Un menú indigesto

Manfredo Kempff Suárez

manfredokempff21_thumb Salta a la vista que el menú que está a disposición de los bolivianos en la mesa del acontecer diario es terriblemente indigesto. Si fuera por mí – seguro que también por nuestros compatriotas – no probaría ningún plato y preferiría morirme de hambre antes que embucharme esas ofertas gastronómicas, todas en mal estado, mal guisadas, con pésimos productos, cuyo olor a podredumbre indispone.

El menú que se le ofrece a la ciudadanía durante esta semana y seguramente que en la próxima y en la subsiguiente, está en una carta única, sin posibilidades de otras opciones desde hace mucho tiempo. Así que quienes estamos sentados a la mesa del nuevo Estado Plurinacional, tenemos frente a nuestros ojos, como platos de fondo, el cinematográfico y publicitado asilo del senador Roger Pinto en Brasil, el matutero juicio que hace más de cuatro años se ha instaurado contra personalidades cruceñas por absurdas acusaciones de separatismo, el injusto y perverso acoso a un Leopoldo Fernández enfermo y agraviado, las terribles muertes en la cárcel de Palmasola que por su crueldad parecen de ciencia-ficción, el secuestro de por lo menos cinco personas vinculadas al empresariado por las que se ha tenido que pagar cuantiosos rescates, el censo, tan mal cocinado, además de los semanales ajustes de cuentas a balazos entre narcotraficantes de carteles nacionales y extranjeros y el incalificable avasallamiento de tierras productivas por turbas armadas de palos y machetes que obedecen a capitostes masistas.



Si de postres y cafés se trata, destacan los misiles chinos encaramelados que embadurnan todavía más el desteñido uniforme de las Fuerzas Armadas, los hechos de Chaparina donde el principal responsable de las palizas luce como embajador boliviano en Naciones Unidas, dizque defendiendo los derechos humanos, y los secuestros “express” – así expreso como el café – donde unos sujetos, como si bebieran una tacita caliente y aromática, secuestran personas cobrando sumas moderadas a cambio de que la operación de rescate se haga de un trago, inmediatamente, en silencio, sólo entre los delincuentes y la familia del plagiado.

Pero vayamos a los platos fuertes, a aquellos que destacan en el menú plurinacional, donde, sin duda, hoy tienen mayor atención el caso Pinto y el affaire Rozsa-Sosa. En cuanto a lo del senador Roger Pinto lo cierto es que no sabemos cómo digerirlo; es más, no sabemos ni siquiera cómo tragarlo. Jamás Bolivia había protagonizado un desmadre diplomático tan comentado en todo el planeta. Aquí hay héroes y villanos, lo justo para armar una novela o un largometraje.

Pinto pidió asilo en la embajada de Brasil y los brasileños se lo otorgaron una vez que estudiaron el caso. Pero resulta que contra todas las normas del asilo, la cancillería boliviana le negó el salvoconducto para que salga del país alegando que se trataba de un delincuente común. Es decir que Bolivia se atribuyó el derecho de calificar el por qué del asilo, cuando es bien sabido que eso es atribución exclusiva de la nación asilante. Así pasaron 15 meses con Pinto encerrado en una oficina de la embajada en La Paz. Hasta que, de pronto, el senador apareció en Corumbá, acompañado por el jefe interino de la misión brasileña, para beneplácito de muchos e ira gubernamental. Cayó el canciller brasileño (el boliviano es incombustible y sobrevive a todo), provocó enojo en la señora Rousseff, y ahora nuestro país quiere forzar una extradición que es inviable. El argumento para exigir la entrega de Pinto es que se trata de un delincuente. Pero Brasil cree que no lo es. Lo grave, lo inconcebible, es que S.E. y los ministros son los que claman por la extradición, con lo que están mostrando que el asunto es netamente político como lo sabe todo el mundo. De lo contrario, ¿por qué S.E. tendría que pedir su cabeza si para eso está la justicia? ¿Por qué su iracundia?

En cuanto al affaire Rozsa, dos declaraciones han confirmado la tramoya oficial. Por un lado el húngaro Tóásó, quien ha declarado que el irlandés Dwyer fue ejecutado a bala en Viru-Viru, donde lo vio vivo, y no en el hotel Las Américas; por el otro el testimonio de Villa Vargas, “El Viejo”, quien afirmó que, por órdenes y amenazas del gobierno, él puso el armamento y explosivos hallados en el stand de COTAS en la FEXPO, que fue una de las pruebas con que se sustentó la acusación. Con esto, los artilugios masistas deberían llegar a su fin y los culpables del montaje sometidos a juicio.

El menú indigesto que tenemos sobre la mesa, cuando no hay opción de elegir algo distinto, está acabando con la salud de cada uno de los bolivianos. Si observamos bien, salta a la vista algo incontrovertible: la institucionalidad está extraviándose porque a Bolivia la están convirtiendo en una nación experimental, de pruebas alocadas, y porque para llegar a ese estado hay que tener una justicia sometida o archivada. Si sólo vemos el menú de la última semana, podemos empezar a temer que nuestra patria se está tornando invivible.