El negocito, el clientelismo y el poder

Rolando Schrupp*

SCHRUPP Por casi una década se cuestiona cuál debería ser la posición del empresariado en relación con la política. Los debates de las diferentes vertientes han sido intensos e inconclusos, mayormente por las deficiencias en conocimiento ideológico de la dirigencia hoy empernada en las estructuras de poder institucional locales. Nuestra decadente y prácticamente inexistente clase dirigencial ‘empresarial’ es la que nos ha llevado no solo más allá del debate de la tenencia y propiedad de los medios de producción, sino a la creada necesidad de pedir permiso a la clase burocrática para arriesgar, producir, generar e incluso para orinar sentados.

Parece que esta dirigencia está más apegada al mercantilismo, al clientelismo estatal y al ‘negocito’ de estar en el poder que a los principios y valores que definen a un empresariado.



Un empresario de verdad ve un sector e intenta liderarlo poniendo todo en riesgo y venciendo las adversidades con creatividad e iniciativa, generando riqueza y beneficios para la sociedad. Estas características han definido históricamente nuestra sociedad camba-cruceña, diferenciándola de las sanguijuelas que sobreviven viendo como saquear el Estado con negociados y concesiones.

El Estado crea distorsiones del mercado que favorecen a unos cuantos en desmedro de los verdaderos precios justos que establece un libre mercado, promueve la explotación y el asalto a través de sus organismos oficiales, de cargas impositivas y prioriza la mediocridad de su toma de decisiones. Estas son cadenas que nos condenan a seguir siendo pobres. El verdadero empresariado es lo opuesto a ser ‘gobiernista’ clamando a gritos: ¡No jodan, déjennos trabajar! Es muy contrario a las lambisconadas de los colaboracionistas de aquí y de allá.

*Ex presidente de Cadecocruz

El Deber/Séptimo Día