Octubre negro aún cambia el país, pero genera frustraciones

Bolivia. Las víctimas sufren el olvido, nada de justicia ni perdón. El MAS es actor oportunista de la agenda de octubre, según advierten analistas. 

image Así lucían las calles de El Alto el 12 de octubre. Los tanques protegieron un convoy de gasolina.

Pablo Ortiz, EL DEBER



El estallido social de octubre fue tan potente que, diez años más tarde, continúa transformando el Estado. La guerra del gas instaló una agenda política que sirvió de guía a la primera gestión de Gobierno de Evo Morales, pero que ahora le exige cambios más profundos. Fruto de esa agenda, se nacionalizó el gas y ahora la mitad de los ingresos del Estado proviene de esa vía. Además, el rostro de la política cambió para siempre y ahora no se puede pensar en hacer política sin incluir a los indígenas, campesinos y pobres.

Así lo reconoce el senador masista y sociólogo Adolfo Mendoza, que define al actual como un periodo de transición en el que el andamiaje del Estado debe completarse. Asegura que aún vivimos los resabios de ese colapso y por ello la institucionalidad sigue siendo puesta en cuestión. “La conflictividad continúa, porque en democracia se construye con consenso pero también con conflicto”, dice.

Para Gustavo Pedraza, analista y exministro de De-sarrollo Sostenible de Carlos Mesa, los cambios políticos se han dado en lo formal, pero aún mucho de lo que se anotó en la Constitución no se practica, como el respeto a los territorios indígenas o generar la coexistencia de varios tipos de economía. “Actualmente existe una economía, la neoliberal”, explica.

Palabras de derrotados

Para Guido Áñez, que fuera ministro de Agricultura durante octubre negro, reconoce que la guerra del gas fue un punto de inflexión en la política boliviana y que marcó el fin del sistema de partidos políticos que construyó la democracia desde 1982. “Pero también marcó el inicio de la inmunidad legal de un sector de los actores políticos de esos hechos, con el decreto de amnistía de Mesa”, añade.

Claro que no todos los actores lo ven igual. Mauricio Balcázar, yerno de Gonzalo Sánchez de Lozada y uno de sus colaboradores en 2003, ratifica que fue un golpe de Estado orquestado por Felipe Quispe y por Evo Morales desde la oposición y Carlos Mesa desde el Gobierno. 

Pero Mendoza lo explica de otra forma. Para el senador lo que sucedió en octubre fue un momento de ruptura respecto a la forma del Estado boliviano que se construyó desde el 52, fue el agotamiento del modelo neoliberal y hubo una suerte de suspensión política de la ley. Con ello, la normativa y la institucionalidad estatal son confrontadas, porque dejan de responder al interés común. Para Pedraza, octubre fue la crisis que abrió la puerta al cambio del Estado. Fue la culminación de un proceso de cuestionamiento estatal que comenzó en 2000, con la guerra del agua. Señala que en octubre entra en crisis el sistema político y se posicionó una nueva visión de estado, que aún está en construcción.

Esa visión se escribió en el texto constitucional vigente desde 2009. Según explica Mendoza, que fue asesor del Pacto de Unidad en Sucre, el planteamiento alteño de que los recursos naturales son del pueblo y no del Estado quedó escrito en la Carta Magna. Con ello, el Estado solo administra estos recursos y ya no puede enajenarlos a favor de ninguna empresa, como sucedió con la capitalización. Otro cambio trascendental para Mendoza es el concepto de la soberanía. Antes residía en el pueblo, pero se ejercía a través de sus representanes. Ahora la soberanía se ejerce de manera directa. 

En la realidad, para Pedraza, los cambios más visibles es que los sectores sociales, históricamente excluidos, indígenas, campesinos y pobres, ahora ejercen el poder político. Eso, para él, era una deuda pendiente de la Revolución del 52.  

El desencanto de los líderes

La guerra del gas y octubre negro, tienen nombre propio. Están las 68 personas que dieron su vida desde el 20 de septiembre en Sorata. Están los más de 400 heridos que provocaron los enfrentamientos con el Ejército y la Policía para ‘derrotar al Estado neoliberal’. Pero también cuentan los nombres de los que dirigieron la rebelión desde las calles: Felipe Quispe, Roberto de la Cruz y Jaime Solares. Hoy, los tres, están decepcionados de los resultados de octubre negro.

“Octubre es solo una experiencia más en la lucha de los indios. Nosotros los indios ponemos las vidas, pero son los vivillos, aquellos astutos, los que están en Palacio de Gobierno. Pregúntele usted cómo ha nacido, cómo ha vivido, de dónde viene el vicepresidente. Él no es originario, es hijo de colonizadores”, dice Felipe Quispe, tal vez el hombre que más influyó para la caída de Goni.

Pese a que es asambleísta departamental de La Paz por el Movimiento Al Socialismo, Roberto de la Cruz no tiene una visión idílica de la herencia de octubre. “Hasta la fecha, a 10 años de la masacre, no ha cambiado absolutamente nada. Solo cambiamos de Gobierno. Ahora tenemos un gobierno populista, con rostro indígena pero sigue pensando con cerebro neoliberal”, dice el dirigente alteño.

Algo parecido piensa Solares, que volvió a la palestra pública en la negociación de los mineros por la Ley de Pensiones. Para él, casi nada ha cambiado. No ve medidas revolucionarias, sino un reformismo neoliberal. Se queja de que las empresas transnacionales no fueron expulsadas, que no hubo nacionalización real, sino que las mismas empresas que trabajaban con Gonzalo Sánchez de Lozada siguen trabajando con Evo Morales  

LA PATERNIDAD DE LA REVUELTA ES DISPUTADA POR TRES DE LOS LÍDERES

¿Quién fue el padre, el gran líder de la revolución de octubre de 2003? A 10 años de los hechos, parece cada vez menos claro quién encabezó la revuelta contra Goni.

Roberto de la Cruz se declara a sí mismo como el autor intelectual de las protestas contra la venta de gas a EEUU por Chile. Cuenta que el 2 de septiembre de 2003 convocó una marcha que partió desde Caracollo hacia La Paz exigiendo nacionalización de los hidrocarburos, pero que Felipe Quispe se plegó a ella el 5 de septiembre, mientras que Evo Morales no quiso sumarse.

Quispe es, indudablemente, el líder militar del levantamiento. Como ejecutivo de la Confederación Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia, tenía organizado a los campesinos aimaras en tácticas de bloqueos y su capacidad de movilización era inigualable. Tras los muertos de Sorata y Warisata, llevó los cuerpos a El Alto y encendió una mecha que no se apagó hasta que Goni se fue a Miami.

Jaime Solares dirigía la Central Obrera Boliviana, reclama para sí un lugar entre los líderes, pero asume que los padres de octubre fueron el pueblo alteño y los mineros de Huanuni. Los primeros resistieron, pero los mineros fueron la fuerza de ocupación que terminó por disuadir al Gobierno de que debía renunciar. Para ello pasaron 27 días y se perdieron 68 vidas.

CLAVES 

Descontento popular acumulado

El cuestionamiento al Estado no comenzó en septiembre de 2003, sino que ya venía desde la guerra del agua, en 2000, en Cochabamba y del cerco a La Paz liderado por el Mallku un año más tarde.

Poca legitimidad

Goni ganó las elecciones solo con el 22% y lo sostenía en Palacio una coalición de por lo menos tres partidos políticos. Su caída demoró menos de 15 meses.

Se vieron en las calles 

Ellos se enfrentaron en los diversos escenarios de la movilización de septiembre y de octubre

Felipe Quispe

Ejecutivo de la CSUTCB

El jefe de los insurrectos

“No fue una generación espontánea, como dicen los izquierdosos de ahora”, reniega Felipe Quispe. Él era ejecutivo de Csutcb y como tal manejaba a los campesinos del altiplano. Tras las muertes de septiembre en Sorata y Warisata, se propuso cercar La Paz y lo consiguió. El 8 de octubre ingresó, casi por la fuerza, a una huelga de hambre en la radio San Gabriel y desde allí, con discursos en aimara, comenzó a movilizar a los alteños.

“No tomé el poder porque nunca tuve Ejército. Ya no soy dirigente porque no quiero eternizarme, como otros que quieren ser como los monolitos de Tiwanaku y hablan de que llegaron para quedarse por 500 años. Algún día llegaré al poder, pero será a través de otros medios”, promete el Mallku.

Carlos Sánchez Berzaín

Ministro de defensa en 2003

Fue la chispa en la mecha

Sin quererlo, tal vez el padre de octubre negro fue el ‘Zorro’. Carlos Sánchez Berzaín, el ministro de Defensa de Goni y su hombre fuerte, manejó mal el rescate de los turistas de Sorata y Warisata, provocó cinco muertes y nunca más pudo pacificarse el país hasta que Carlos Mesa juró como presidente y firmó la amnistía a favor de los insurrectos.

Según cuentan los vecinos de Sorata, fue la arrogancia del exministro lo que encendió la mecha, ya que cuando le pidieron negociar dijo: “Primero bajen esos indios de los cerros”. Eso le ganó un golpe en la cara de uno de los vecinos. Lo que siguió fue gases, balas y muerte. Él administró la violencia tras el decreto presidencial del 10 de octubre, que ordenaba que los militares salgan a las calles.

Roberto de la Cruz

Dirigente de la COR de El Alto

Movilizó a los ALTEÑOS

Los paceños siempre tuvieron la sospecha de que, cuando El Alto lo decidiera, bajaría hacia La Paz por las laderas y tomaría el poder. Eso sucedió por primera vez en octubre de 2003 y Roberto de La Cruz tuvo mucho que ver, junto a los dirigentes de las juntas vecinales.

Dice que él nunca tuvo la oportunidad de llegar al poder porque nunca tuvo partido político. Felipe Quispe sí lo tenía, el Eje Pachacuti, pero su influencia se acababa en el altiplano. La fuerza de los alteños radicaba en que cada dirigente vecinal, estudiantil o gremial movilizaba a las bases y alimentaba las protestas. Los sepelios masivos de las víctimas, que aumentaban con cada día, avivaron la ira y la convicción de los alteños, que no bastaba con la nacionalización, sino que Goni debía renunciar.

Jaime Solares

Ejecutivo de la Central Obrera Boliviana

LA ARTILLERÍA PESADA

Desde 1952 quedó claro que ninguna revolución puede vencer en Bolivia si no tiene a los mineros de su lado. Jaime Solares era secretario ejecutivo de la Central Obrera Boliviana, pero principalmente era dirigente minero, de los asalariados de Huanuni. En octubre lideró las barricadas en la plaza San Francisco, a pocas cuadras de Palacio Quemado.

En el último acto de la guerra del gas, los mineros descendieron de El Alto con la premisa de acabar con el Gobierno. Gonzalo Sánchez de Lozada abandonó la sede de Gobierno antes que los mineros llegasen al centro. Ellos fueron la primera señal de que el régimen se desmoronaba. El 15 de octubre, los militares los dejaron pasar en Caracollo, luego de matar a dos de los marchistas. El armisticio se selló con un abrazo.

Evo Morales Ayma

PRESIDENTE DEL ESTADO PLURINACIONAL

El catalizador político

Si bien la fuerza de movilización de octubre era potestad de Felipe Quispe, Roberto de la Cruz y Jaime Solares, la bancada de oposición fuerte era de Evo Morales. Quispe y De la Cruz le reclaman a Evo que no estuvo en las calles en octubre de 2003, que buena parte de la guerra del gas se la pasó entre Libia, Ginebra y Venezuela. De la Cruz asegura que Morales lo llamó el 15 de octubre pidiéndole que lo reciba en El Alto, pero que él se negó, así como Evo se había negado a plegarse a su marcha el 5 de septiembre por considerar que con Quispe en ella todo se había politizado.

Sin embargo, desde el Gobierno se responsabilizó a Evo como el promotor de la revuelta y organizador de un golpe, junto con Felipe Quispe y a Carlos D. Mesa.

Las víctimas sufren el olvido, nada de justicia ni perdón

image Pese a la adversidad y de haber perdido un ojo, es una de las víctimas más queridas por sus compañeros.

Marcelo Tedesqui, EL DEBER

El drama de octubre de 2003 duele como el primer día a las víctimas y a sus familias. Martín Larico caminaba a su casa el domingo 12 de octubre en la zona de Senkata. Se encontró con un grupo de militares y de pronto sintió un impacto que lo tumbó al piso.

Recibió un balazo en el fémur derecho y esa heridas, a la larga, le destruyó la vida para siempre. Diez  años después camina con dificultad y dolor. Sentado en una de las pasarelas de la avenida 6 de Marzo, dice con lágrimas en los ojos: “No podía trabajar durante mi larga recuperación, era un tipo alegre y me he convertido en un amargado. Ya nadie me aguanta. Trabajo en un taller automotriz como puedo para mantener a mis cinco hijos, pero vivo solo, mi esposa y ellos se cansaron de mí y me dejaron”.

El sufrimiento ya es parte de la cotidianidad de los héroes de octubre y para colmo aseguran que ya nadie se acuerda de ellos. Quisieran que el Gobierno les dé un bono o aunque sea que les habiliten un mercado para que puedan vender algunas cosas para ayudarse en lo económico, pero nada de eso se hace realidad.

El viernes estuvieron reunidos en el salón del Concejo Municipal de El Alto con el diputado Roberto Rojas, del MAS. Hay el compromiso de conseguirles una sede social.

“¿De qué pues nos va a servir una sede social?”, se pregunta Gumercinda Apaza Quispe, “eso no va a hacer que mi hijo vuelva a caminar”, sentencia.

Luis Condori Quispe tenía 20 años el 2003 y acababa de salir del cuartel. El joven recibió un balazo en una pierna. “No puede caminar. A través del Gobierno  le dieron una silla de ruedas, pero hace algún tiempo se la han quitado y tiene que usar muletas”, relata mientras que ya no puede contener las lágrimas. Se lleva la mano al rostro. “Tiene cuatro hijos, ya no trabaja. Su esposa y yo tenemos que trabajar en lo que sea para mantener a la familia, yo vendo detergentes y lavo ropa donde puedo. Gano Bs 30 por día, aproximadamente, y eso no alcanza para nada”, lamenta.

Pese a las dificultades, el hijo mayor de Luis acaba de entrar a la Universidad. “Es muy difícil salir adelante sin ayuda del Gobierno. Él trabajaba de albañil y esa mañana salió corriendo de la casa, me dijo que iba a llegar tarde. Me lo trajeron cargado y con las heridas, pensábamos que se iba a morir”, recuerda.

Fue operado varias veces. “Me he arrodillado al médico cuando me dijo que había que amputarle la pierna, le he rogado que no le corte y él ha hecho una operación enorme, tiene como cuatro clavos. No aguanta el frío ni el calor. Esto definitivamente ya no es vida”, se queja.

Y no hay ayuda para nada. “Lo llevamos al médico y siempre hay que comprar medicamentos de Bs 100. Ni siquiera un seguro de salud tenemos, no es posible. Cómo nos olvidaron”.

A patadas

Don Jorge Calizaya tiene hoy 50 años y ya se siente acabado, hace 10 años estuvo en un bloqueo durante dos días. “Los milicos nos rodearon, de pronto sentí un balín en el muslo, me caí y ahí se me vinieron los tenientes. Me patearon en el piso. No exagero, sentí que me destrozaban”.

Luego de segundos, que le parecieron horas, y malherido como estaba, los uniformados lo obligaron a pararse. “Ahora levantá esas piedras que han puesto, me dijeron. Yo me incorporé apenas, obviamente cuando intenté agacharme me desmayé. Luego sentí que me subían al camión militar y me llevaron detenido. De la Felcc de El Alto me recogieron mis familiares y me llevaron a un hospital”, recuerda.

Jorge asegura que ese esfuerzo no valió la pena. “Ya me siento viejo, y no soy tanto. Me cuesta trabajar, me duele todo. Al menos quisiera justicia. Ni siquiera Goni está en el país. Logramos que nuestros hidrocarburos no salgan por Estados Unidos. ¿Valió la pena?, a esta altura no lo sé”.

Germán Guachalla, en la reunión del viernes, conminó al diputado Rojas a hacer esfuerzos desde el Gobierno. “Diputado, el tiempo los juzga, nos han olvidado. Nosotros estamos vigilantes”, le dijo al legislador.

Recibió cinco impactos de proyectil de bala en Río Seco. Días antes había bloqueado y “no pasó nada. Esa jornada, muy temprano, nos enteramos de que una familiar estaba enfermo, así que con mi hermana decidimos ir a ver si necesitaba algo”.

Se encontraron con los militares. “No preguntaron, dispararon sin dudar y ni siquiera estábamos participando en las movilizaciones. Me he cubierto con una plancha de metal, que me salvó la vida, pero no me libró de las heridas que me causaron”, cuenta.

Le quitaron la vesícula, le redujeron los intestinos grueso y delgado. “Ya no puedo comer normalmente, debo llevar una dieta blanca” 

CLAVES 

La unidad

Puede ser que hayan sido olvidados por las autoridades, pero la unidad entre ellos se ha mantenido intacta y esa ha sido en estos años una fortaleza.

Reuniones cotidianas

Las víctimas se han organizado de tal manera que siempre han logrado tener presencia en el juicio contra Goni y sus colaboradores, que se realiza en Sucre.

Los representantes

Hay varias de las víctimas que ya no salen de sus casas. En ese caso, son representados por familiares cercanos que son los que están al tanto de todo.

En acción

Los pedidos de los familiares y las víctimas incluyen un espacio donde puedan vender productos y de esta manera encontrar una forma de subsistencia.

LOS TIEMPOS DEL “APAGÓN CULTURAL” Y LA SOCIEDAD EN ÉPOCAS MODERNAS

Por el momento, las víctimas de octubre de 2003 iniciaron una estrategia legal para conseguir algún tipo de resarcimiento.

Dirigieron una demanda a los militares que fueron sentenciados en el proceso, a los que exigen entre Bs 600.000 y Bs 1 millón por cada fallecido y diferentes montos para  cada herido. Aquellos con lesiones gravísimas pretenden cobrar Bs 400.000 y por cada herido leve, Bs 100.000. Entre los demandados figuran los miembros del Alto Mando Militar de 2003: Juan Véliz, Gonzalo Rocabado, Roberto Claros, José Quiroga y Luis Aranda; además del exministro Erick Reyes Villa. Todos ellos tienen sentencias de entre 10 y 15 años de prisión por los hechos ocurridos una década atrás.

El abogado de las víctimas, Freddy Ávalos, argumentó que el Estado nunca pagó una reparación de daños y si mediante una ley otorgó una ayuda humanitaria a los heridos, fue para cubrir los gastos emergentes de las lesiones, pero no fue un resarcimiento.

“Una reparación de daños y perjuicios proviene después de una sentencia ejecutoriada, como hay sentenciados, contra ellos estamos demandando una reparación”, afirmó Ávalos.

No es mucho lo avanzado, pero son pasos que intenta dar el asesor jurídico del grupo de víctimas, que la semana pasada anunció también que apuntará a los ministros que se fugaron del país.

HORA A HORA 

FUE UN MOMENTO… SEGUNDOS, Y NUNCA FUE NI SERÁ LO MISMO

Algunos de ellos fueron heridos cuando estaban en un punto de bloqueo, pero otros no, estaban de paso y los militares los lastimaron.

Perdió un ojo tras una pelea con un teniente

Luis Villca perdió un ojo el domingo 12 de octubre de 2003. Salió de su casa para buscar comida para su familia y se topó con los militares. “No pude escapar, así que me trencé con uno de ellos, de pronto sentí un balazo en el muslo. Luego me patearon y un piquete en el ojo. Desperté el 2 de noviembre, ya no veía de un lado.

Lo balearon y lo patearon en el piso

Guillermo Calle recibió un impacto de bala en el brazo el pecho y el hombro. Ahora cuenta que los militares no tuvieron problemas en patearlo cuando cayó al piso y se revolcaba de dolor.

“Me rompieron varias costillas y si bien pasó el tiempo, el dolor sigue ahí”, relata con un evidente dolor.

Se dirigía a su trabajo  y una granada de gas le cayó en la cabeza

Sonia López llegaba a La Ceja para intentar llegar a La Paz. “No había nada, iba caminando y de pronto aparecieron los militares. Sentí un golpe en la cabeza y desperté en un hospital. Hasta ahora tengo fuertes dolores de cabeza y convulsiones; ya no soy la misma”.

ANÁLISIS 

El MAS es actor oportunista de la agenda de octubre  

MARCELO SILVA – POLITÓLOGO

Hay que dimensionar la importancia que tiene octubre de 2003 para Bolivia, es indudable que es el momento más importante para el inicio de un nuevo proceso constituivo en el país; no hablamos de la Asamblea Constituyente como tal,  sino de un momento histórico que marca la necesidad de reestructurar el Estado, pero también acompaña una nueva lógica de administración de los recursos naturales, esos hechos marcan la dimensión de lo que pasó en 2003.

Esos hechos se consolidan en el imaginario colectivo y que permitió a Evo Morales, el 2006, erigirse como presidente de la República y del Estado Plurinacional luego y mantener una hegemonía con muchos ennunciados y recuerdos de octubre, Evo Morales se convierte en el interlocutor de esa agenda que dejó la guerra del gas y el MAS se convierte en un actor oportunista de esa agenda porque no estaba presente, pero se hace del discurso.

Lamentablemente esos datos no son suficientes para el Gobierno y no entiende que no solo los caídos y los familiares de octubre merecen una antencion del Estado, que deriva de una situación de orfandad, de ciertas limitaciones o discapacidades que generaron una revuelta popular, de reconocimiento especial Estatal de semejante importancia en la historia de Bolivia.

Es indudable que los actores merecen no solo un agradecimiento público, sino que ese agradecimiento debería ser traducido en muestras de solidaridad estatal con las familias de los sobrevivientes de octubre negro; y no acontece porque el MAS no fue parte de esas jornadas y porque se aprovechó de esa agenda.