era otro cantar. Cuando el general Banzer luchaba contra el cáncer en Washington, antes de su renuncia el 2001, los masistas de hoy, como parte de la oposición, no querían extenderle su permiso en EEUU, porque su ausencia había sobrepasado el tiempo que le otorgaron los parlamentarios.

La pregunta es: ¿cómo se puede gobernar una nación si quien tiene las riendas está todos los días de viaje? ¿Quién gobierna entonces? ¿Quién administra? Porque lo cierto es que a S.E. no le gusta gobernar, sino mandar, que son cosas distintas. Quiere ser candidato nuevamente, ama la silla del Palacio, pero no para gobernar, sino para mandar. ¡Que gobiernen otros! Es una posición muy cómoda la de S.E. porque acepta encantado todos los placeres del poder – para él es placentero irse a concentraciones campesinas, bailar, oír pinquillos, comer picantes o conocer las islas Fiji – pero elude sus responsabilidades, es decir, adormecerse las posaderas en su escritorio o en las largas sesiones de gabinete, oyendo, opinando, leyendo, para enterarse qué sucede en Bolivia, para saber qué pasa en el planeta.

¿Sabe la gente que S.E. está hoy en Rusia?