De la retórica a la realidad: el caso de Venezuela

Emilio J. Cárdenas*EMILIO-CARDENAS-GRANDEUna distribución en apariencia más igualitaria del ingreso nacional en Venezuela no ha sido capaz de resolver los viejos desequilibrios. Particularmente los que afectan a los más pobres, a los de menores ingresos, y a los indigentes. Que, en los hechos, siguen estando postergados. La izquierda regional pretende -con inusual frecuencia- justificar la destrucción del estado de derecho y la demolición de la democracia en Venezuela, argumentando que lo importante es que, pese a ello presuntamente un mal menor- el “chavismo” ha destruido pobreza.Esto es expresión, una vez más, de aquello que sostiene el uruguayo José Mujica: “lo político tiene prioridad sobre lo jurídico”. Las libertades y las normas, quiere decir, son subalternas al bolsillo o al bienestar económico. Vienen detrás del bienestar material. Mujica podrá creer eso. Pero las cosas -para muchos- no son necesariamente así, por cierto.Pero además ocurre que, en verdad, en Venezuela no hay tal “destrucción de pobreza” y, en cambio, sí “demolición de la democracia”. Razón por la cual (asumiendo que alguno estuviera dispuesto a aceptar esa situación) el pretendido quid pro quo, simplemente no existe. En efecto, una distribución en apariencia más igualitaria del ingreso nacional en Venezuela no ha sido capaz de resolver los viejos desequilibrios. Particularmente los que afectan a los más pobres, a los de menores ingresos, y a los indigentes. Que, en los hechos, siguen estando postergados. Mal, entonces.Fundamentalmente por efecto de la fuerte inflación. Más particularmente la de los precios de los alimentos. Ocurre que entre junio del año pasado y junio de este año, para los más pobres la inflación venezolana ha sido absolutamente destructiva: del 42,6 %. Porque, por su alta propensión a consumir, ellos gastan una mayor parte de sus ingresos totales en comida.La inflación general es, en Venezuela, del 33,8% anual. De horror. De este modo se neutralizan los aumentos de salarios (obviamente insuficientes) y se posterga -por esta disimulada vía- a los más pobres.Además hay que destacar que los precios de los alimentos en Venezuela, considerados independientemente del resto de los bienes y servicios, aumentaron el año último un desesperante 49,4 %. Así de duro, como inflación del sector alimenticio.El drama es que a todo esto se suma el hecho de que Venezuela ha sido el único país de toda América Latina donde el salario real (ajustado por inflación) ha caído. Desde el 2005, nada menos que un 6,4%. Lo que naturalmente agrega postergación para los más pobres de la sociedad.Una vez más queda claro que, del dicho al hecho, hay una enorme distancia. Una cosa es el discurso. Otra, muy distinta, la realidad. Pero hay que explicar lo que efectivamente sucede y estar dispuesto a aceptarlo, para dejar de creer en los Reyes Magos.*Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones UnidasEl Diario Exterior – Madrid