Sin saber qué hacer y olvidando la historia

Ovidio Roca

Ovidio Roca Escuchamos de la gente de bien (aquella que aspira vivir en una sociedad de leyes, de economía formal, de trabajo, de paz y armoniosa convivencia ciudadana), que su vida no ha mejorado y que el país es cada vez más violento, inseguro, por lo que la situación del país es insostenible y, “hay que hacer algo”. En lo que ya hay más dudas y opiniones diversas es en qué se puede hacer y cómo hacerlo.

Aunque la sensación es de bonanza, en la estructura y en la esencia, el modelo socialista comunitario muestra su fracaso, en la economía, en las actividades productivas, industriales y agropecuarias, las que no se han diversificado ni incrementado; y con prácticamente un solo rubro de exportación, el gas, beneficiado por ahora de un alto precio.



En general se vive una situación cada vez más complicada, que está afectando a todos los órdenes de la vida, de la economía, los valores ciudadanos y sintiéndonos todos, presa de la anarquía, la violencia y el narcotráfico. Respiramos un ambiente de desconfianza e inseguridad tan profunda, que no se puede hablar ya de soluciones parciales o cortoplacistas.

También algo crece y se desarrolla, pero lamentablemente no es para bien, es la economía informal, en la cual casi el setenta por ciento de la población encuentra su forma de sobrevivir. Y también crecen los dólares del narcotráfico, que alimentan esta economía informal y los que con su abundancia mantienen la estabilidad cambiaria del boliviano.

El problema es que un modelo de país con estas características, tiende hacia los que se llama estados fallidos, estados forajidos. Que no son viables ni sostenibles en lo productivo, en lo social y menos aún en lo ético.

Conocemos que el modelo estatista y populista que aplica el gobierno y sus amigos de la ALBA, han venido fracasando y no de ahora sino desde hace rato y de manera reiterativa en todo el mundo, también en latinoamericana, pero no logramos aprender la lección.

Hace menos de treinta años vivimos en Bolivia una dramática etapa de populismo que dejo pésimos recuerdos, pero ninguna enseñanza para evitar repetirla. Empezó en Chile, con el triunfo de Allende y posteriormente con Siles Zuazo (1984-1985). En estos dos países se desato una ola de anarquía, incertidumbre, paralización de la producción; miles de izquierdistas de todas partes iban y venían a participar del carnaval progre, de la fiesta popular, mientras las amas de casa y los trabajadores corrían de un lado a otro para buscar que comer y comprar su dólar, antes que sus bolivianos difícilmente ganados pierdan su valor barridos por la inflación. La gente miraba espantada tamaño desorden, un ambiente de inflación que en Bolivia llego al veinte mil por ciento y donde el dinero para pagar sueldos y deudas públicas no alcanzaba, así es que se impriman cada día millones de papeles y se añadían ceros.

Cuando la situación se hizo insostenible en Chile acudieron al Ejército para que ponga orden y en Bolivia, dado que el Presidente Siles era un patriota honesto pero engañado, el mismo decidió retirarse y llamo a elecciones para dar paso a otro gobernante que pueda solucionar el desastre.

Le tocó esta labor de salvataje al Dr. Víctor Paz, un verdadero estadista que puso orden en la economía y en los mercados, paro la inflación y diseño una política económica que condujo exitosamente al país por varios años.

Pero nos olvidamos de la historia y con el MAS nuevamente repetimos la receta populista, aunque ahora apoyados por el Chavismo y los altos precios internacionales del gas. Recordemos la herencia de reservas de gas ya descubiertas y contratos para exportar vigentes y con buenos precios, que recibió el MAS, que están siendo dilapidados y permiten que el fracaso pueda aún disimularse.

Tanto tiempo, tanto dinero y tanto esfuerzo perdido en estos últimos siete años, pues cuando este gobierno deje el poder, pues todos terminan dejándolo, habrá que trabajar para empezar de nuevo y no desde cero, sino desde mucho más atrás, desde curar el odio racial y la mentalidad rentista inculcada, desde reconstruir las instituciones destrozadas y recuperarnos del fracaso nacional.

Para avanzar en este nuevo rumbo y pese a las dificultades por la actual cooptación del mecanismo electoral, la opción debe ser siempre democrática. Para ello los partidos políticos necesitan organizarse y hacer una propuesta de país y ofrecer a todos un pacto por el país. Necesitan conseguir apoyo electoral y no en base a demagogia (algo difícil); impulsando a la sociedad para que se movilice con todas sus instancias, fuerzas y medios a su alcance (que son muchos) haciéndoles ver que si quieren tener futuro necesitan ponerse de acuerdo y avanzar y trabajar de forma unitaria y en base a un programa nacional y democrático.

Si queremos preservar el futuro de los que vienen, se hace necesario un compromiso ciudadano para la construcción de un otro país y una sociedad viable. Esto implica un cambio integral de mentalidad, un rearme moral, un nuevo paradigma social hecho de dignidad, responsabilidad y eficacia, un esfuerzo colectivo de toda una sociedad nuevamente ilusionada por un proyecto común, capaz de aunar voluntades y sumar compromisos. Y eso significa un verdadero cambio de modelo.

No se trata ahora, solo de denunciar y protestar, sino entender lo que ocurre, de buscar alternativas e imaginar proyectos para una mejor vida y una feliz convivencia ciudadana. De construir una propuesta de país, una propuesta de vida; con principios y valores éticos, de trabajo, de producción, de respeto al medio ambiente, de consumo responsable, de convivencia y solidaridad humana.