Extraños giros del destino

Karen Arauzkaren-arauzFamiliar para la opinión pública, la peregrinación de una pareja de padres buscando y persiguiendo al menos una respuesta para su dolor y su vacío. En la otrora célebre Escuela de Cóndores en Sanandita Grover Poma Guanto, fallecía hace más de dos años, debido a una golpiza propinada por algunos de sus camaradas. Conmovía la infatigable búsqueda de verdad y justicia de esos padres ya mayores, por el trágico fin de su único hijo con su orgulloso grado de subteniente. Un año y medio más tarde y contra el deseo de la institución militar, el Tribunal Constitucional, decretaba que el caso no podía seguir siendo un tema de exclusividad castrense. La justicia ordinaria debía tomar cartas en el asunto dando fin con la sombra aquella del poder omnipotente de los militares que se reservaba el derecho a que la justicia penal militar permaneciera entre los muros de los cuarteles. Pero nada cambió. Los padres de Grover Poma, nunca aceptaron un «arreglo» en compensación por el asesinato de su hijo demostrando una entereza digna, destacable sobre todo en un país donde la justicia celebra aliviada cada vez que estos «arreglos» se hacen efectivos. Pese a existir un mandamiento de aprehensión para uno de los acusados, los militares se dieron modos para ejercer su inviolabilidad y desapego a la ley como si estuviesen en su mejor momento. La orden emitida no fue ejecutada, pues al implicado en cuestión, parecía que se lo había tragado la tierra. Pero el destino quiso que a raíz de la lamentable muerte de la enfermera Janeth Vargas, deceso investigado como homicidio, las puertas del gran cuartel se tuvieren que abrir a las investigaciones de la justicia ordinaria y el también sospechoso en esta nueva oportunidad, fuera hallado tranquilamente cobijado por los altos muros de piedra y la abyecta protección de los mandos militares. Franz García fue aprehendido y remitido rápidamente a Tarija, donde finalmente tendrá que responder por la muerte de Grover Poma y la peregrinación de sus padres habrá llegado a su fin. Y quizás, una vez aclarada su implicación en el deceso de la enfermera Vargas, se cerrará un capítulo muy vergonzoso del encubrimiento y protección al mejor estilo de la verdadera mafia uniformada.Esta circunstancia, nos lleva reflexionar una vez más sobre qué es lo que está pasando con la sociedad boliviana. Quién sabe es la profusión de situaciones tan complicadas en las que transcurren nuestros días, que estamos criando una actitud tan relajada cercana a la estupidización colectiva. Las atrocidades son muchas y los atropellos a todo el orden existente previamente no nos dejan espacio para la ponderación calmada de qué es exactamente lo que nos está sucediendo. Éste es un país donde lo verdadero se hace dudoso y hasta donde los santos tienen su mochila cargada de secretos enmascarados. La sucesión de vértigo con la que se van develando hechos muy serios como el traslado intempestivo de dos otrora poderosísimos operadores legales del gobierno a dos diferentes y alejados recintos carcelarios, es muy irregular y demuestra claramente -nunca como hoy-, la absoluta subordinación de la justicia a las conveniencias políticas, que abren un abanico de consecuencias que están agotando nuestras nimias reservas de credibilidad. Boris Villegas puso el ventilador en marcha. Claro que habría que preguntarse, quién es el autor de la idea de poner al alcance un ventilador sabiendo que, era muy probable que en algún momento él o sus colegas lo activarían.Estos abogados, fueron los encargados de realizar los trabajos sépticos y fueron muy eficientes al menos eso se demuestra al haber permanecido inamovibles en sus cargos cuando sus jefes fueron remplazados uno a uno en cuatro oportunidades. En el ejercicio del poder, nada más lejano que la lealtad incondicional y consistente. Hay encargos que conllevan el grave riesgo de no permanecer todo lo oculto que se desearía. Nunca se sabe cuándo al que ayudó a ocultar un cadáver en un closet, se le ocurrirá revelarlo con todos los detalles escabrosos de una maniobra de esas peculiaridades.Los casos más intrincados que se han sucedido por cerca de ocho años en el país, llevan la firma y sello de la preponderancia de lo político sobre lo judicial. Las decisiones tomadas atropelladamente en inocultable afán de no dejar resquicio alguno para la acción de los que no se suscriben mansamente a las políticas oficiales -hacen que como cualquier acción irreflexiva-, presente fisuras que más temprano que tarde se harán inocultables.Pero el destino, ese insondable poder ineludible, está ahí. Como para los Poma, que nunca imaginaron que su tragedia se desdoblaría a raíz de la tragedia de una familia más. También para esas otras personas que en diferente dimensión han sido asimismo víctimas de las circunstancias, las desordenadas letras de la sopa están empezando a dejarse leer.