Año electoral

Marcelo Ostria Trigoostria-trigo1Aún no se ha abierto oficialmente el tiempo de campaña para los comicios generales de octubre próximo, y ya es notorio que el clima político se va agitando, incluidas las promesas electorales. Y ya hay encuestas y cábalas sobre quiénes serán candidatos. Este interés, legítimo por cierto, cuando hay crisis económicas, políticas o de confianza, hace que los ciudadanos vuelquen sus esperanzas en lograr la alternancia en el poder. Esto sucede cuando la democracia funciona. La Carta Democrática Interamericana, pese a que sus mecanismos aún no han funcionado en casos de flagrantes violaciones a la libertad, ratifica que uno de los elementos básicos de la democracia es la celebración de “elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo”. Pero, en ocasiones, hay justificada desconfianza de que los resultados de los comicios reflejen la auténtica voluntad de los votantes.Por otra parte, se tiende a considerar que un gobierno es democrático cuando nace de elecciones. En realidad, una elección sólo es el comienzo de una experiencia que caracteriza una gestión gubernamental; éste es democrático cuando hay continuo respeto entre la mayoría y las minorías, y se preserva el Estado de Derecho, con instituciones libres de influencias partidarias.Las elecciones tampoco garantizan un gobierno eficiente. Los regímenes divisivos, sectarios y agresivos, aun originados en comicios, carecen de la convicción de que se debe preservar el orden democrático; que el camino es “el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales”, además de un “régimen plural de partidos y organizaciones políticas; y la separación e independencia de los poderes públicos”. Se requiere, además, mecanismos idóneos para que se atienda a una población que, además de votar, quiere vivir en un Estado que cuide la libertad, la vida, la propiedad y la honra de los ciudadanos.No es un reto menor el de octubre. Hay problemas no resueltos, derechos desconocidos y falencias para asegurar la armonía social. Es más: se observa con alarma que la corrupción, la politización de la justicia, el dispendio de los recursos públicos con fines sectarios, la intolerancia y las restricciones a las opiniones y propuestas, están degradando la calidad de vida de los ciudadanos.Si los resultados de las elecciones de octubre consagraran a quienes puedan resolver carencias y responder a los desafíos que enfrenta la democracia, bienvenidos sean esos resultados.