Fantasías y realidades en el censo boliviano

Carlos MalamudMALAMUDUna de las características del discurso populista, el tan manido “relato”, es la facilidad con la que se tergiversan la historia y la realidad para hacerlas coincidir con un determinado curso de acción política. Por eso, la reescritura de la historia es constante, y también la readaptación de la coyuntura política, económica y social. Así, la versión populista del viejo sería “si el relato (la teoría) y la realidad no coinciden, peor para la realidad”.Suele ocurrir que los hechos y los duros datos estadísticos son tozudos, aún así los líderes populistas latinoamericanos siguen inasequibles al desaliento. Los censos de población deberían ser mediciones objetivas que retratan demográficamente a las sociedades en un momento determinado. Sin embargo, el condicional entra en escena cuando hasta los resultados censales son objeto de manipulación y politización.Esto ocurrió en Bolivia tras la publicación final del censo de población y vivienda de 2012, que provocó dos tipos de reacciones muy diferentes. La primera y más extendida fue de protesta frente a unas cifras finales bastante menores que las estimaciones iniciales. Esto supone la pérdida de recursos para los municipios y departamentos más afectados, ya que los recursos presupuestarios se distribuyen siguiendo criterios demográficos. Lo mismo ocurre para asignar los escaños de la Asamblea nacional.La segunda reacción fue más llamativa, al relacionarse con la composición étnica boliviana. Según el censo de 2001 Bolivia era un país mayoritariamente indígena, con un 62% de población autoidentificada como indígena (un 55% como quechua y aymara). Sobre estas premisas se construyó el estado plurinacional y multiétnico impulsado por Evo Morales y el MAS, que intentó transformar el país de arriba a abajo, eliminando todos los vestigios coloniales que sojuzgaban a la población originaria.El censo de 2012 hizo añicos las cifras anteriores, ya que si bien se excluyó la categoría de mestizo entre las autoidentificaciones posibles, la población que se reconocía como indígena bajó sensiblemente al 41% (y los quechuas y aymaras al 36%). De este modo, un 59% de la población boliviana no se siente representada por ninguna de las categorías étnicas (pueblos originarios y afrodescendientes) presentes en la Constitución indigenista de Evo Morales.Estos datos provocaron algunas reacciones insólitas, comenzando por las más altas autoridades políticas del país. Morales mostró su asombro inicial y su incredulidad ante unas cifras que contradecían abiertamente su discurso: “A mí también me ha sorprendido, los datos anteriores eran muy diferentes, no sé si estamos en una etapa de desclasamiento, estamos en etapa tal vez de una mayor mentalidad colonizadora, es debatible”.Morales mostró su asombro inicial y su incredulidad ante unas cifras que contradecían abiertamente su discurso:Su primera reacción fue considerar al pueblo boliviano como menor de edad. En tanto no se identifican con las premisas emanadas del poder, los ciudadanos bolivianos o bien se autodesclasan o bien poseen una mayor mentalidad colonizadora. Posteriormente intentó matizar algo más los resultados y llegó a una conclusión aún más impactante: en Bolivia la clara mayoría es indígena o, como les gusta decir a los actuales gobernantes, originaria. De forma novedosa explicó que casi todos los bolivianos son originarios milenarios u originarios contemporáneos, el nuevo eufemismo de mestizo. Esta última definición es la mejor prueba de la inutilidad absoluta del concepto originario, un mal sinónimo para referirse a los indígenas.Como suele ocurrir en lo referente a las cuestiones ideológicas, el vicepresidente Álvaro García Linera fue aún más lejos. Para él, el concepto mestizo no se incluyó en el censo ya que “El mestizaje no es una identidad, es una categoría colonial tributaria; en sentido estricto, todo ser humano del mundo es biológicamente mestizo”. A partir de allí los resultados del censo sólo sirven para reforzar sus posiciones. De este modo “No sólo hay una consolidación de las naciones culturales indígenas originarias en Bolivia, sino también hay una fortificante indianización de la propia nación a partir del papel dirigente en la construcción del Estado por parte del movimiento indígena originario campesino, vecinal obrero y popular; es así como debemos leer los resultados del censo de 2012”.Según su punto de vista los resultados del censo no sólo van a permitir el reforzamiento del estado plurinacional boliviano, sino que a partir de ahora éste puede ser el modelo para la construcción de un nuevo “Estado Continental Plurinacional”. Ya da igual cómo se autoidentifique la gente, en este terreno también lo que vale es la concepción apriorística de los redentores populistas que conducirán a América Latina por el camino de la salvación.Mientras la fantasía se imponga a la realidad, mientras los relatos sean más importantes que los procesos, será imposible que algunos países de América Latina abandonen la situación de atraso en que se encuentran. No basta con crecer a tasas elevadas durante una larga serie de años si los recursos generados no se destinan a construir instituciones sólidas y reforzar sociedades bien estructuradas e integradas y no divididas y polarizadas. Puede que en un momento determinado el nivel de autosatisfacción sea elevado, pero en el largo plazo, sobre el que se basa el juicio de la historia, los devaneos populistas y sus efímeras aventuras políticas serán severamente condenados.Infolatam